La materia en acción

Cocina comunitaria, cuerpos de agua y hierro dulce en las nuevas muestras del Recoleta

Tres nuevas exposiciones abren el cierre del año en el Recoleta con propuestas que exploran la cocina comunitaria, los cuerpos de agua y el dibujo convertido en volumen, en un recorrido que une arte, materia y territorio.

La materia al poder: comida, hierro y agua toman por asalto las salas principales del Recoleta Foto: Prensa

El Centro Cultural Recoleta abrió su última gran apuesta expositiva del año con una triple inauguración que ocupa sus salas principales y propone un recorrido por algunas de las preguntas urgentes del presente. Desde la cocina como territorio político hasta el agua como cuerpo vivo y la línea de dibujo llevada al espacio, Políticas del sabor, Fronteras blandas y Visión imposible reactivan el vínculo entre arte, comunidad y ciudad en un mismo gesto curatorial.

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La jornada comenzó en la sala Cronopios con la apertura de Políticas del sabor, muestra colectiva curada por Larisa Zmud que se apoya en experiencias de cocinas comunitarias, comedores populares y proyectos artísticos situados para pensar cómo se sostiene la vida en contextos marcados por la desigualdad. La propuesta reúne obras, archivos, registros y dispositivos participativos que colocan al acto de cocinar en el centro de lo común.

La curadora retoma una investigación de largo aliento vinculada a su trabajo en el Comedor Gourmet de Belleza y Felicidad Fiorito, donde el hacer con otros y la comida se volvieron herramientas de imaginación política. Desde esa experiencia, Zmud rastreó proyectos colectivos en distintos territorios que usan la cocina como motor y corazón de la práctica, en diálogo permanente con el arte, los feminismos y las economías de cuidado.

En la sala, el visitante se encuentra con una constelación de materiales que desbordan la categoría tradicional de obra. Hay piezas de arte contemporáneo, pero también archivos ampliados formados por utensilios, manteles intervenidos, cerámicas, platos de servicio, banderas y registros de acciones colectivas. La cocina aparece como espacio donde se archiva la memoria y donde se ponen en juego formas de organización que resisten a la intemperie social y económica.

Uno de los núcleos conceptuales de la muestra reescribe la conocida consigna de sin pan y sin trabajo. Zmud propone un giro hacia con pan y con trabajo como forma de señalar prácticas que insisten en sostener la vida aun en medio de la precariedad. Ese desplazamiento se materializa en obras que piensan el pan en sentido amplio, desde las piezas gráficas de Clemente Padín hasta las máscaras de pan de La Chola Poblete o la serie del Grupo Escombros que problematiza la alimentación en la Argentina.

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La presencia del Museo del Puerto de Ingeniero White funciona como anclaje fundamental. La histórica cacerola manifiesto de la institución, las ollas utilizadas en comidas multitudinarias y el tendal de repasadores donados por la comunidad condensan décadas de trabajo colectivo. Cada paño exhibe huellas de uso, marcas de lavado y calendarios impresos que permiten leer la historia mínima de las cocinas domésticas y portuarias que sostuvieron, silenciosamente, la vida diaria.

La muestra también recupera el trabajo del Comedor Gourmet de Fiorito mediante platos cerámicos convertidos en esculturas que subrayan una idea central de la curaduría. Cada plato servido fue pensado como una pieza única, y al llevar algunos de ellos al espacio expositivo se vuelve visible la dimensión estética de prácticas que nacieron para garantizar un almuerzo digno a niñas, niños y vecinas del barrio.

En otro sector, banderas del movimiento de personas sin techo de San Pablo, vinculadas a la cocina comunitaria de la ocupación Nueve de Julio, se despliegan como emblemas de lucha. Estas piezas remiten a un trabajo sostenido por mujeres que impulsan ocupaciones urbanas, cocinas abiertas y formas organizadas de acceso a la vivienda, con la comida como herramienta de encuentro y redistribución.

La exposición incorpora lo que Zmud denomina programas íntimos, un giro respecto de la lógica habitual de programas públicos. En un espacio dispuesto como comedor o cocina ampliada, se prevén lecturas, encuentros y activaciones donde artistas, colectivos y visitantes vuelvan a compartir mesa. La apuesta consiste en entender que lo doméstico también es político y que lo íntimo puede convertirse en espacio público cuando se abre a otros cuerpos.

