La historia es el viaje

Sebastiano Mauri invita a hacer con él un viaje chamánico que abre las puertas de la muerte y de la vida

“La nueva tierra” es una novela en la que el narrador aborda su experiencia con la ayahuasca paso a paso, como si cualquiera de los lectores se encontraran frente a esa experiencia. En ese camino de complicidad se comprende el dolor del protagonista, el horror ante la extinción del planeta y las cadenas que cada persona se autoimpone y lo complejo de la liberación.

Sebastiano Mauri Foto: Gentileza Adriana Hidalgo editora

El protagonista de La nueva tierra se encuentra en el Amazonas, convencido por su debilidad, su prima, y con el mismo grado de entrega y desconfianza, avanza en la experiencia de probar el ritual de ayahuasca. El escritor y artista ítalo-argentino Sebastiano Mauri vuelca esta historia de manera tal que no repele a incrédulos y los convoca a avanzar con él en la aventura que lo llevará a descubrir un dolor enorme al que podrá enfrentar como a una bestia.

Una de las emociones que comienza a incorporar el personaje del libro, que está asociado en gran parte al autor, es la de comunión con el mundo, con cada especie. Su primera reacción es la de sentir que la humanidad destruye todo a su paso y que “cada minuto es un minuto menos” del planeta que llamamos Tierra. 

Esa es la causa primal de ese viaje espiritual, pero en ese drama holístico, también comienza a desanudar los traumas propios, los íntimos, lo que se prohibió ser. “Con la experiencia de la ayahuasca me di cuenta del poco futuro que quedaba y, por ejemplo, la vuelta de las extremas derechas en el mundo está totalmente previsto como parte del paquete climático, no es casual”, advirtió Mauri en diálogo con Perfil.

Mauri narra de forma muy gráfica y con mucha honestidad el viaje de transformación interior en el que se embarcó cuando comenzó a experimentar con la ayahuasca durante una estancia en el Amazonas peruano. 


 
Sebastiano Mauri, de origen ítalo-argentino, ha vivido entre Milán, Nueva York y Buenos Aires. Artista visual, escritor y director de cine, en 2012 publicó la novela Disfruta del problema (Adriana Hidalgo editora, 2019) y en 2015 el ensayo El día más feliz de mi vida (editorial Rizzoli), acerca de la lucha por los derechos de la comunidad LGTB en Italia. En 2017 ganó el premio Flaiano Opera Prima con Favola, su primera película.

 

Ayahuasca: muerte y resurrección

En esas primeras noches en el medio de la selva, sin distracciones y con la guía espiritual de las chamanas, Mauri comenzó un viaje triste. “Pasé un momento de luto absoluto, por la Tierra, luto por los sueños que había tenido, incluso recuerdo de mirar el mar con luto, sentí que tenía que decirle adiós a todo”, reveló el autor respecto a los sentimientos que luego volcó en su novela.

Tiene 30 años, se enamoró de un alumno, no soporta a su pareja, añora la vida en raves: la decepción de crecer
 

“Pero también me di cuenta de que eran energías solo de muerte y de destrucción al final, que te conectan con otras energías de muerte y destrucción y seguro después estás emanando vos energías para nada positivas hacia los otros o el mundo mismo”, recordó con cierto humor negro que no falta en la historia que él escribe. Aunque toque temas serios, sus palabras y sus personajes también invitan a sonreír y a llorar en momentos tristes y de emoción en otros. “También lo que cuento es cómo salir de ese momento de luto”, sostiene el escritor. 

