25 años sin Libertad Lamarque: qué significó para el cine y el tango y por qué su figura sigue tan vigente
Luz que atraviesa décadas, su voz sigue resonando como una lección de maestría en cada tango y bolero que interpretó. A un cuarto de siglo de su partida, su figura persiste como un fenómeno cultural cuyo legado permanece tan eterno como las notas más sentidas de su repertorio.
El 12 de diciembre del 2000, un telón se cerró sobre una de las figuras más grandes de la cultura popular latinoamericana: Libertad Lamarque. Aclamada como “La Novia de América”, la actriz y cantante argentina forjó una carrera que cruzó fronteras, generaciones y géneros, dejando una huella imborrable tanto en el tango como en la Época de Oro del cine mexicano con un brillo único perdurable y una elegancia artística inconfundible.
A 25 años de su partida, su legado resuena con la potencia de sus boleros y la gracia de sus papeles dramáticos.
De Rosario a la cima del tango
Eterna y carismática desde sus primeros pasos, nacida en Rosario, Santa Fe, en 1908, Libertad Lamarque se ganó el corazón del público argentino en la década de 1930. Su voz, potente y de vibrato característico, la convirtió en una figura central del tango y el radioteatro, un medio clave para la masificación de su imagen. Más allá de su talento vocal, fue su presencia escénica la que la catapultaron a la pantalla grande con notable velocidad.
Años después, su ascenso continuó sin pausas, y su debut cinematográfico en Adiós, Argentina (1930) y, en particular, su protagónico en El alma del bandoneón (1935), la establecieron como una de las actrices más rentables del pujante cine nacional. Se convirtió en la primera mujer en grabar la canción “Besos Brujos” y, junto a otras figuras como Tita Merello, definió la edad de oro de la cinematografía de Buenos Aires con impronta artística.
El exilio involuntario y la consagración en México
Un punto de inflexión crucial en su vida y carrera fue su traslado a México a principios de los años 40. Si bien las razones de su partida son a menudo envueltas en la leyenda —incluyendo un famoso y apócrifo enfrentamiento con Eva Perón—, lo cierto es que Lamarque encontró en la industria cinematográfica mexicana su verdadera plataforma continental, alcanzando un reconocimiento verdaderamente monumental.
En México, Lamarque protagonizó más de cuarenta películas, consolidándose como una de las reinas indiscutidas del cine azteca. Su imagen de mujer sufrida, de gran corazón y voz inigualable, resonó profundamente con el público. Títulos como Gran Casino (1947), dirigida por Luis Buñuel, y Vagabunda (1950) la cimentaron como un ícono panamericano. Su presencia era sinónimo de éxito de taquilla en toda Iberoamérica, de ahí su apodo.
La Última Función
A pesar de los años, su actividad nunca cesó. En las décadas siguientes, Lamarque mantuvo una intensa agenda de giras y grabaciones. Ya en los 90, la actriz regresó a las pantallas (esta vez las chicas) y al corazón de nuevas generaciones a través de la televisión. Su participación en exitosas telenovelas mexicanas como Mama y, la más recordada, La Usurpadora (1998), le otorgaron una popularidad renovada, demostrando su versatilidad y vigencia.
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Libertad Lamarque falleció en la Ciudad de México a los 92 años, mientras filmaba la telenovela Carita de ángel. A lo largo de su despedida quedaba un puente cultural que unió a Argentina y México, y una voz que musicalizó la melancolía y la pasión de un continente con intensidad humana.
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