opinión

Andar y pensar

El poeta es el que anda en algo, y ese andar en algo implica pensar en algo.

El logo de Editorial Perfil Foto: Cedoc Perfil

Entre otras razones, me gustan las editoriales Seré Breve y Mansalva porque publican libros de entrevistas a poetas, o textos en torno a la poesía. Por supuesto que también publican poesía, pero a mí me interesan por igual esos escritos algo más laterales en los que la obra del poeta se despliega desde otro lugar igualmente valioso. Desde ya el hecho de que un poeta hable sobre su obra (o sobre lo que sea) no lo vuelve interesante de por sí. Como en todo, hay algunos que tienen una mirada lúcida, otros que no, otros que más o menos. Pero los libros que vienen publicando ambas editoriales por lo general compilan entrevistas que sí dan a pensar, que permiten establecer una discusión crítica.

Seré Breve publicó recientemente de Joaquín O. Giannuzzi, De la poesía lo espero todo. Entrevistas a un pesimista jovial (compilación de Jorge Fondebrider) libro que, ya desde la primera entrevista, abre con esta frase de Gianuzzi: “Cualquier pregunta referida a la poesía me asusta”. A lo largo del libro veremos que, en realidad, ese temor se troca en discreción, en precisión, en el diálogo entre poema e idea, y en la distancia entre pesimismo y escepticismo. Libro por demás interesante que se suma a la serie de libros de la misma editorial con entrevistas a Osvaldo Lamborghini o Irene Gruss. En otra dirección, Mansalva publicó en estos días Contra los miserables. Conversaciones con Juana Bignozzi, compilación de Osvaldo Aguirre que reúne entrevistas realizadas por María Moreno, Martín Prieto y D.G. Helder, Valeria Tentoni, entre otros. El tono de Bignozzi en sus entrevistas es el de un fuerte decir. De alguna manera, muy lejanamente, y con muchas diferencias, hay también algo de ese tono del fuerte decir en No más tadeos, el libro de Seré Breve de entrevistas a O. Lamborghini. Nacida una en 1937 y el otro en 1940, fuera de eso con pocos puntos en común (tal vez el punto en común se encuentre colocado a posteriori: ambos fueron muy leídos por los poetas de la llamada “generación del 90”) sin embargo, hay algo, tal vez generacional, en el hecho de buscar en las entrevistas una voz fuerte (a diferencia de Giannuzzi, de una generación anterior, que hace de la vacilación y de cierto tono distraído su carta de presentación). Es como si Bignozzi leyera poesía buscando ese tono fuerte: “Girri, más allá de que nos guste o no, es un poeta intenso y se lo puede leer, sugiere cosas, dice algo”. El poeta es el que dice algo, el que tiene algo para decir. “¿Cómo lee?”, le pregunta María Moreno. Y Bignozzi responde: “Como un general en jefe”. Y a Prieto le dice: “No soy una poeta política. En todo caso, soy una poeta ideológica”. En el encabezado de una entrevista de 2010, en una revista en ese entonces semanal, Jorge Fondebrider describe con precisión el tono de su entrevistada: “se hace evidente que su poesía no admite medias tintas y su conversación, mucho menos”. En otra entrevista, discurriendo sobre la generación del 60, Bignozzi dice: “Nosotros éramos antes que nada gente que estábamos en esto o aquello. Yo sigo preguntando: ‘¿en qué está fulano?’ ‘¿Qué piensa?’, ‘¿Qué piensan de qué?’, me contestan”. El poeta es el que anda en algo, y ese andar en algo implica pensar en algo. Bignozzi anda y piensa. Y la poesía no es ajena a esas dos dimensiones que se entrelazan de un modo dialéctico.