Sin pecado concebida
Hay un problema epistémico en el peronismo. Personas con sólida formación académica padecen un exceso de disonancia cognitiva cuando se les pregunta cómo pueden sostener que Cristina debe quedar libre frente a la voluminosa acumulación de pruebas sobre participación en hechos de corrupción económica y seguir autopercibiéndose ser parte del Estado de derecho.
Primero argumentan que la Justicia es parcial, que persigue más a los peronistas, que Macri con los camaristas jugaba al pádel, etc. Cuando se les concede ese argumento, pero igual eso no quita que las pruebas en el caso de Cristina sean concluyentes, argumentan que los fiscales no buscan pruebas en el caso de Macri, y sí en el de Cristina, por ese mismo sesgo ideológico. Cuando se les concede ese argumento, pero el hecho de que no haya pruebas de todos los delitos no exime de condena por aquellos sobre los cuales sí hay pruebas, allí emerge el argumento de que no era dinero para ella sino para financiar campañas políticas (Cuadernos), como hacen todos los partidos políticos, también la mayor parte en negro. Y cuando se les concede ese argumento, pero que las campañas de los demás presidentes no precisaban recaudar dinero negro en la proporción en que lo hacían para las de Cristina Kirchner y que ningún expresidente tuvo un exsecretario como Daniel Muñoz con un patrimonio de 80 millones de dólares en paraísos fiscales o un exsecretario de Obras Públicas como José López, a quien se lo haya detenido escondiendo bolsos con 10 millones de dólares, allí la conversación pasa al nivel que corresponde: no es más epistémica ni atiende a los criterios de verdad, justificación y evidencia.
Un argumento final que refuerza ambas posturas del párrafo anterior es que la enorme cantidad de dinero que se recaudaba y surge de las múltiples pruebas no está en el patrimonio de la herencia de Néstor y el propio de Cristina Kirchner más el traspasado a sus hijos, pero que fuera “dinero de la política” no la exime de su responsabilidad por la administración final de esos recursos. Además de que el patrimonio que sí acumularon para ellos con compra de terrenos fiscales que luego revaluaban con inversiones públicas o ganancias de hoteles con habitaciones vacías pagas por contratistas del Estado, etc. –motivos también de otras causas (Vialidad, Hotesur/Los Sauces) por las que enfrentó y enfrenta otros juicios– no se corresponde con lo que podría acumular un matrimonio de funcionarios públicos, aun en la más alta escala, toda su vida.
“Cristina libre” no es una formulación del orden de la razón, sino de la creencia en forma de fe, de aquello que no precisa tener sustento probatorio. Por ejemplo, cuando el cardenal Beltramino le decía a Galileo Galilei que él no precisaba mirar por el telescopio porque le bastaba lo que decía la Biblia sobre que la Tierra era el centro del universo y el Sol era el que giraba en torno a ella. Y con todo respeto, como la Inmaculada Concepción por la cual la Virgen María “concibió al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo sin conocer varón” (Evangelio según Lucas), aunque la ciencia lo considere absolutamente imposible.
Los mitos cumplen una función en la cultura, dan sentido a la experiencia humana, evitan la tendencia al caos, además de la sinrazón, y ordenan la vida social produciendo cohesión. ¿Es “Cristina libre” un ordenador para el peronismo o la clave de la imposibilidad o dificultad para su organización?
Personalmente me inclino por lo segundo, porque percibo aún una mayor negación a reconocer –si deseamos mantener el Estado de derecho– que Cristina debe estar presa en aquellos peronistas que no son de La Cámpora o cercanos a la expresidente, lo que es fácilmente atribuible a la necesidad de sobreactuar para no resultar “traidores” o responsables de dividir el peronismo para que gane LLA y no dejar de empatizar con las bases, que agradecidas por las mejoras que obtuvieron durante su presidencia, e incluso con la esperanza de recuperarlas en un futuro, ven a Cristina como una figura a idolatrar.
Los ídolos deportivos que produjeron felicidad en determinados momentos también generan en sus admiradores negación frente a sus defectos, aun cuando estos puedan ser abrumadores. Maradona es el ejemplo paradigmático.
Si competirle abiertamente a Cristina Kirchner resulta un pecado dentro del peronismo, la posibilidad de renovación queda obturada y el peronismo en su conjunto, estancado.
En 2011, Jaime Duran Barba le recomendó a Mauricio Macri no competir por la presidencia en ese momento porque era “imposible ganarle a una viuda aún con luto negro”. Probablemente lo mismo piensen en el peronismo respecto de una interna: imposible ganarle a una detenida, aun simbólicamente, y la apuesta de Kicillof sea, contra la voluntad de Cristina Kirchner, ir lentamente absorbiendo sus seguidores a lo Gandhi, sin confrontar.
Y allí volvemos al problema epistémico del comienzo. Cristina Kirchner sostiene que a ella la condenan, no por enriquecimiento indebido, sino por las políticas que llevó a cabo contra factores de poder que hoy se cobran revancha. Y que a Macri no le buscan pruebas, no porque no las hubiera, sino porque sus políticas no fueron contra sectores de poder que buscaran castigarlo. O sea la corrupción, aunque real, es una excusa para su escarmiento.
Teoricemos entonces un Kicillof en 2027 electo presidente y, dado que no tiene sospechas ni denuncias de corrupción, ¿será igualmente penado por la Justicia con cualquier pretexto? Imagino que no. Paralelamente, quienes critican a Cristina Kirchner por “chorra” ¿criticarán a Kicillof con igual dureza basados en cualquier justificación porque lo que molestan son sus políticas? Imagino que sí.
La vida precisa cierta cantidad de mentiras para hacer llevadera la existencia: los poetas, los religiosos, entre otros, tienen como profesión crearlas. Entre los distintos comunicadores, los periodistas, con nuestro monopolio del lenguaje verista, tenemos la profesión contraria.
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