Hijo de Internet, las ganas de ser visto y de la escasez presupuestaria, el stream es tan poco excluyente como para hacer convivir estupidez, avive, rosca, bajada de línea, intervenciones valiosas y chismes. Aunque no goce de las prerrogativas de la tele, repite el esquema figura-cámara-espectador y tiene su propio Martín Fierro, que este año se otorgará el domingo 14, sin que Susana y Mirtha deban estar presentes. Los mejor financiados son parte de emprendimientos más grandes. Algunos entretienen con celebridades conocidas fuera de la virtualidad y un despliegue técnico de alto nivel; otros son el brazo digital de alguna militancia, con su previsibilidad temática y sus comunidades dogmáticas y agresivas. El resto suele pelearla entre decorados que no son decorados, problemas de sonido, inestabilidad laboral y autoexplotación. El diagnóstico sobre política nacional acumula opinólogos repitiéndose tanto en programas de gran audiencia como en los que ven cuatro gatos locos. Pero la expansión constante que propicia la aceptación del amateurismo –cuando no de la chantada–, tiene la poesía de permitir que el éxito aparezca allí donde nadie daba dos mangos.
Cabaret Voltaire, (Brindis TV) conducido por Tomás Trapé y Mauricio Vera, logró ser el programa político de crecimiento más rápido a nivel nacional y el más visto en las provincias, habiendo nacido lejos de CABA, en Rosario, sin capital ni padrinos. Confinado al incierto rubro Federal de los Martín Fierro, sustituto del todavía más discutible Interior, interactúa a menudo con varios de sus pares porteños provistos de espaldarazos de la corporación política y privados, ternados en rubros que no suenan periféricos sino centrales. Con el análisis de libros tan distintos –aunque se llamen casi igual– como Teoría del peronismo, de Alberto Buela, o Teoría de la militancia, de Damián Selci, y diversidad de entrevistados (Ernesto Tenembaum, Aldo Duzdevich, Carola Renaud, Juan Jose Borrell o Julia Rosemberg, entre muchos otros), Cabaret Voltaire prueba que el formato impacta más por la selección del contenido y el trato que se les da, que por la ubicación geográfica. ¿Son plausibles las razones que hacen que lo producido en las provincias no compita con lo hecho en Buenos Aires? Quizás, los Martín Fierro 2026 deban federalizarse omitiendo, justamente, el rubro Federal. Si un streamer puede sentirse por un rato como una estrella de la tele, un espectador puede fantasear, aunque sea a partir de algo tan fugaz como la entrega de un premio, que Argentina es una sola.