OPINION

¿Odiar a la Patria o al Instituto?

1869: Única foto de la casa original de la inde-pendencia en Tucumán antes de ser demolida. Foto: Cedoc

“Toda arqueología, explícita o implícitamente, trata del presente, de las relaciones de poder que salen a luz cuando se presta atención a historias de medios olvidados que no alcanzaron hegemonía”.
(Jussi Parikka, profesor finlandés: “Una geología de los medios”)

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Tras otro aniversario del  9 de Julio resulta oportuno leer el reportaje al director del Museo Histórico Nacional y ex director del Museo del Cabildo y la Revolución de Mayo, Gabriel Di Meglio, para quien “el plebeyismo es anterior al peronismo” y tuvo un protagonismo fundamental en el “quiebre brutal que da lugar a la independencia”.

La geología es una de las disciplinas de indagación: investiga los cambios de los reinos orgánicos e inorgánicos; la historia investiga los cambios en el reino moral. Excavar en el tiempo extendido que constituye nuestra argentinidad resulta apropiado para hacer un juicio crítico de las recientes declaraciones de Cristina Kirchner sobre los opositores más duros: “En algún momento pensé que no nos quieren a nosotros (los kirchneristas), creo que en el fondo no quieren a la Argentina, siento que a los que odian es a los argentinos y no lo quieren decir”. Y las declaraciones de su hijo Máximo: “Haber llegado al punto de que una revista extranjera validara una vacuna habla de la falta de autoestima que tenemos como país (...) no hace falta que el presidente de los Estados Unidos diga  para que sea cierto que el trabajo es importante”.

El significado que en la Argentina le damos al término persa cipayo tiene en México un significante más literal, “malhinchista”: quien hincha por los contrarios. Probablemente porque su madre patria Portugal sea más pequeña que su  ex colonia, en el caso de Brasil la palabra portuguesa “cipaio” carece de otra connotación que la que se refiere a su origen: soldados hindúes al servicio del ejército inglés. Pero en el resto de Hispanoamérica cipayo es la forma traslaticia de traidor, del connacional que lucha contra los intereses del país y a favor de la metrópoli según las épocas, Madrid, Londres o Washington (también Nueva York y Miami, según estéticas).

 Lévi-Strauss explicaba que “el bárbaro ante todo cree en la barbarie”, sentencia aplicable tanto a los nacional-populares aferrados a mitos y que confunden tradición con cultura, como a sus extremos oponentes, que creen en la verdad absoluta de ciertas escuelas económicas (“hay un solo camino”). El epistemólogo francés Michel Serres escribió: “No existe mito más puro que la idea de una ciencia pura de todo mito”.

Pocas veces resulta más adecuado el juego de palabras acerca del sujeto sujetado por su subjetividad (sujetualidad). Quizás a Cristina Kirchner y su hijo Máximo les falte leer más a Freud, quien explicaba magistralmente cómo el odio no es el opuesto al amor, que el opuesto al amor es la indiferencia porque el odio es un afecto, como el amor desavenido.

Se puede entender a quienes les repugna la actitud de muchos compatriotas y medios de comunicación que están convencidos de que en la Argentina se hace todo mal, como también a quienes así piensan y están desilusionados al punto de querer irse del país o desear hacerlo, aunque no puedan consumarlo. 

Un 9 de julio resulta fecha propicia para reclamar a unos y otros que dejen de cavar trincheras, en todo caso que la usen para enterrar al sepulturero simbólico interno del adversario ideológico. 

Hoy, nuestra verdadera identidad esencializada es la de ser el único país que pasó del progreso al pregreso. Nietzsche decía que “los grandes problemas son como el agua fría: hay que entrar rápido y salir rápido”. Vale seguir su consejo para recomendar utilizar toda la energía diferencial social para que nuestra incesancia adversativa tuerza en un punto su rumbo hacia el camino asociativo. Y que ese punto sea el día después de las elecciones de noviembre próximo, donde pueda quedar definitivamente demostrado que nadie consigue ir “por todo” y, en lugar de pronosticar  “el último gobierno populista de la Argentina”, se persiga el último gobierno agrietado del país. Parafraseando a Macri en la misma línea “que la Argentina, el primer país del mundo que tuvo grieta (entendida como la patología del exceso de disidencia), sea el primer país del mundo en superarla”.

La imagen que ilustra esta columna, tomada en 1869 por el fotógrafo italiano Angel Paganelli, es la única que queda de la Casa de Tucumán antes de ser demolida para reconstruir la actual siguiendo los planos elaborados a partir precisamente de esta única foto. Por los materiales de construcción de la época, la casa, que perteneció a la familia Laguna Bazán, se encontraba prácticamente destruida medio siglo después del 9 de Julio de 1816, cuando los veintinueve representantes de las Provincias Unidas en Sudamérica declararon la independencia. En 1904, después de haber sufrido modificaciones por su uso como oficina del Correo y juzgado federal, se la demolió conservando en pie solo el Salón de la Jura, para en 1941 reconstruirla a partir de la foto de Paganelli y declararla Monumento Histórico Nacional.

El fotógrafo Angel Paganelli había llegado a la Argentina en 1860 y junto a su hermano José montó una casa de fotografía con sede en Córdoba y Tucumán.  Treinta años después, en 1896, por problemas económicos, debió cerrar su casa  de fotografía y pasó el resto de sus días como empleado público en la Contaduría General de Tucumán.

La historia de Paganelli se repite hoy en la mayoría de los argentinos que perdieron su trabajo, una parte significativa de sus ingresos o sus bienes. La demolición y posterior reconstrucción de la Casa de Tucumán también resulta una metáfora de respuesta ante cualquier devastación que, en el caso de la Argentina actual, no solo es consecuencia de la pandemia, sino también de los errores de los gobiernos de Mauricio Macri y Cristina Kirchner acumulados. 

Llevamos tres pandemias. Es momento de ponernos de acuerdo.

 

Continúa: Lunes 15 de noviembre