Conjetura 1: “La limitación a que solo tres vuelos diarios puedan ingresar al país fue tomada para castigar –ya que nunca votarían al Frente de Todos– a las decenas de miles de argentinos que, con la excusa de irse a vacunar, fueron a hacer turismo a Miami consumiendo dólares”.
Conjetura 2: “La fabricación de la vacuna Sputnik en Argentina será la ‘vacuna Moyano’ porque el mayor inversor en el fideicomiso que financiará al laboratorio Richmond es Ricardo Depresbiteris, dueño de la empresa de transporte en la que tiene participación el líder sindical de Camioneros”.
Conjetura 3: “La atrasada autorización por decreto de la vacuna Pfizer y otras norteamericanas este viernes, para poder recibir inicialmente un lote aplicable a menores con comorbilidades, esperó medio año desde que estuvieran disponibles para beneficiar a dueño del laboratorio que fabrica en el país la vacuna AstraZeneca, Hugo Sigman, y a Carlos Slim, quien no está, como se dijo, donando dinero para que Hispanoamérica tenga vacunas fabricadas en México y Argentina sino para ganar ¿30 millones dólares? a pesar de ya tener una fortuna dos mil veces mayor”.
La batalla discursiva, tras palabras como varados, vacunagate o antes cepo, reflejan el estado del arte
La interpretación adecuada al mundo del espectáculo de las dos caras de Jano que representa la grieta para el episodio que se podría titular “Varados o turistas” la protagonizaron dos conductoras de medios audiovisuales: Úrsula Vargues y Yanina Latorre. Mutuamente se dirigieron a la otra así:
“¡Laven copas. Esa es la que va. Quédense allá y hagan su gracia. Exigen volver al país que odian. ¿Te fuiste? Pensaste que eras superior. ¡A la Argentina no entrás!” (Úrsula Vargues).
“Jodete, vos que estás en Buenos Aires y nos envidiás a gente como nosotros, que está en Miami” (Yanina Latorre).
Por su parte, la conductora de Telefe noticias Cristina Pérez conjeturó: “el Gobierno se venga de la clase media que no puede domesticar”. La idea de que Miami es el significante siglo XXI de lo que fueron Sodoma y Gomorra para la Biblia transciende la lucha de clases y encuentra sus significados más íntimos en preferencias estéticas.
Lo mismo que la lucha discursiva sobre si son “varados” o “turistas”, equivalente a la disputa alrededor del uso del término “cepo” hace un lustro. Al igual que entonces, hay comisarios políticos en ciertos medios prestando atención a que no se utilice la palabra varados para los argentinos que tendrán que esperar para regresar al país.
Las controversias sobre la forma de combatir el coronavirus y los fabricantes de vacunas son una fuente inagotable para los cultores de la polarización, de un lado y del otro, de referencias continuas donde descargar sus pulsiones inhibidas. Pero más allá de ese papel catártico de resentimientos, la pregunta importante es si las decisiones del Gobierno realmente están guiadas por el paradigma sigloventista de la lucha de clases, previa a la globalización y la caída del Muro de Berlín, o son otros los vectores que promueven sus acciones.
Otra perspectiva es la de un gobierno aterrorizado con la segunda y tercera ola de pandemia, especialmente el Presidente, que se levanta todas las mañanas con otros 600 muertos por covid. Pensar en cómo revisará sus actos cuando deje de ser presidente y con qué remordimientos podrá acecharlo su conciencia alcanza para imaginar una persona cuyo primer impulso sea cerrar.
Y que tampoco sea una excusa frente al escenario adverso que ya comienzan a mostrar muchas encuestas sino que realmente prefiera perder las elecciones antes que agregar cualquier nuevo arrepentimiento a los errores ya cometidos alrededor de la falta de compra temprana de vacunas norteamericanas.
Un ejemplo de ese estado de ansiosa sensibilidad sería la forma fulminante con la que despidió a Ginés González García como ministro de Salud, agigantando incluso la atención pública sobre el Vacunagate, neologismo que también generó debate sobre el uso de términos que cumplen la función bautismal denigratoria generando, de un lado y otro de la grieta mediática, la propensión o la represión a su uso. Contrasta la indulgencia que tuvo con Victoria Donda frente al pésimo ejemplo como empleadora que tuvo la directora del Inadi con la rigurosidad frente a su ex ministro de Salud.
Frutos y raíces de del odio tienen en el resentimiento y la frustración su principal combustible
Ayer se confirmó que se sumaron dos nuevos pasajeros llegados del exterior en la semana contagiados con la variante Delta. Ambos contaban con PCR negativo tanto antes de tomar el vuelo como a la llegada a Ezeiza, pero una semana después dieron PCR positivo con variante Delta. Uno de ellos, el procedente de Estados Unidos, incluso se había vacunado con la monodosis de Johnson & Johnson. Mientras tanto, surge una nueva versión:
Conjetura 4: “Alberto Fernández no canceló su viaje a París invitado por Emmanuel Macron para la apertura del Foro Generación Igualdad 2021, acompañado por la ministra de las Mujeres, Género y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta, y la secretaria Legal y Técnica, Vilma Ibarra, debido a la nueva amenaza que representa la variante Delta y las propias restricciones a la llegada de aviones que él mismo dispuso, sino porque Cristina Kirchner se lo impidió al grito de: “¡Basta de lunas de miel!”.
Las raíces de la grieta las plantó Cristina Kirchner en su última presidencia, los frutos los cosecha Alberto Fernández.