Entrevista exclusiva

Carolina Spataro y Melina Vázquez: "Las feministas liberales dicen ‘las zurdas nos robaron el feminismo‘"

Las escritoras del libro "Sin padres, sin marido y sin Estado" analizaron el fenómeno de los grupos feministas de mujeres liberales y libertarias.

Las escritoras Carolina Spataro y Melina Vázquez son autoras de “Sin padre, sin marido y sin Estado, Feministas de las nuevas derechas” Foto: Redes sociales

Las investigadoras Carolina SpataroMelina Vázquez, escritoras de "Sin padres, sin marido y sin Estado", dialogaron sobre las ideas de las mujeres que se definen como feministas dentro del mundo liberal y libertario. En diálogo con Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190), explicaron cómo estas militantes desafían la idea de que el feminismo está ligado al kirchnerismo y cuál es su rol en un espacio que "no les da la bienvenida". 

Carolina Spataro es investigadora del CONICET y docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Se especializa en Ciencias Sociales y Comunicación. Melina Vázquez es socióloga, investigadora y escritora argentina, especializada en temas de juventudes y sociología política. Es investigadora independiente del CONICET y docente de la Universidad de Buenos Aires. Son autoras del libro "Sin padres, sin marido y sin Estado. Feministas de las nuevas derechas".

La diferencia del voto entre hombres y mujeres jóvenes tiene causa económicas más que el feminismo

Libro espectacular, hay que decirlo. Tuvieron la agudeza de ver un fenómeno. Se dice internacionalmente que la gran revolución del siglo XXI fue el feminismo. Argentina, además, tiene la particularidad de ser reconocida internacionalmente como uno de los países con un movimiento por los derechos de las mujeres más avanzados del mundo. Por ejemplo, en el caso de Ni una menos. En ese contexto, hay una cantidad de feministas libertarias, lo que sorprende a aquellos que imaginan una especie de metonimia de feminismo-progresismo, y no de feminismo-conservadurismo. ¿Les sorprendió a ustedes lo que iban encontrando o se imaginaban eso que iban a encontrar?  

Carolina Spataro: En principio teníamos una pregunta, más que una sorpresa, que es qué hacían las mujeres militando en un espacio que públicamente se presenta como antifeminista, antigénero, que niega las desigualdades. Veíamos mujeres en los actos, pero lo que no imaginábamos tan claramente es que iba a haber feministas. El primer paso del trabajo de campo lo hicimos un 8M del 2024. Nosotras primero fuimos a la plaza y luego nos acercamos a la actividad que mujeres liberales y libertarias organizaron dentro de la Legislatura porteña, a la cabeza de Rebeca Fleitas, legisladora de La Libertad Avanza. Y cuando ingresamos ahí, la presentación de la actividad fue: “Hoy, 8M, vamos a hablar del feminismo liberal”. Entonces ahí con Meli nos miramos y dijimos: bueno, no solo hay mujeres, sino también hay feministas. 

Y en un punto, lo que nos permitió el trabajo fue hacer estallar esas cajitas, como feminismo y progresismo de la mano, o si son lo mismo, o si todas las feministas son progresistas o de izquierda, o kirchneristas. No es así, evidentemente. Y en nuestro trabajo de campo eso fue lo que apareció como primer elemento: mujeres muy interpeladas por el feminismo, sobre todo las de una generación intermedia, de entre 30, 40 años, y las jovencitas interpeladas por la masificación del feminismo, que a la vez se sienten liberales y que votan a lo que se ubica dentro del espectro más a la derecha del arco político en la Argentina. Esa combinación es posible, y fue una sorpresa para nosotras en el trabajo de campo.

¿Y Melina, a vos te pasó algo parecido?

Melina Vázquez: Sí. Yo había empezado a investigar a los libertarios en plena pandemia, cuando apareció la tensión similar de pensar jóvenes en las derechas. Para mí, un poco sesgada por los estudios sobre juventudes, suponíamos que las juventudes siempre estaban del lado del bien y que siempre combatían por causas nobles. Y, de repente, aparecían jóvenes que reivindicaban públicamente su condición de ser de derecha, que aparecía como un elemento novedoso. 

En ese caso, jóvenes en su gran mayoría hombres.

