El 2025 de Luis Caputo termina con una foto que en enero parecía improbable: un primer testeo del reacceso a los mercados y una pax cambiaria lograda a fuerza de endeudamiento. Pero, detrás de la euforia de las pizarras de la City, la gestión económica se sostuvo sobre una arquitectura financiera compleja que priorizó el orden de la macro sobre la economía real. El año que comenzó con dudas sobre la gobernabilidad cierra con la certeza de un modelo que funcionó para los mercados pero que todavía no derrama en la calle, donde la recuperación es heterogénea y dependiente de un esquema de represión monetaria y anclas que empiezan a mostrar fatiga.
El dólar y la ingeniería de la escasez
La gestión cambiaria fue un ejercicio de pragmatismo forzado. Tras un verano donde la liquidación del agro amenazaba con sortear las reservas por un dólar considerado atrasado, Economía apeló en febrero a una baja temporal de retenciones que funcionó como un puente de plata hasta junio.
El esquema mutó en abril hacia la flotación entre bandas cambiarias ($1.000-$1.400), manteniendo el crawling del 1%, y el equipo económico permitió girar dividendos y flexibilizar el acceso al dólar minorista, pero a costo de mantener tasas reales positivas que asfixiaron el crédito productivo. Julio marcó el punto de máxima tensión con el fin de las LEFI y tasas de Lecaps al 70%. La frase de Caputo, "Si el dólar está barato, comprá campeón, no te la pierdas", quedó como la marca de lo que después sería una presión constante contra el tipo de cambio en medio de elecciones legislativas que tuvieron su etapa de temblor para el Gobierno tras el resultado desfavorable en las provinciales bonaerenses y de festejo tras las nacionales de octubre.
El salvataje de EE.UU. y la relación con el FMI
La estabilidad se logró vía geopolítica. En abril, el FMI desembolsó USD 20.000 millones de libre disponibilidad, un salvavidas financiero que actuó como combustible para sostener las bandas y nunca, en todo el año, dejó de reclamar por la acumulación de reservas. Un punto clave en el programa económico que firmó el Gobierno y que hasta el anuncio del cambio de esquema cambiario para enero, no había mostrado voluntad bajo la premisa de Milei de que la emisión monetaria interferiría con la inflación. Pero el verdadero salvataje llegó en septiembre con el respaldo del Tesoro de los Estados Unidos. La operación de swap y compra de pesos orquestada con Scott Bessent funcionó como un seguro de cambio implícito ante la volatilidad electoral.
Fue la señal política que evitó que la incertidumbre se transformara en corrida, permitiendo al Gobierno llegar a octubre sin devaluar, aunque a costa de sumar pasivos externos que condicionarán las cuentas futuras sin aún conocer las condiciones de ese préstamo.
En el año, el Central obtuvo financiamiento a través de dos REPOS —uno de USD 1.000 millones y otro de USD 2.000 millones— y Caputo se animó al primer testeo en el mercado local con la emisión del Bonar 2029 en dólares y una tasa de 9,26%. Un endeudamiento que el mercado tomó como “caro” pero que puede ser pista para una eventual salida a las pizarras internacionales en los próximos meses.
Actividad económica: el semáforo rojo de la industria
Los números del INDEC desmienten el relato de una recuperación generalizada. Si bien el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) mostró en octubre de 2025 un crecimiento interanual del 3,2%, la letra chica revela una economía a dos velocidades.
Mientras el sector financiero —la "economía de papel"— voló con un alza del 22,8% interanual, la Industria manufacturera cayó un 2,7% interanual, restándole 0,46 puntos porcentuales al crecimiento general. La construcción, motor del empleo no calificado, apenas aportó un marginal 0,15 puntos. Más preocupante aún es la dinámica de corto plazo: en la medición desestacionalizada, la actividad se contrajo un 0,4% respecto a septiembre, encendiendo las alarmas sobre un posible agotamiento del rebote.
