Contrainteligencia
Era un vuelo chárter y cubría la ruta Varsovia-Polvdiv, de Polonia a Bulgaria. Al aproximarse al aeropuerto de destino, sin embargo, algo sumamente extraño ocurrió: colapsaron los sistemas de navegación GPS con los que había que orientar el aterrizaje. Y entonces hubo que recurrir de apuro a los viejos mapas impresos, como quien manotea la Guía Filcar del asiento trasero del auto o revuelve la guantera para dar con el mapa rutero adquirido oportunamente en el ACA (Sede Central). En el avión afectado viajaba Úrsula von der Leyen, presidenta de la Unión Europea nada menos. Iba a reunirse con Rosen Zhelyazkov, primer ministro búlgaro, cosa que finalmente se concretó. Pero ese grave incidente previo llevó a pensar en una maniobra artera por parte de los inefables servicios secretos rusos. Quién otro, sino Putin, podía estar detrás de todo esto.
Al rato fue el propio Zhelyazkov quien descartó tales conjeturas. No fue nada, atenuó; el sistema se cae cada dos por tres, dejemos de lado a los rusos. Esta oportuna intervención habrá traído alivio a los búlgaros, y acaso a la Unión Europea en general; pero no hace sino aumentar los motivos de preocupación para nosotros, los argentinos. Porque eso indica que los servicios secretos rusos contaron con más tiempo y con más agentes disponibles para infiltrarse y espiar en asuntos tales como la persistente corrupción estatal o el venal destrato a los discapacitados, menudencias con las que intentan distraernos de las cosas que verdaderamente importan (yo mismo, por lo visto, me distraje, pues en este momento no acierto a mencionar ninguna).
Pero nada distrae ni distraerá, en cualquier caso, a nuestros superagentes de la contrainteligencia, que siguen atentos la pista rusa que ya señalaron: una que va de Putin a Jorge Rial, de Putin a Matías Toviggino. El que no ve es porque no quiere ver. ¿A quién remite, sino a Mijaíl Bajtin, un canal de streaming que se llama nada menos que “Carnaval”? ¿A quién, sino a Bajtin y al círculo de Bajtin? ¿Y cuánto hace que está el fútbol argentino infiltrado por los Ribolzi, por los Hrabina, los Abramovich, por los Verea, por los Zielinsky y hasta por un inesperado Rodríguez? Putin no habrá permanecido ajeno a Lucho Avilés y la cultura del chimenterío. Putin no habrá de estar ajeno a esos extraños penales que le dan a cada rato a Barracas Central.
Hay una pista rusa, eso está claro. Estamos en la mira de Putin. Pero nosotros somos repiolas, nosotros somos unos vivos bárbaros. A nosotros no nos van a agarrar.
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