Brasil y la sombra del imperio: el Congreso debate un referéndum para revivir la monarquía
Los monárquicos brasileños, que apoyan la restauración de la realeza imperial, consiguieron el debate parlamentario. Los expertos lo ven como una quimera, dado que cualquier cambio requeriría enmiendas constitucionales con amplio consenso. Los descendientes del último emperador están enfrentados entre sí por la herencia.
El Congreso Nacional de Brasil se encuentra en el centro de un debate inusitado: la posible restauración de la monarquía a través de un referéndum nacional. La propuesta, impulsada por un ciudadano de San Pablo y respaldada por más de 30.000 firmas de monárquicos, busca someter a votación en 2026 si el país debe adoptar un sistema parlamentario con un jefe de Estado hereditario, inspirado en modelos europeos como España o el Reino Unido.
Este proyecto, tramitado a través del portal e-Cidadania del Senado desde 2024, ganó tracción en la Comisión de Derechos Humanos (CDH) de la Cámara Alta, donde se analiza su viabilidad como proyecto de ley. Aunque expertos lo ven como una quimera —dado que cualquier cambio requeriría enmiendas constitucionales con amplio consenso—, su discusión reavivó el recuerdo de la Casa Imperial de Brasil, dividida entre ramas rivales de descendientes del último emperador, don Pedro II.
Esta semana, el príncipe Bertrand de Orleans e Bragança, de 84 años y pretendiente al trono extinto, intervino por primera vez en el Parlamento con un emotivo discurso en homenaje a la emperatriz Leopoldina, su tatarabuela y esposa del emperador Pedro I, en una sesión que fusionó la nostalgia histórica con llamadas veladas a la restauración.
Brasil: en el caos político, los herederos del último emperador sueñan con reinar | Perfil
En un Brasil polarizado por crisis políticas y económicas, este debate no es mero folclore: representa un anhelo de estabilidad entre sectores conservadores, pero también un riesgo de confrontación con la tradición republicana de 135 años.
La monarquía brasileña, un capítulo efímero pero glorioso en la historia del país, surgió en 1822 cuando Pedro I, hijo del rey portugués Juan VI, proclamó la independencia del Brasil como imperio constitucional. Gobernó hasta 1831, sucedido por su hijo Pedro II, quien reinó por casi seis décadas en una era de prosperidad relativa, abolición de la esclavitud en 1888 y avances en educación e infraestructura, todo bajo un sistema parlamentario que limitaba el poder del emperador a roles simbólicos y arbitrales.
El fin llegó abruptamente el 15 de noviembre de 1889, con un golpe militar respaldado por republicanos, cafetaleros y positivistas, que exiliaron a Pedro II y su familia a Europa. La Casa Imperial, rama de la dinastía Braganza portuguesa fusionada con los Orleans franceses en 1864 a través del matrimonio de Isabel, princesa heredera, con Gastón de Orleans, Conde d'Eu, se fragmentó en el exilio.
El exilio terminó en 1920, cuando la familia regresó, pero la Constitución de 1988 les otorgó solo ciudadanía y derechos civiles, sin estatus privilegiado. Hoy, la familia imperial de Brasil —conocida como Casa de Orleans e Bragança— está dividida en dos ramas principales: la de Petrópolis, liderada por el príncipe Pedro Carlos de Orleans e Bragança (de 80 años), y la de Vassouras, encabezada por el príncipe Bertrand, quien se considera el jefe legítimo por adherirse a la primogenitura femenina rechazada por la rama rival.
Esta disputa, que data de 1946 cuando Pedro Gastón de Orleans e Bragança dividió la herencia, impidió una sucesión unificada, aunque ambos clanes reivindican el trono. La familia, con unos 40 miembros dispersos entre Brasil, Europa y Estados Unidos, mantiene un perfil bajo pero activo en causas conservadoras, católicas y anticomunistas. Figuras como Luiz Philippe de Orleans e Bragança, nieto de Pedro Gastón y diputado federal electo en 2018, inyectaron la “sangre azul” en la política republicana, aliándose con Jair Bolsonaro en 2022.
El proyecto de referéndum, presentado por el ciudadano paulista Claudio Roberto de Souza en el portal e-Cidadania —lanzado en 2012 para canalizar ideas populares, con 95.000 propuestas procesadas y 46 convertidas en leyes—, argumenta que el presidencialismo actual es "ineficaz y derrochador", proponiendo una monarquía parlamentaria que estabilice el país como en Europa.
Con 30.000 firmas recolectadas hasta marzo de 2025, superó el umbral para debate en la CDH del Senado, donde se evalúa su constitucionalidad. Si prospera, podría escalar a un proyecto de enmienda constitucional, requiriendo tres quintos de votos en ambas cámaras y un plebiscito vinculante. Algunos críticos, citados en la prensa brasileña, lo tildan de "improbable" dada la preferencia republicana —un plebiscito de 1993 rechazó la monarquía por 86%—, y señalan divisiones internas entre monárquicos: la rama de Vassouras de Bertrand ve el momento oportuno en la crisis post-Bolsonaro, mientras la de Petrópolis lo considera prematuro.
Esta semana, el debate cobró vida con la intervención de Dom Bertrand, un tradicionalista católico, soltero y activista monárquico, quien asumió la jefatura de la Casa Imperial en 2022 tras la muerte de su hermano Luiz. Nacido en Francia en 1941, Bertrand —cuyo nombre completo es Bertrand Maria José Pio Januário Miguel Gabriel Rafael Gonzaga de Orleans e Bragança— dedicó su vida a promover la restauración, criticando la República como "usurpación" de 1889 y abogando por valores cristianos contra el comunismo.
El 30 de septiembre, asistió a una sesión solemne en el Congreso para conmemorar los 200 años de la muerte de la emperatriz Leopoldina (1797-1836), consorte de Pedro I y figura clave en la independencia, nacida como archiduquesa de Habsburgo-Lorena. En su discurso ante parlamentarios, Bertrand exaltó el legado de Leopoldina como "madre de la nación" y símbolo de unidad, insinuando que su visión monárquica podría resolver las "divisiones actuales". "La emperatriz nos enseña que la estabilidad viene de la tradición, no de experimentos fallidos", declaró.
La sesión, organizada por el movimiento Pró Monarquia, incluyó pedidos para que Bertrand transmitiera mensajes a otros príncipes, reforzando la cohesión familiar. Aunque no mencionó directamente el referéndum, su presencia —anunciada por la Casa Imperial en X— avivó especulaciones sobre un timing estratégico, coincidiendo con la revisión senatorial.
En un Brasil donde el 70% de los encuestados rechaza la monarquía según sondeos de 2023, este proyecto y la voz de Bertrand exponen fracturas profundas: entre saudosismo conservador y apego republicano, tradición y modernidad. Como advierten analistas, sin unidad imperial —aún dividida por la sucesión— y con el gobierno de Lula priorizando reformas sociales, el referéndum parece un sueño distante.
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