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Cuento, poesía y camisas

El logo de Editorial Perfil Foto: Cedoc Perfil

No voy a decir la marca. Me muerdo los dedos. Solo me atrevo a comentar que en las calles de Las Flores dicen que es “ropa de primera”. En todo caso, la nostalgia me condujo a la tienda donde Bioy Casares, Silvina y amigos solían comprar sus camisas, cuando pasaban largas temporadas en Rincón Viejo, la estancia de los Bioy en Pardo a veintipocos kilómetros de la ciudad de Las Flores. 

Cierto que eran épocas de apresto y telas naturales, pero aún hoy en esa esquina sobreviven el lino, y algunas fantasmas de la literatura. Huele a pasado, pero no añejo. Todo lo contrario, a historia vivida con la gracia de la ficción. La ciudad de Las Flores está tejida con palabras. Llegar a la plaza principal, sentarse en el banco donde Silvina descansaba bajo los árboles, leyendo un poema de Alejandra, Olga Orozco, tal vez Borges. O espiar por la ventana de la casa donde vivía el médico de la familia, la misma donde transcurre uno de sus mejores cuentos, “Autobiografía de Irene”. Algunas personas –fundamentales– entendieron la importancia de los escritores que rara vez llegan al monumento o a las calles y sin embargo le dan vida al pasado, a veces más poderosa que la institucional. Los organizadores del Premio Nacional Adolfo Bioy Casares, de cuento y poesía, advirtieron la incidencia –¿mágica?, ¿fantástica?– de estos escritores en la historia de la ciudad. El coordinador del concurso, casi de cuento, Axel Díaz Maimone, es un ejemplar único que moviliza y renueva este galardón nacional que está a punto de cumplir 20 años; infaltable también la presencia de la secretaria de Educación, Silveria Giménez; y el apoyo continuo del intendente, Alberto Gelené, cuyas palabras pronunciadas en la última entrega demuestran que no hay difusión cultural sin política y tampoco política sin cultura. La lectura de los poemas y cuentos de los ganadores coronó una noche de aplausos y felicidad, precedida de una disertación conjunta de Germán Álvarez y Laura Rosato, directores del Centro de Estudios Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional, sobre el cuento “El Aleph”, llena de gracia y complicidad. 

Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo se casaron en la iglesia de Las Flores en 1940. Como ya convivían –escandalosamente para la época, ella le llevaba once años–, los obligaron a realizar la ceremonia en una de las naves laterales. Traviesos y liberales, parece que siguieran rondando por la zona, despilfarrando anécdotas, jugando a no ser vistos. En cada edición del concurso, surgen nuevas historias, de algún modo cumpliendo con la consigna de Silvina cuando se propuso escribir su autobiografía, titulada “Invenciones del recuerdo”, dándole rienda suelta al pasado.

Me llevo del presente bellos cuentos leídos y poemas escuchados. También, por supuesto, otra camisa. Leo en la etiqueta: “lavar con agua fría”, “secar suspendido”. Seguiré las instrucciones, algo me dice que las camisas de Las Flores tienen una estrecha relación con las palabras que se tejen en las calles.