"Nuestra política exterior refleja los principios de nuestra política nacional", sostiene María del Carmen Squeff, embajadora de la Argentina ante las Naciones Unidas, al atender a PERFIL en el ocaso de una jornada intensa. Producto de la pandemia, por primera vez la Asamblea General de la ONU tuvo lugar de forma virtual, con mensajes grabados y enviados hasta cuatro días antes para mantener una transmisión prolija. El debut del presidente Alberto Fernández fue, como todo en estos tiempos, digital, remoto y lejos de los habituales contactos casuales —y no tanto— que se tejen en las márgenes del encuentro que cada año reúne a 193 líderes del mundo en Nueva York.
"Creo que fue un discurso muy bueno del Presidente, muy claro, en el que delineó los principios claves de la política exterior argentina y marcó también las cuestiones claves para el gobierno como los temas de endeudamiento. Dijo que necesitamos unas Naciones Unidas 4.0, es decir, un sistema multilateral fuerte que vuelva a poner al mundo de pie. Esto de construir una nueva casa común, el "nadie se salva solo" y comprender que hay que empezar juntos para llegar todos son apelaciones que reflejan las características de nuestra política nacional", ilustra Marilita, tal como la conocen en la Cancillería. Su nombre sonó en la terna de posibles vicecancilleres de Felipe Solá y cumplió un rol clave frente al Mercosur antes de recibir el encargo de representar al Gobierno ante el sistema internacional.
—En su discurso, el Presidente Albero Fernández exhorta a construir un liderazgo de características cooperativas a nivel internacional, ¿cuán acompañado está hoy, incluso a nivel regional, para consolidar estas premisas?
—Hay temas globales en los que podemos coincidir con la región en un porcentaje muy alto. Como los temas de género, de terrorismo, incluso los ambientales. Hay una sintonía en cuanto a que estos temas hay que revalorizarlos. Ahí nosotros tenemos un camino, un espacio para trabajar y en lo que respecta a lo que vengo conversando con otros colegas, casi todos coincidimos en la necesidad de revitalizar el multilateralismo. Creo que la pandemia es un desafío para los diplomáticos pero creo que nos puede hacer salir más fortalecidos. Hay que tener una gran cuota de paciencia y de seguridad respecto a dónde queremos ir, qué queremos alcanzar y hay capacidad de asociación porque Argentina es convocada para muchísimos eventos paralelos para participar o co-invitar.
"Hay temas globales en los que podemos coincidir con la región en un porcentaje muy alto. Como los temas de género, de terrorismo, incluso los ambientales."
—¿Cuáles son las fortalezas y las debilidades de la Argentina hoy, en su situación, para posicionarse internacionalmente?
—La Argentina tiene una base muy sólida para contribuir en diferentes temáticas y estoy convencida de que podemos hacer una tarea muy importante. Pero, como lo dijo el Presidente, somos un país de renta media que coopera y, a la vez, necesita ayuda y puede hacerlo de una manera diferente a quienes están en mejor o peor situación que nosotros. Siempre hemos sido buenos usuarios del sistema y, cuando aplico un término más bien informático, me refiero a que hemos sabido usar el sistema a la par que hemos brindado mucho al sistema. Hemos tenido diferentes momentos en los que Argentina ha tenido sus posiciones muy claras y muy firmes, en defensa siempre del respeto de los derechos de los estados, los principios de la no intervención, el estar presente en las situaciones de dificultad de otros países. Esos principios, seguramente, en la pos pandemia van a ser valorizados, quizás aggiornados, es lo necesario, pero entiendo que es un espacio en el que la Argentina puede aportar desde las distintas esferas: la ciencia y la tecnología, desde el Ministerio de la Mujer y desde toda nuestra política exterior que se ha caracterizado siempre por ser muy respetuosa del multilateralismo.
—Estos discursos en la ONU, a menudo, son una buena oportunidad para las citas bilaterales en paralelo a la asamblea, como forma de construir confianza entre líderes. ¿Le quitó esa posibilidad a Fernández este modo virtual de la asamblea en un momento cuando más requiere de alianzas internacionales?