Fronteras blandas en la sala C del Recoleta

Desde Cronopios, el recorrido continúa hacia la sala C, donde se presenta Fronteras blandas con curaduría de Javier Villa y obras de Jimena Croceri, María Candelaria Traverso y Carlos Gradín. Allí, el eje se desplaza hacia el agua como recurso vital, materia indómita y fuerza capaz de articular comunidades, territorios e historias que suelen quedar fuera de cuadro.

Jimena Croceri trabaja en diálogo con el Riachuelo y con la comunidad de Villa Fiorito mediante prácticas colaborativas que inscriben la presencia del agua sobre telas y soportes porosos. Para esta muestra desarrolló una instalación textil que incluye paños enterrados en la orilla del río y luego recuperados, con marcas de inundación, sedimentos y restos de contaminación. Colgados en el espacio, recuerdan las imágenes históricas de ropa tendida junto a los ríos y homenajean a las mujeres que lavaron y retorcieron telas en las orillas del mundo.

La artista también presenta un video realizado junto a Natalia Labaké en el puente Avellaneda. Bolitas de arcilla vibran sobre la estructura metálica al paso del tránsito pesado y luego caen al agua, donde dibujan círculos concéntricos. La pieza establece un puente entre la ciudad y el río, entre el flujo urbano y el flujo natural, y devuelve al agua un protagonismo que la urbanización había relegado.

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Por su parte, María Candelaria Traverso desarrolla un cuerpo de obras cerámicas que nacen de su experiencia en Catamarca, en un contexto de construcción de vivienda y conflicto por el acceso al agua en la zona de la Talamanca. Sus guardianes del agua funcionan como pequeñas maquetas que combinan saberes de la arqueología regional, técnicas ancestrales con arcilla de río y una reflexión sobre las luchas actuales contra la expansión minera. Un gran mapa de barro, construido a partir de cordones cerámicos, evoca cuencas, ríos y flujos que desbordan las fronteras político administrativas.

El tercer vértice de Fronteras blandas lo ocupa Carlos Gradín, quien reconstruye el Mapa de la Buenos Aires antigua a partir de registros de un mural desaparecido ubicado en San Telmo. El artista recupera fotografías, capturas de plataformas digitales y huellas de obras previas para reactualizar una ciudad en la que los antiguos arroyos aún laten bajo el asfalto. En ese ejercicio de memoria aparecen también la presencia afroargentina, sitios vinculados al mercado de esclavos y otras historias desplazadas de los relatos oficiales.

Visión imposible de Mariano Ullua en la sala J del Recoleta

En la sala J, el recorrido concluye con Visión imposible, exposición individual de Mariano Ullua con curaduría de Carla Barbero. El artista marplatense presenta una instalación de gran escala realizada con hierro dulce trabajado como si fueran líneas en el espacio, en un gesto que traslada el dibujo al plano tridimensional y lo deja suspendido en el aire.

Las figuras se construyen sin maquetas previas, a partir de una línea de alambre que se dobla y se suelda en los puntos indispensables para sostener la forma. El resultado son cuerpos ligeros, casi transparentes, que se completan con la mirada y el movimiento del público. El color, incorporado de manera específica para esta muestra, introduce vibraciones ópticas que obligan al ojo a recorrer cada curva y cada giro de la estructura.

La obra de Ullua se caracteriza por el uso de materiales recuperados, técnicas artesanales y un humor que se filtra en títulos y situaciones. Su trayectoria incluye exhibiciones en Mundo Dios en Mar del Plata, en el Museo Macro de Rosario, en el CCEBA y en galerías como Piedras, Le Petit, Mite y Moria. En el Recoleta, ese universo se condensa en una instalación que parece hacer caminar al dibujo por la sala y que invita a pensar el vacío como parte activa de la obra.

El Centro Cultural Recoleta despide el año con una triple inauguración que traza un mapa de inquietudes actuales, donde la cocina, el agua y la imagen funcionan como lenguajes para pensar el presente desde nuevas sensibilidades.

Las muestras Políticas del sabor, Fronteras blandas y Visión imposible pueden visitarse con entrada gratuita para argentinos y residentes, de martes a viernes de 12 a 21, y los sábados, domingos y feriados de 11 a 21, en la sede de Junín 1930.