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Ni mejor ni peor

. Foto: Cedoc Perfil

Descubre con la pandemia que ya antes de la pandemia reaccionaba con un respingo ante el tosedor desinhibido que omitía cubrirse un poco la boca (con la mano, con el pliegue del codo, con el brazo o con lo que fuera); y otro tanto con el que estornudaba en una explosión sin matices de mocos arrojados al mundo en forma de rociado general.

Descubre con la pandemia que ya antes de la pandemia vivía con cierta aprensión el gargajo de bicisenda; la intuición, finalmente certera, de verse escrupulosamente escupido por razones de aerodinamia, toda vez que el expectorador fuera justo adelante y girara en parte el torso para mejor proferir su esputo.

Descubre con la pandemia que ya antes de la pandemia daba dos o tres pasitos hacia atrás (a la manera de las barreras en los tiros libres, solo que en sentido inverso: reculando) ante esos interlocutores tenaces que, para contar una simple anécdota u ofrecer un argumento enfático, procuraban una cercanía de rostros más propia de la intención de un beso o de un secreto.

Descubre con la pandemia que ya antes de la pandemia prefería no tener que comer sobre los restos de migas y turbios lamparones de los que habían comido justo antes en esa misma mesa de bar o de restorán: ya antes le entraba la ansiedad del trapito frotado con esmero.

Descubre con la pandemia que ya antes de la pandemia le disgustaba que le babeasen la cara los leves desconocidos, si es que no los desconocidos totales, tanto como tener que babearlos a su vez para no pasar por arisco en la escena del saludarse.

Descubre con la pandemia que ya antes de la pandemia prefería no estrecharse en fuertes abrazos fraternos con aquellos que no eran exactamente fraternos suyos, a falta de vínculos tan fuertes o tan estrechos como ese mismo estrujarse. Con darse la mano estaba bien. Incluso podía estar bien con un cordial cabeceo sonriente.

La pandemia no lo hizo ni mejor ni peor. No cumplió funciones morales o pedagógicas en su vida. No lo indujo a figurarse un paladín del sanitarismo, tampoco un paladín de la libertad (las dos variantes, al fin y al cabo, coinciden en un mismo figurarse paladín, un mismo autopercibirse heroico). A lo sumo le aportó, llegado el caso, con más sencillez y menos trascendencia, un cachito más de conciencia de sí, una noción un tanto más ajustada de sus propias preferencias, de sus gustos y sus disgustos, sin un antes y un después.