La carrera nominal: precios y salarios
La desaceleración de la inflación, el principal activo político, muestra resistencias. Noviembre marcó un IPC de 2,5% mensual, acumulando 27,9% en el año y 31,4% interanual. Sin embargo, los precios Regulados (tarifas y servicios) subieron 2,9%, por encima del promedio, evidenciando que la corrección de precios relativos sigue presionando el bolsillo. Desde enero, este segmento tendrá especial tensión por el reacomodamiento de los subsidios a las tarifas de servicios públicos y sus aumentos.
Por el lado de los ingresos, la recuperación es estadística pero desigual. En octubre, el índice de salarios subió 2,5% mensual, apenas empatando con la inflación del mes siguiente. En la comparación interanual, los salarios crecieron 43,1%, superando al IPC, pero la dispersión es total: mientras el sector privado no registrado tuvo un salto nominal del 113,2% (partiendo de subsuelos históricos), el sector público quedó rezagado con un alza del 31,9%, apenas décimas por encima de la inflación, consolidando la pérdida de poder adquisitivo de los estatales.
Las ventas de juguetes para Navidad cayeron 6,9% con respecto al año pasado
El lado B: récord de salida de Inversión Extranjera Directa
La contracara del éxito financiero es el "efecto salida" en la economía real. Por primera vez desde 2003, la inversión extranjera directa (IED) muestra un saldo acumulado negativo. Datos del Banco Central confirman una salida neta de USD 1.521 millones entre enero y noviembre de 2025, rompiendo con los promedios positivos de la última década.
No se trata solo de flujo, sino de stock: multinacionales históricas están desinvirtiendo. ExxonMobil vendió sus activos en Vaca Muerta; Petronas puso en revisión su alianza con YPF; Procter & Gamble y HSBC traspasaron sus operaciones a grupos locales; y Carrefour busca comprador. La relajación del cepo, paradójicamente, no trajo capitales productivos, sino que abrió la puerta de salida para que las casas matrices ejecutaran su retirada.
La sangría del equipo económico
Mientras Caputo brinda por la baja del riesgo país, en el quinto piso del Palacio de Hacienda se respira un aire de despedida. El ministro perdió en el tramo final del año a sus dos alfiles más importantes: Pablo Quirno, el arquitecto de la ingeniería financiera, quien ahora es Canciller; y Juan Pazo, el secretario de Coordinación de Producción que funcionaba como el nexo con las empresas y ahora volvió a gestionar su propio negocio privado.
A estas bajas sensibles se suma una incertidumbre mayor para 2026: la continuidad de José Luis Daza. El viceministro, pieza clave en el diálogo con Wall Street, recibió una oferta formal de José Antonio Kast, el presidente electo de Chile, para asumir como su ministro de Economía. Si se confirma su partida, Caputo se quedará sin su mesa chica original, justo cuando el programa económico requiere sintonía fina para liberar el dólar y reactivar una economía que vuela en los bonos pero no despega en la fábrica.
La alianza con el establishment: festejo, reclamos y la deuda del cepo
El vínculo con el establishment refleja esta dinámica dual. Mientras los sectores estratégicos festejan los incentivos del RIGI, los rubros productivos pasaron el año reclamando una soga —ya sea vía un "mini RIGI" o tasas subsidiadas para sostener el consumo— para atravesar la caída de la actividad sin ahogarse en el intento.
Pese a esas tensiones sectoriales, el Gobierno logró alinear a casi todo el Círculo Rojo bajo el paraguas de la reforma laboral anunciada sobre el cierre del año. La medida funcionó como una ofrenda transversal al mercado, unificando expectativas y cerrando filas detrás de una modernización estructural que las cámaras empresariales reclamaban hace décadas.
Aun así, el idilio mantiene una última exigencia corporativa: la salida del cepo para las empresas. Aunque la reforma laboral endulzó los oídos de los directivos, la libertad cambiaria total y el giro de dividendos siguen siendo el reclamo persistente —y la condición necesaria— para que el sector privado valide definitivamente el rumbo económico de cara al 2026.
AM/ff