–Esa escena donde el protagonista va primero al zoológico y después, luego de un ritual, se ve a él mismo desde adentro de una jaula, ¿eso es algo que vivió realmente?
–Eso es algo que, afortunadamente o desgraciadamente, porque fue una de las experiencias más tristes de mi vida, lo viví realmente. Era un zoológico horrible, minúsculo en el medio de la selva y ahí sentí la incomodidad, pero intenté igual sacar una foto. Pero una vez en la ceremonia fue el momento de sentir de verdad el sufrimiento. Me transformé en el animal enjaulado y con todos los sentidos: sentía solo el olor del pis que veía dentro, la imposibilidad de mover un músculo, la posibilidad de no hacer más que tres pasos literalmente y tener que volver para atrás y saber que nunca más en mi vida iba a dar un salto, darme un baño, oler la jungla. Llevarte adentro de ese dolor no es nada placentero, pero fue una lección increíble entender cómo el dolor de los otros no es prescindible. 

–Y previo a esta experiencia con la ayahuasca, ¿qué relación tenía con el mundo mágico o espiritual, con lo no tangible?
–Bueno, no tuve una infancia o una educación muy clásica porque, primero, mi padre era médium. Cuando era niño con mi familia fuimos a vivir a Benín, en África, donde nació el vudú y ahí mi madre socióloga hacía también investigaciones y mi papá hacía un documental sobre la magia negra. Allí estuvimos muy metidos en un lugar donde nunca habían visto blancos en su vida y estuvimos metidos en su cultura animista.

–Y su entorno, una vez que usted hizo esta experiencia y empezó a compartir con la gente que conocía todo lo que había vivido, ¿sentía que recibía una respuesta positiva o escribir este libro fue tratar de comunicarlo de una manera más amplia?
– Bueno, escribir el libro es una manera primero de comunicarlo a un público más amplio y tenés más tiempo para llevar a los lectores a lo que querés decir. La reacción de la gente a mi alrededor fue de todo tipo porque obviamente hay muchísima gente que ante la palabra espíritu o hablar con los muertos ya la perdiste.
En el Amazonas, por ejemplo, se dice que nosotros, con nuestra versión newtoniana, mecanicista, cartesiana, pensamos que nuestras máquinas corpóreas son más o menos las mismas. Te hacen abrir una rana para ver cómo funciona el intestino, el corazoncito, el hígado y nosotros somos todo más o menos lo mismo, la rana es así, pero lo que cambia es la conciencia, cogito ergo sum, o desde el punto de vista más con una perspectiva más religiosa, el alma, ¿no? Y la amazónica es exactamente lo contrario, es decir, que nosotros no somos iguales por nuestra máquina, somos iguales porque todo tiene alma, todo tiene consciencia: el planeta Tierra, la Pachamama, el río, la planta. Para ellos es muy contra lógico pensar que nuestra conciencia creada por naturaleza es creada por un ser que no tiene conciencia.

–Por último le quería consultar por qué decidió contarlo de esta manera que es una especie de casi de diario personal de la experiencia.
–Porque lo personal, las emociones del personaje, los cambios del personaje, las debilidades o las pruebas que pasa el personaje son lo te hacen reconocer a vos como lectora, como lector. Ahí es como ves las emociones y hacés acercar al mensaje a las personas. Entonces, para mí la novela es la manera más eficaz para hablar de estos temas. 

–¿Cómo llegó a la historia del águila y su renacimiento?
–Lo viví como se describe en el libro. En una ceremonia me pasó de ser poseído por un caimán. Después poseído por el otorongo, por el jaguar, después poseído por el águila y que cada uno llegara a atacar al animal anterior. Y después descubrí que era una simbología milenaria. En ese momento es importante interpretar lo que te pasa porque el lenguaje también es un lenguaje justamente de los sueños, muy metafórico y alegórico.

Fragmento de un diálogo entre la Madre y el protagonista:

Con alguna eventual interrupción, pero esencialmente sí, siempre estuve de novio, me gusta tener a alguien a mi lado.
Porque necesitás que alguien te diga que sos digno de amor.
¿No es algo que todos deseamos?
No, si sos capaz de decírtelo vos solo.
Un poco narcisista como idea, me parece, ¿no?
Amarse uno, a sí mismo, es imprescindible, para curarse. Para amarte a vos mismo, antes, tenés que conocerte, y vos no sabés quién sos. Vas a tener que morir para saberlo
.”

RB/EM