Frente a Sydney, la capital de Australia, los caballitos de mar piden ayuda. Los científicos los escucharon y construyeron para ellos un hotel al abrigo de los peligros de altamar. Su propia cuarentena.
Allí, frente a la costa este de Australia, prolifera una de las más pequeñas especies del Hipocampo, el Whitei, que apenas alcanza 2 cm de tamaño en la adultez. Son monógamos, diurnos y algunos pueden llegar a vivir hasta cuatro años, aunque la mayoría no supera los doce meses de vida. Su expectativa vital depende de la temperatura, la luz, la posibilidad de alimentarse. Su almuerzo consiste en aspirar con el hocico moluscos chiquitos, enteros, y como no tienen dientes ni estómago, comen mucho para compensar una digestión irregular y veloz. Son peces pigmeos, con aletas, huesitos y una increíble capacidad para camuflarse con su entorno.
El problema es que la contaminación, la merma de corales y esponjas por donde merodean, los coleccionistas, la incorrecta manipulación de los pescadores que los devuelven al mar y las tempestades marinas bajaron drásticamente su tasa de reproducción, tal como sucedió entre 2010 y 2013 cuando el clima tormentoso incesante diezmó el 90% de la población de hipocampos australianos.
El proceso reproductivo del caballito de mar es inusual y representa una sorpresa evolutiva sin par. Durante un baile de cortejo en el que las colas de ambos ejemplares se entrelazan, quienes eyaculan en el vientre del macho (una especie de bolsa incubadora) son las hembras. Ellas depositan en él entre 150 y 2 mil “óvulos” y luego el macho inyecta allí su “semen”. En promedio, unos 12 días más tarde nacerán los hipocampos bebés.
Este proceso, que debería ser tan natural, ya no lo es. Las especies Whitei y Knysna (en Sudáfrica) son las únicas dos que están en peligro de extinción entre un total de 56 variedades de hipocampo.
Por eso, varios investigadores australianos pensaron en una solución: construyeron para ellos una especie de hoteles o colmenas con alambres de acero, para que los seres marinos (algas, esponjas y corales) hagan su trabajo y los “colonicen” convirtiéndolos en praderas marinas aptas para la vida. Y cada tanto, con extremos cuidados, los buzos los liberan en aguas abiertas (ver video).
"Hay dos cosas que estamos tratando de ganar con este proyecto”, declaró a la agencia Deutsche Welle Robbie McCracken, quien desde el Acuario SEA LIFE Sídney, trabaja en el tema con científicos de la Universidad de Tecnología de Sydney y expertos del Departamento de Pesca de Nueva Gales del Sur. "Primero buscamos criar estos animales en un acuario y, lueg, liberarlos en la naturaleza. Y dos, que los hoteles para caballitos de mar proporcionen un hábitat adecuado”.
Varios buzos reportaron haber encontrado hipocampos atrapados en redes de pesca y también en trampas para cangrejos, que por otra parte son sus mayores depredadores.
Los primeros intentos de “hospedaje hotelero” comenzaron en 2018, pero en 2019 los científicos instalaron en sus albergues marinos ocho parejas de caballitos blancos. Las crías nacieron en septiembre y octubre del año pasado. "Pudimos seguir el cortejo y el apareamiento y más tarde ver a los padres teniendo a las crías”, contó McCracken a DW, "así que fue muy emocionante”.