Cambio de época
La extensión en el tiempo de las medidas de aislamiento social, más allá de lo que en el año 2020 impuso la necesidad de prevención sanitaria, ha sido especialmente analizada y cuestionada, entre otros, por Franco Berardi. ¿Qué supone, qué efectos tiene, seguir vaciando los espacios comunes del estar con otros, para quedarse cada cual solo en su casa? Aulas universitarias, oficinas, redacciones de diario: lugares en los que, mal o bien, se estudia o se trabaja junto con otros. Y esos otros están ahí, donde está uno; no son caras mal pixeladas en una pantalla restringida, figuras finalmente remotas ya sin cuerpo y sin presencia real, o ausencias, directamente ausencias, apenas sombras a conjeturar.
Promover el aislamiento social, como se hace en muchos casos actualmente, va en desmedro, entre otras cosas, del sentido del compañerismo (y no sólo del sentido, sino de su vivencia concreta); eso que ocurre cuando estudiamos o trabajamos con otros, y que es distinto por definición a la relación que entablamos con amigos, conocidos, parientes o vecinos. Incluso en ámbitos en los que la palabra “compañeros” es posiblemente la más pronunciada de todas, se admite o se promueve que se dicten clases o se cumplan tareas aislando a cada cual en su casa, bajo una disposición estrictamente individual, vale decir, con otras palabras, anulando de hecho la instancia en la que hay compañeros.
Al dañar sostenidamente la existencia de compañeros, se perjudica por definición el hábito de compartir tiempo y espacio, de colaborar, de considerar, de tomar en cuenta: todas cosas buenas. Pero entiendo que se devalúa también la condición del mal compañero, ahí donde el mal compañero no deja de ser una variante del compañerismo. El mal compañero mascullaba solapadamente, en rincones y entresijos, sus rencores mal resueltos, la estéril maceración de su resentimiento venal; ahora, aislado socialmente, los expele desde su casa, ya sin contención ni reserva, en un bochorno de redes que ni siquiera advierte.
La de “Llegó para quedarse” es a menudo una fórmula de resignación, antes que una elección bien sopesada.
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