—La organización (de la Asamblea General) ha tratado de encontrar una salida. El hecho de no estar los presidentes, ya sea el caso de nuestro Presidente Alberto Fernández como los otros, impide esas reuniones en una pequeña sala, el encuentro en los pasillos, las pequeñas conversaciones que pueden germinar luego en otra cosa. Eso no se está dando porque no vino ningún presidente y todos, hasta ahora, han hablado por videos grabados. Lógicamente es una conferencia donde las únicas delegaciones son las que estamos aquí y aún el contacto entre nosotros se maneja con ciertas precauciones. No obstante ello, siempre hay momentos que encontramos los colegas para hablar e intercambiar ideas, entre cuatro o cinco, para que este relacionamiento siga permanente y tenga un poco la sal y pimienta de la asamblea tradicional si bien lo hacemos a otros nivel muy distinto, claro.
"Siempre hemos sido buenos usuarios del sistema. Hemos sabido usar el sistema a la par que hemos brindado mucho al sistema."
—El Presidente aludió a unas Naciones Unidas 4.0. ¿Hay margen para una reforma profunda del sistema de la ONU en momentos en los que algunos de sus actores de mayor peso cuestionan tanto la multilateralidad, como es el caso de Estados Unidos?
—En estos temas, yo soy siempre optimista. Aunque creo que además de optimista, se debe ser perseverante y hay que tener mucha paciencia. Si usted quiere obtener algo en el sistema multilateral, tiene que hacer un buen trabajo con su círculo más próximo, aquellos países con los que usted sabe que tiene posiciones comunes. Y después ese círculo lo tiene que ir ampliando. Justamente la habilidad de la diplomacia es ampliar ese círculo, de un punto pequeño a otro más grande de tal manera que, en algún momento, usted se da cuenta que tiene prácticamente al 70 u 80 por ciento en la posición inicial que usted propone. Piense que en 1945, cuando se crearon las Naciones Unidas, el mundo estaba destruido. Hoy tenemos una terrible pandemia pero el mundo está en pie. Hay científicos investigando. Unas economías que han tenido golpes muy fuertes pero tenemos con qué reaccionar. Por eso insisto en que debemos convertirnos en usuarios productivos y contribuyentes del multilateralismo para lograr que, al salir de la pandemia, lo que uno esté aportando se revierta en beneficio de todos.
—¿A qué se refiere el Presidente cuando habla de unas Naciones Unidas 4.0?
—A que realmente de esta pandemia nadie sale salvándose solo. El país que piensa eso está equivocado. En esto salimos y salimos juntos. Por eso hoy es importante, más que nunca, defender el sistema. Que tiene problemas, los tiene. Incluso su metodología hay que aggiornarla y se va a aggiornar. Hay que volver a la dinámica del debate. ¿Cómo se construyó el '45 antes de llegar a la Carta de San Francisco? Se "mataban" los países. Yo no digo que lleguemos a eso (ríe) pero sí que hay que propiciar los debates internacionales, sobre temas que nos interesen, que hagan a la esencia. Esto que dijo el Presidente: que los últimos pasen a estar primeros. Hay muchos "últimos" en el mundo de hoy y eso es lo que debemos revertir. Claro que hay margen. Estamos en una pandemia y en una situación con efectos similares a los de una guerra pero la estructura sigue en pie. Hay que hacer los círculos concéntricos, buscar los temas y volver al debate en esos ejes centrales para meter adentro de la bolsa a aquellos países que se han tornado remisos con el multilateralismo, con la posibilidad del diálogo como instrumentos para obtener soluciones. Hay que retornar a la política de los acuerdos.
—No es casualidad que esos países que tienen mayor peso y una mirada mucho más unilateral del mundo, son los mismos que consideran que pueden salvarse por sí mismos...
—Los países de mayor pesos tienen esa mirada y por eso creo que los de renta media podemos hacer una diferencia sobre la base de nuestra experiencia variada. Tenemos áreas de desarrollo muy importante, como la ciencia y tecnología o la calidad productiva en la Argentina, a la par que tenemos los problemas de aquellos países que requieren de los beneficios de una sociedad global más igualitaria. Justamente somos nosotros quienes más tenemos que forzarnos porque conocemos las dos cosas.
—Cuando usted habla de construir desde los círculos concéntricos, ¿cuál diría que es nuestro círculo inmediato, nuestros aliados más cercanos?
