manoseos

Elecciones y erecciones

El logo de Editorial Perfil Foto: Cedoc Perfil

Escucho a Emilio Monzó decir, con todo respeto, que no puede ser que una persona que hasta hace un año y medio trabajaba de repostera se ocupe ahora de manejar los asuntos de Estado, y recuerdo una frase de un político ruso citado por nuestro presidente que decía que una cocinera debía ser capaz de gobernar un país. No, no es un buen comienzo para una columna literaria. Probar otro.

Algunos perdidosos de las elecciones en la provincia de Buenos Aires dicen que a los votantes de los triunfadores les gusta cagar en un balde. Algunos datos duros recuerdan que en anteriores gestiones de gobierno esos triunfadores hicieron obra pública como nunca antes  y que en cambio los derrotados del domingo redujeron la inversión en puentes, escuelas, caminos, cloacas a cifras ridículas, dejando además a mitad de camino obras a medio construir y sin mantenimiento las ya hechas. Eso, según expertos en psicología de masas que van desde la China hasta Groenlandia, probaría que tal denostación debe leerse en términos invertidos, y que son ellos mismos quienes usan el balde, puesto sobre sus cabezas. Tampoco. Feo para una columna literaria. Recuerdo los días en el jardín de infantes de mi infancia, la negra abertura a ras del piso, con el dibujo en cemento blanco de dos zapatos de adulto, uno a cada lado del agujero, y el terror de caer allí y hundirme en lo negro y sucio y ciego. Menos aún. No es fino.

Recuerdo un añejo combate de box de Víctor Galíndez, campeón mundial argentino. Su rival norteamericano lo venía moliendo a trompadas y round tras round yo esperaba el momento de la resurrección. Se decía que nuestro héroe era capaz de remontar la adversidad y meter el tortazo providencial segundos antes de que terminara el combate. El milagro no ocurrió. Tiempo después, Galíndez murió atropellado durante una carrera automovilística cuando caminaba al borde de la ruta. Luego pienso en Milei y me da pena. Mascarón de proa de una sola causa, artífice de malas prácticas y factótum de un cúmulo de desgracias de las que nos resultará muy difícil recuperarnos (hoy todos somos Galíndez), lo veo navegando entre Escila y Caribdis y escuchando el canto de sirenas de la patria financiera. Después pienso en los manoseos y sacudones de su fálica motosierra en campaña, y recuerdo que la motosierra es instrumento privilegiado del cine de terror, recuerdo fragmentos de nuestra historia y la pena se me disipa al instante. Claro que la realidad es otra cosa, claro...