Ecuador: no para la ola de jugadores asesinados
La sombra de la violencia se adueñó del fútbol ecuatoriano en un año que pasará a la historia no por goles o títulos, sino por la sangre derramada fuera de las canchas. Mientras la temporada se acercaba a su fin, un nuevo ataque estremeció al país: el asesinato del defensor Mario Pineida, figura emblemática de Barcelona Sporting Club, sacudió no solo a los hinchas, sino al país entero.
Era un mediodía cualquiera en el barrio de Samanes, al norte de Guayaquil, cuando Pineida, de 33 años, salió a hacer compras navideñas. Dos sicarios lo esperaban allí. Las balas no solo acabaron con su vida, sino también con la de Guisella Fernández Ramírez, su pareja, mientras la madre del futbolista resultó herida. Las imágenes de cámara de seguridad muestran la brutalidad del ataque, que la policía investiga como crimen dirigido, aunque los móviles aún no están claros.
Pineida no era un desconocido. Formado en Independiente del Valle y coronado como uno de los laterales izquierdos más sólidos del país, su trayectoria incluyó pasos por clubes extranjeros y nueve apariciones en la selección nacional de Ecuador. Su muerte fue descripta por muchos como el punto de quiebre de una espiral de violencia que parecía no tocar al fútbol profesional.
Una cadena de tragedias. El asesinato de Pineida no fue un hecho aislado. A lo largo del año, otros cuatro futbolistas ecuatorianos perdieron la vida en circunstancias igualmente violentas.
En septiembre, la segunda categoría del fútbol ecuatoriano fue golpeada por una secuencia de tres muertes en apenas nueve días. El 10, Maicol Valencia fue asesinado en Manta y, dos días después, Leandro Yépez falleció por las heridas tras el mismo ataque. El 19 de septiembre, Jonathan “Speedy” González, exjugador con trayectoria internacional, fue abatido a tiros en su casa en Esmeraldas.
En noviembre, la violencia arrebató la vida a Miguel Nazareno, de apenas 16 años y jugador de divisiones formativas de Independiente Juniors, filial de Independiente del Valle. Fue asesinado en su propia casa en Guayaquil, en otra muestra de cómo el crimen ha traspasado las fronteras de la cancha.
Estas muertes suman al menos cinco futbolistas asesinados en Ecuador durante 2025, una cifra escalofriante que coloca al deporte bajo la misma amenaza que otros sectores de la vida cotidiana.
Un país en reflexión. La violencia en Ecuador aumentó de manera alarmante en los últimos años, impulsada por bandas del crimen organizado y el narcotráfico, que encontraron en la extorsión, el control territorial y hasta el arreglo de partidos nuevas formas de influencia.
Para los futbolistas, el sueño de la cancha ahora se ve enturbiado por una realidad que los coloca en riesgo incluso fuera del campo. La pregunta que queda en el aire –y que resuena en las tribunas silenciosas y en los vestuarios vacíos– es si el fútbol todavía puede dar alegría en un país donde sobrevivir se convirtió en un acto de valentía.
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