—Nosotros tenemos un lugar que es el Mercosur. Sigo apostando al Mercosur, con sus grandes luces y algunas sombras, como nuestro lugar común y nuestra región. Y tenemos un vecino, Chile, con el que tenemos una excelente relación a pesar de que no tuvimos, durante muchos años, ideas políticas similares. La integración física con ellos es muy buena. Y hemos hecho una revalorización muy fuerte de nuestro vínculo con México, cosa que es muy importante, porque al estar más al norte, geográficamente siempre lo estudiamos como América del Norte. Y así ese horizonte se va ampliando. Hay muchos acuerdos comerciales con todos los países de América latina. ¿Cómo no vamos a poder hacer los círculos concéntricos? Realmente creo que hay un espacio para trabajar en las Naciones Unidas sobre la base de nuestros saberes acumulados. No con premura sino con energía, mucha paciencia y espíritu constructivo. Todo eso se puede compartir. Es el único camino posible aunque los frutos quizás se vean mucho tiempo adelante.
— Estos círculos no funcionaron bien en la última elección del BID al punto de permitirle a Estados Unidos avanzar hacia la presidencia de la institución. ¿Fue eso una fractura o un impasse en el círculo latinoamericano?
—Creo que justamente hay que trabajar sobre la fractura latinoamericana, con mucha paciencia y calma, porque sin lugar a dudas Estados Unidos cometió un gran error. Había un pacto de caballeros y ese pacto de caballeros no se cumplió. Cuando estudiamos en el Instituto del Servicio Exterior, los pactos de caballeros se ponderan como si fueran escritos y Estados Unidos dejó de cumplirlo. Dicho esto, Argentina se movió como corresponde, teníamos todo el derecho a presentar un candidato y no fue poco lo que obtuvo con esa presentación atendiendo a de dónde era el otro candidato, una potencia mundial. Los que se abstuvieron con Argentina fueron países importantes. Por eso entiendo que se actuó con mucha hidalguía y honestidad y estaba la posibilidad porque para eso son las elecciones. Son cosas que no hay que permitir porque eso daña al sistema y si el sistema se daña es justamente por no jugar, no participar. Si se deja hacer, se pierde la riqueza de alcanzar acuerdos comunes desde las diferencias. Y de entrada retrocedemos en la batalla cuando hay batallas que se deben dar para dejar constancia de que existe una consciencia de luchar por lo que se cree justo, de valorar el sistema multilateral y la riqueza de la diversidad de sus organismos. El juego lo tenemos que jugar todos, no es para algunos nomás. A veces lo que son pérdidas en un momento, pueden ser ganancias a futuro. En este momento, nos tocó este resultado pero sí quedó claro que la Argentina tenía aspiraciones y candidato para ocupar el cargo.
"Realmente creo que hay un espacio para trabajar en las Naciones Unidas sobre la base de nuestros saberes acumulados"
¿Hay riesgos de costos altos para el país considerando que del otro lado, en la puja por el BID, había actores que leían la puja en término más pasionales que racionales?
— Puede haber riesgos pero hay momentos en los que hay que correr riesgos. En los momentos cruciales de Europa durante la Segunda Guerra, hubo muchos líderes que corrieron riesgos, en cuanto a la opinión de sus propios pueblos, incluso, en función de la construcción de un mundo diferente. Cuando se toma una decisión con respecto a qué camino recorrer, se sabe que se corre determinado riesgo pero el cómo se recorre, si se hace con respeto, ideas claras, principios, a la larga eso corre en beneficio del propio país. La Argentina no es timorata, nunca lo fue, y no lo va a ser precisamente en esta gestión. Ha tenido posiciones muy claras y firmes en muchísimos temas y no iba a ser esta la ocasión en la que no las iba a tener.
—Hay cierta sintonía entre Alberto Fernández y el Papa Francisco en cuestiones que hacen a la agenda que mira las Naciones Unidas como ser la crisis de los inmigrantes y desplazados, el endeudamiento: ¿hay una estrategia en común?
—No puedo decirle por sí o no. Lo que puedo decirle es que si hay un líder que está mirando los problemas del mundo con una claridad meridiana ese es Francisco. Y sin lugar a dudas el Presidente Fernández coincide con muchos de los principios que Francisco está llevando adelante. Vale la pena volver al mensaje de Francisco en Semana Santa en soledad donde dijo cosas muy importantes. Hoy que el mundo enfrenta muchos desafíos, la palabra de Francisco no es solo de aliento sino muy centrada, muy posible de adherir más allá de las diferencias de los cultos. Dice cosas que tienen que ver con la condición humana. Y en ese sentido, el Presidente Fernández que tiene que sacar a la Argentina de una situación muy delicada, con una deuda enorme, seguramente debe compartir los discursos de Francisco.