Ahora que se habla tanto de la hidrovía por donde salen los barcos con la soja que exportamos, vale una reflexión. Si Estados Unidos quisiera enfrentarse militarmente a China, no tendría que gastar mucho. Le alcanzaría con bloquear la salida de barcos del Río de Plata y puertos de la provincia de Buenos Aires, más los de Brasil entre Porto Alegre y Santos, y en no muchos meses la población china comenzaría a padecer hambre porque sus reservas de granos y alimentos derivados alcanzan para dos meses.
Por la hidrovía del río Paraná fluye un suministro vital para la alimentación del pueblo chino
Los bloqueos de puertos son anteriores a la Guerra Fría: durante la Segunda Guerra Mundial, los alemanes trataban de destruir el corredor que llevaba alimentos a Inglaterra. Luego las bombas atómicas crearon otro tipo de amenaza. Ese temor a la mutua destrucción terminó produciendo la mutua disuasión.
Pero el fin de la Guerra Fría, con la extinción de la Unión Soviética y simultáneamente del temor de una guerra nuclear, no solo relajó al capitalismo en su competencia por generar mejoras en las condiciones de vida llevándolo al opuesto: en las últimas tres décadas la riqueza agregada se concentró en pocas manos, sino que relajó la política, creando la polarización.
La polarización es multicausal y tiene también uno de sus orígenes en las nuevas posibilidades técnicas de los medios de comunicación, pero el principal factor fue la desaparición de un enemigo exterior precipitando que en Estados Unidos los dos partidos que compiten en las elecciones dejaran de cooperar en la acción de gobierno. En el sistema parlamentario, el jefe de Estado tiene facilitada la aprobación de leyes porque su elección surge del acuerdo de una mayoría parlamentaria. En el sistema presidencialista, y más aún con bipartidismo, casi ningún presidente cuenta con mayoría parlamentaria en las dos cámaras. Sin una causa superior que obligue a un comportamiento cooperativo, la tentación de bloquear la acción del adversario tiene muchos incentivos.
Por el bloqueo de oposición a las leyes de oficialismo, aun gobiernos con ideas correctas y políticos bien intencionados no logran completar su instrumentación haciendo progresivamente al Estado ineficiente y al país, menos competitivo. Esto es lo que viene sucediendo en Estados Unidos frente a China, primero en la industria clásica y últimamente hasta en tecnología.
En China, al estar permitido solo un partido, los poderes Legislativo y Ejecutivo son prácticamente el mismo, no existe polarización y su sistema de decisión es más veloz. Si el plan a aplicar fuera el adecuado, avanza mucho más rápidamente en dirección al progreso económico.
Así, China vino creciendo estos últimos treinta años cuatro veces más por año que Estados Unidos, al punto de desafiarlo –por ahora– económicamente. ¿Alcanzará la amenaza china un nivel de peligrosidad que se vuelva tan intimidante como para hacer deponer a los dos partidos mayoritarios de Estados Unidos sus diferencias cotidianas para unirse en políticas de Estado frente a una amenaza externa común?
Por lo dicho al comienzo de esta columna sobre la hidrovía, donde los barcos que salen del Río de la Plata y sus alrededores del Océano Atlántico representan la fuente primaria de granos que precisa importar China para abastecer de su cadena alimentaria, no parece ser hoy un enemigo militar atemorizante para Estados Unidos, como sí lo fue la ex Unión Soviética con su armamento nuclear. China tiene una debilidad de suministros mientras que la ex Unión Soviética podía ser autosuficiente con sus recursos naturales.
Pero el verdadero talón de Aquiles de China está casualmente en lo que hoy es su ventaja: un sistema político no completamente democrático, sin división de poderes ni competencia parlamentaria que, al carecer de una superioridad ética, precisa legitimarse solo en los resultados, bajo la exigencia de producir continuamente mejoras económicas en su población.
Pero algún día China habrá convertido a casi toda su población pobre en clase media y, cuando haya terminado de recuperar completamente el terreno perdido, el crecimiento pasará a ser leve o casi nulo en la percepción de sus ciudadanos, y allí el sistema de partido único no tiene la válvula de escape de las democracias occidentales, que es la del cambio del partido gobernante con alternancia en el poder. Su sistema de partido único podría morir de éxito al haber agotado su ventaja para su población.
Un síntoma de la latencia escondida de ese problema fue, primero, el encarcelamiento del fundador del diario Apple Daily, luego la detención de varios funcionarios junto con sanciones económicas que llevaron al diario a no poder seguir editándose a pesar del extraordinario éxito, con ediciones de medio millón de ejemplares de promedio para una población de alrededor de 7 millones de habitantes.
Hong Kong, en términos económicos, ya estaba completamente desarrollado por los ingleses al devolver su colonia a China en 1997. Nulo fue el progreso económico que pudo producir la asertividad del sistema de partido único y Hong Kong, con sus persitentes protestas, podría ser una imagen de la China continental de dentro de algunas décadas.
La clausura del diario Apple Daily es la mejor demostración de incapacidad del régimen para metabolizar disidencias. La represión la sofoca pero no la anula porque es incapaz de erradicar las causas que promueven la disidencia. “Lo que es demasiado duro se quiebra”, explicaba Lao-Tse en el siglo VI antes de Cristo en el Tao Te Chin, libro esencial del taoísmo y recopilación de sus enseñanzas.
La intolerancia a una prensa independiente, que es la punta del iceberg del sistema de balance y división de poderes, demuestra la incapacidad del actual sistema de avanzar en su progresiva adaptación. Más tarde o más temprano, medido en décadas, China atravesará una crisis pero, mientras tanto, Estados Unidos tiene la oportunidad de encontrar a un “querido enemigo” que le permita superar la polarización que amarra a su clase política y lentifica el progreso económico de su población. Para Argentina es una señal amarilla: algún día Estados Unidos podrá demandar alineamiento irrestricto, como fue durante la Guerra Fría, y nuestro comercio verse afectado.
El cierre del diario Apple Daily de Hong Kong es un anticipo de la crisis de la futura China
Es un tema crucial para Argentina. La multiplicación por cuatro de la población mundial entre 1920 y 2020 (de 2 mil a 8 mil millones de personas), sumada al aumento de nuestra productividad en la creación de materias primas (no solo granos), volvió a darle al país la oportunidad que perdió en 1930, cuando la riqueza generada por el campo dejó de ser suficiente para que Argentina continuara siendo un país rico.
De la guerra, en distintos planos que se desarrolle, entre Estados Unidos y China dependerá en gran medida parte del futuro de la economía argentina.