Adolescentes en OnlyFans: identidad en peligro
Cada vez son más los adolescentes que usan la plataforma para adultos. En una etapa en la que la personalidad está en formación, los riesgos se multiplican.
OnlyFans funciona como una red social, pero con una diferencia clave: el contenido está oculto hasta que los seguidores pagan una suscripción mensual. Y, aunque se puede publicar de todo, la mayoría de las ganancias proviene del contenido erótico o sexual.
Esas publicaciones se llaman “nudes” y su venta se ha convertido, para muchos, en una salida laboral con ingresos difíciles de igualar en otros trabajos. Algunas modelos se definen como “emprendedoras” que eligen este camino, porque es fácil, rápido y rentable. Si bien la plataforma fue creada para adultos, cada vez más, los jóvenes se sienten atraídos por lo que promete: dinero fácil, fama y la sensación de tener el control.
El documental de la BBC Nudes4Sale muestra cómo muchos menores intentan evadir los controles para abrirse un perfil y empezar a vender fotos íntimas. Más allá de las cuestiones legales, la pregunta central es: ¿por qué un adolescente elige vender “nudes”?
Muchos buscan independencia, sentirse grandes; y la sociedad les enseñó que la libertad empieza cuando uno gana su propio dinero. Algunos hasta llegan a ganar sumas importantes. El mismo documental muestra la otra cara: chicos que no ganan lo suficiente, que son rechazados por sus familias y se ven obligados a mantenerse solos. Una joven entrevistada lo resume así: “Es como una madriguera. Podés ir cada vez más profundo. Algo que empezó siendo divertido e inocente, puede volverse oscuro bastante rápido”.
En la adolescencia, cuando la identidad todavía se está conformando, la mirada del otro se vuelve central. Antes, era la mirada de la familia, luego, la escuela y los amigos. Hoy también es la de sus seguidores. Informes como los de Internet Matters y VoiceBox muestran que muchos adolescentes usan estas plataformas no solo por dinero, sino para sentirse vistos, validados, deseados. Una chica, entrevistada en el informe Look At Me, lo dice sin rodeos: “No importa si les gusto de verdad. Me miran. Eso me alcanza”. En esta nueva lógica, ya no es pienso, luego existo, sino: “Me miran, entonces soy”. Pero, ¿cuánto de mí hay, en eso que muestro? ¿Y cuánto está pensado para gustarle al otro?
¿Libertad o seguir mandatos? Exponerse puede parecer un acto libre, pero muchas veces es solo una forma de obedecer: hay que gustar, mostrarse, encajar. Lo que se presenta como empoderamiento y rebeldía es, en realidad, una repetición de mandatos viejos con estética nueva; en una cultura donde todo es vendible y consumible, el cuerpo también entra en juego. Entonces, ¿dónde está la rebeldía, si en vez de desafiar el sistema lo que se busca es destacar dentro de él?
En términos psicológicos, vale preguntarse: ¿dónde queda el yo, si cuando me muestro, lo hago pensando en cómo me quiere ver el otro? La serie de Netflix Atrapados lo retrata con crudeza: una adolescente comienza a vender videos eróticos pensando que tiene el control, que “les hace pagar a los adultos” hasta que la situación se le va de las manos. El adulto exige más de lo que inicialmente ella estaba dispuesta a dar. Y ahí está la trampa: OnlyFans promete poder justo en una etapa que, por sobre todas las cosas, se busca autonomía; pero lo que ofrece, en verdad, es una ilusión. Cuando las imágenes se viralizan, los límites se diluyen y el deseo del otro se vuelve una amenaza. Ya no hay control posible.
En el documental de la BBC, una chica cuenta que publicó una foto besándose con una amiga, y que se siente obligada a subir algo diferente, más extremo, porque “eso ya lo hice, ahora quieren otra cosa”. Hay una urgencia por tener que entregar cada vez más a un público que nunca se satisface.
A diferencia del teatro, donde una escena puede repetirse porque el público cambia, acá lo que ya fue mostrado deja de tener valor. No se actúa: se entrega. No hay personaje: hay cuerpo. Se deja de ser sujeto para convertirse en cosa, completamente a merced de lo que desea el otro.
¿Cómo acompañar entonces a los adolescentes? No alcanza con revisar celulares ni poner límites; hay que escuchar. Muchos no confían en los adultos porque los sienten lejanos, moralistas o desconectados de su realidad. Frases como “tené cuidado”, o “no compartas cosas privadas” suenan vacías, si no se explican los motivos. También hay que entender que compartir imágenes no siempre responde a una presión o una manipulación: muchas veces es una forma de buscar afecto o aprobación. Negar eso es negar que están creciendo. Y, cuando no pueden hablar, lo que queda es el silencio, junto a la vergüenza y el miedo de pedirnos ayuda en el caso de que algo salga mal. Como adultos, tenemos que hablar con ellos, no solo advertir. Necesitamos corrernos del lugar de jueces y asumir el de acompañantes.
En síntesis, considero que OnlyFans no es solo una plataforma, sino un síntoma de algo más grande. Porque es el espejo de una cultura que premia la exposición, que erotiza la juventud y que convierte todo en producto. Por eso, más que asustarnos, conviene preguntarnos: ¿qué pasa en nuestra sociedad, para que una adolescente crea que la única forma de ser vista es mostrándose de esta manera? Mientras no podamos responder esa pregunta, seguirán existiendo adolescentes que confunden visibilidad con existencia, al mismo tiempo que adultos que miran sin ver.
*Psicoanalista, coautor de Imperfectos y cofundador de RedPsi; IG @santiago.silberman;@redpsi.
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