La joven activista Greta Thunberg el pasado miércoles desde el puerto de Plymouth, Reino Unido, para iniciar su viaje transatlántico hacia Estados Unidos para estar presente en la cumbre de la ONU sobre el cambio climático el próximo 23 de septiembre. La hazaña ocurre un año después de que una serie de protestas frente al parlamento sueco bajo el mensaje 'Fridays for future' (viernes por el futuro), con el objetivo de que los líderes mundiales escuchasen las propuestas de los más jóvenes para luchar contra el cambio climático, la llevaran a hacerse mundialmente conocida.
Con la perspectiva de pasar dos semanas en alta mar, nutriéndose a base de alimentos deshidratados y usando un balde como inodoro, Greta reconoció que un velero de competición no es el método más cómodo de cruzar el Atlántico. Pero decidió utilizar el único medio de transporte a su alcance capaz de llevarla hasta Nueva York sin generar emisiones de carbono. "Esto se parecerá bastante a una aventura", dijo a bordo del "Malicia II", un velero de competición de 18 metros de eslora.
El "Malizia II", un velero monocasco con planchas de aluminio que favorecen su flotación, fue armado en 2015, y desde entonces fue equipado con unos modernos paneles solares y unas turbinas marinas. Estas generan más electricidad de la necesaria para hacer funcionar sus instrumentos de navegación: pilotos automáticos, destiladores de agua y un laboratorio de abordo que analiza el agua para averiguar los niveles de CO2. Pierre Casiraghi, un miembro de la familia real de Mónaco, le ofreció su barco gratuitamente para que recorriera las 3.000 millas náuticas hasta Nueva York. Lo pilotará él, junto al marinero alemán Boris Herrmann.
Un hombre con un televisor en la cabeza deja monitores antiguos en las puertas de las casa
En su interior, el velero es oscuro, angosto y funcional. Fue ligeramente adaptado para Thunberg, que viajará con su padre, Savante, y un cineasta, para los que se agregaron unas literas de estilo hamaca, colchones y cortinas. El barco no tiene cocina, más allá de un hornillo de gas para calentar agua y así rehidratar los paquetes de comida vegana liofilizada (el único combustible fósil empleado a bordo). El inodoro es un balde de plástico azul, que lleva escrito en rotulador negro "Solo caca, por favor", y que se usa con una bolsa biodegradable que puede tirarse al mar una vez utilizada. "El modo de vida en este barco es algo así como una acampada en la montaña, tienes un colchón y un saco de dormir, una linterna frontal y ya está", explicó Herrmann.
La joven activista descubrió el impacto del cambio climático a una temprana edad y logró sumar a miles de personas a su causa, generando tanto esperanza como ciertas críticas sobre su figura. En menos de un año, la humilde "huelga por el clima" de esta adolescente se convirtió en un movimiento mundial y logró que su nombres sonara como candidata para el Premio Nobel de la Paz de 2019. Por el momento, quiere llegar a Nueva York para participar en la Cumbre de la ONU sobre Acción Climática del 23 de septiembre.
Su lucha contra el cambio climático comenzó en agosto del año pasado, cuando empezó a faltar a clase los viernes para apostarse a las puertas del Parlamento sueco con un cartel y la consigna "Huelga escolar por el clima". Suecia, país poco habituado a las huelgas, estaba entonces inmersa en la campaña electoral para las legislativas, y los medios no prestaron mucha atención al mensaje de Thunberg, pero ella continuó su protesta semanal con diligencia hasta su graduación.
"Planeo continuar hasta que Suecia se conforme al Acuerdo de París sobre el clima, y eso puede llevar un tiempo", dijo a finales de 2018 durante una manifestación ante el Parlamento sueco. Su lucha, bautizado "Fridays For Future" se expandió después por todos los continentes, y miles de jóvenes activistas celebraron sus propias protestas. Thunberg dio discursos ante líderes mundiales y fue portada de revistas como Time y Vogue, no sin generar ciertas críticas.
"No están obligados a escucharnos, después de todo solo somos niños", ironizó durante un discurso ante el Parlamento francés en julio, en respuesta a quienes ponían en duda su legitimidad para encarnar el combate contra el cambio climático, que la tacharon de "profetisa en pantalones cortos" y "Justin Bieber de la ecología".
A Greta Thunberg le llegó el interés por el cambio climático en la escuela, cuando tenía "ocho o nueve años". "Mis profesores me dijeron que debía ahorrar papel y apagar las luces. Les pregunté por qué y me dijeron que porque había algo llamado cambio climático y calentamiento global, provocado por los humanos", contó Thunberg. Entonces dejó de comer carne, beber leche y comprar cosas nuevas, a no ser que fuera "absolutamente necesario", y toda la familia se adaptó a su nuevo estilo de vida.
Su madre, Malena Ernman, una cantante de ópera que solía viajar por todo el mundo, dejó de tomar aviones y ya solo actúa en los países nórdicos. Ernman, el padre de Greta, Svante Thunberg -un actor reconvertido en productor-, y su hermana pequeña, Beata, fueron conscientes de lo mucho que le atormentaba la cuestión climática cuando, con 11 años, cayó en depresión. La adolescente dejó de comer, empezó a faltar a clase e incluso dejó de hablar.
A los 12 años, se le diagnosticó síndrome Asperger, un trastorno del espectro autista. "Mi cerebro funciona un poco diferente, así que veo el mundo desde otra perspectiva", explicó Thunberg. "Soy muy directa, digo las cosas como son y cuando decido hacer algo, lo hago sin dudar", agregó, considerando que su diagnóstico es una fortaleza. A finales de mayo, anunció que se tomaría un año sabático para viajar a América para una serie de encuentros sobre cambio climático a lo largo de varios meses. "Tenemos que aprovechar para actuar ahora porque dentro de un año podría ser demasiado tarde", alertó.