disenso y oposición

Sin la estabilidad macro no se puede; pero no alcanza

La representación política va desde la euforia quieta del oficialismo y una oposición que parece no salir del shock.

Perdidos ya. Foto: Pablo Temes

1. Parafraseando a Alberto Fernández: sin la estabilidad macroeconómica no se puede; con solo la estabilidad macroeconómica no alcanza. La historia del capitalismo, del capitalismo desarrollado es la historia de las políticas industriales. Si antes podría discutirse tal idea, en la época de China desafiando la hegemonía de los Estados Unidos, la necesidad de política industrial, de políticas industriales, parecería ser un axioma. No verlo nos enfrenta a un problema.

2. Martín Wolf, el célebre periodista del Financial Times, explicó una de las principales implicancias políticas de la situación actual. Dijo en un reportaje al diario El Comercio de Perú que “la percepción de que modelos autoritarios, especialmente en Asia Oriental, ofrecían resultados económicos superiores. China proyectó la idea de que la autocracia podía “funcionar mejor”. Cuando eso ocurrió al mismo tiempo que Occidente empezaba a mostrar signos de fatiga democrática –incluido Estados Unidos–, la confianza global en el modelo liberal retrocedió de manera notable”.

3. En la semana, Javier Milei se preguntó públicamente “¿y?” ante la alternativa de que haya personas que se queden sin trabajo. La respuesta recuerda al “¿qué quiere que haga?” previo a las elecciones cuando un periodista afín como Eduardo Feimann le preguntaba por el dinero que no alcanzaba luego del día 20 del mes. Si hay dos palabras que se parecen y debieran ser consideradas como opuestas, éstas son “prescidencia” y “presidencia”. Un presidente no puede considerarse prescindente de los temas que tienen que ver con el bienestar general. Considerar que la mejor política industrial es no tener política para el sector es un problema en pleno tardocapitalismo.

4. El disidente ruso socialdemócrata, encarcelado, Boris Kagarlitsky cuenta que “un ciudadano de la antigua Alemania del Este comentó una vez: «Ahora sabemos que todo lo que la propaganda comunista nos decía sobre el socialismo era mentira, pero todo lo que nos decía sobre el capitalismo era verdad». La responsabilidad sobre la política le cabe esencialmente al gobierno, sí. Y el gobierno está constituido en las democracias capitalistas por los tres poderes. Aquí, lo sucedido en la jura de los Diputados, el recinto convertido en una hoguera de vanidades diversas (entre las que se destaca en primer plano a la pareja de hermanos que maneja el ejecutivo), pero incluye a diputados oficialistas y opositores y personajes como Florencia Arietto, revela un punto nuevo de parálisis.

5. Javier Milei tiene en la política un escenario mucho más favorable que en la economía. Cuenta con una oposición paralizada, detenida en conflictos irrelevantes para la opinión pública, de los que difícilmente pueda zafar en lo inmediato. En el Congreso nacional se detuvo en peleas seguramente innecesarias; en la Legislatura bonaerense, Axel Kicillof debió llegar a un punto extremo para conseguir el acuerdo para la financiación de la deuda. La presencia de Cristina en la política, más allá de las controversias sobre su juzgamiento, actúa como el mundo ideal para el oficialismo. 

6. Una oposición que no entiende que sin estabilidad macro no se puede es lo que espera el oficialismo. La suma de consignismo más pelea interna, más parálisis, más melancolía, más corrección política irrelevante es también la contracara de una gestión que parece no tener límites. No encontrarse con ningún límite.

7. Salvando las enormes diferencias, es interesante revisar otros procesos históricos. Y si el Síndrome 1933 es una señal, analizar la literatura política sobre el fenómeno de los autoritarismos de la década del 30 del siglo pasado, sigue siendo una guía posible para entender los fenómenos. En el libro La dictadura nazi, el historiador Ian Kershaw analiza la dificultad de pensar la resistencia durante el régimen de Hitler. ¿Es lo mismo —se pregunta— un militante comunista o socialdemócrata que un conservador o un religioso que manifiesta disidencias con el régimen? Kershaw, luego de recorrer mucho de la literatura sobre el tema llega a la conclusión de que en ese período hubo tres niveles de enfrentamiento al gobierno. Señala que un primer nivel (y más extremo) es la resistencia. Pero que antes es posible encontrarse con matices: no es lo mismo resistencia que oposición. Hay (hubo) un nivel de la política que se opuso al extremismo de aquel gobierno. Y aún antes exitió otro escalafón: la disidencia, ante medidas puntuales y específicas.

8. Más allá del terror de entonces, estamos ante una clave. Falta una oposición que reúna a las disidencias y lo transforme en oposición: el peronismo no pudo incluir a los universitarios, las personas con discapacidad, los jubilados, los insultados por Milei. También hubo (hay) un alto nivel de prescindencia ante la realidad: la de incluir a los otros.

9. Otra periodista del Financial Times es Rana Foroohar. En una entrevista con el medio europeo Le Grand Continent, muy crítica con Donald Trump señala también la situación del progresismo. Dice que “Los Clinton abogaban por un giro a la derecha en lo económico y a la izquierda en lo social. Sin embargo, hoy en día, los candidatos que ganan las elecciones en Estados Unidos se posicionan a la izquierda en lo económico y son un poco más conservadores en lo social. Hablan menos de política identitaria y apoyan a la policía; se reúnen con la gente en un entorno social ligeramente más conservador, pero también hablan de accesibilidad financiera y desigualdades”.

10. Volvamos a Wolf: “Lo que vemos –en Turquía, en la India y en buena parte de América Latina– es un patrón recurrente. Los líderes populistas tienden a gobernar distribuyendo favores: a las Fuerzas Armadas, a ciertos empresarios alineados con el régimen, o directamente a familiares del gobernante. Es una lógica casi monárquica, en la que el poder se ejerce premiando a los aliados y castigando a los adversarios”. La parálisis de unos y la insensibilidad de otros es el problema. El progresismo debe saber con qué dirigentes ya no se puede ni tampoco alcanza. Y a partir de las disidencias, construir oposición.