En su gran mayoría hombres, pero que reivindicaban públicamente su condición de ser de derecha. Y en los estudios sobre derechas se ha mostrado que la autoadscripción como parte de la derecha aparece muchas veces desdibujada. De hecho, lo que disponíamos más a la derecha, que era el PRO, discutía la idea de que fuera productivo el clivaje izquierda-derecha. Estos jóvenes se paraban, inclusive algunos formaban parte de la orgánica del PRO, como Jóvenes Republicanos, y decían: “Nosotros somos de derecha”. Entonces, ahí una primera cajita estalló, y siempre la investigación invita a pensar en otros términos.

Y estas otras cajitas eran pensar a las mujeres y a los feminismos, por un lado, y al liberalismo, por otro. Aunque, a la luz de la conversación con ellas, nos planteaban que el feminismo nació liberal, y que ¿quién podría poner en tensión esa genealogía?. Y decían: “Las zurdas nos robaron el feminismo”. En ese sentido, ellas buscan construir una genealogía, referentes y sus propias lecturas. Y nosotras decimos que el movimiento más importante del siglo XXI también se puede ver ahí, y vemos una deriva no progresista del feminismo, porque ellas comparten una sensibilidad muy atravesada por las generaciones a las que pertenecen.

Nosotras reconstruimos historias de vida de mujeres que empezaron a militar en la UCeDé (Unión del Centro Democrático) o en la UPAU (Unión para la Apertura Universitaria) en los años 80, que militaron sobre todo durante el conflicto del campo, que empezaron a militar en el PRO, y las más jovencitas, las más libertarias, que empiezan con Javier Milei. Es decir, hay una historia más larga también de esas mujeres en los espacios que se muestran más a la derecha dentro del espectro político en cada uno de esos momentos. 

"Sin padres, sin marido y sin Estado. Feministas de las nuevas derechas" (Siglo XXI Editores).

En líneas generales uno ve que, en la mayoría de los países de Occidente, hay una diferencia muy marcada en la votación de género. Los hombres jóvenes tienden a votar a sectores de derecha o de centroderecha, mientras que las mujeres tienden a votar a sectores progresistas o de izquierda. Inclusive se plantea que uno de los problemas para la construcción de pareja es esta incompatibilidad que hay respecto del aspecto ideológico. Obviamente, el estudio que ustedes hicieron es sobre las mujeres que adscriben a este campo, pero ¿en algún momento apareció esta idea de que, en líneas generales, las mujeres son progresistas? ¿Y a ellas no les genera algún tipo de conflicto? ¿Son conscientes de eso?

CS: En los grupos de mujeres con los que trabajamos, ellas son las más progresistas de los espacios liberal-libertarios. Porque son mujeres que, por un lado, buscan un lugar dentro del movimiento feminista, escribir su propio capítulo, y decir que también tienen banderas para levantar, en un movimiento que no les da la bienvenida. Y, por otro lado, buscan también poner un freno al avance conservador dentro del liberalismo. Nosotras siempre explicamos que este libro no representa a la totalidad de las mujeres del mundo liberal-libertario, sino que es un recorte muy singular. Son aquellas que levantan algunas banderas que también levanta el feminismo progresista, pero lo conjugan con una sensibilidad liberal-libertaria.

Estas mujeres se vieron muy interpeladas por la agenda de la violencia, el “Paren de matarnos” del primer Ni una menos, y con la pregunta de dónde están las mujeres en los lugares de poder, una pregunta que circuló en los sindicatos, en las empresas, en las universidades, en los clubes de fútbol. Las mujeres de 30, 40 años y las jovencitas se vieron interpeladas, son hijas de su época. Las mujeres más grandes con las que trabajamos empezaron a militar en la UCeDé, ya son mujeres de alrededor de 60 años, que siguen viendo al feminismo como una mala palabra, aunque en su práctica se reivindican como mujeres que rompieron moldes, porque fueron educadas para criar a sus familias y quedarse en el hogar, y ellas decidieron salir a militar. Pero las de 30, 40 y las jóvenes encontraron ahí una interpelación muy fuerte dentro del feminismo.

Podríamos decir que trabajamos con el sector más progresista dentro del mundo liberal-libertario, no con la totalidad, y también con mujeres que buscan su propio capítulo en la historia del feminismo, como un movimiento político tan importante en nuestro país y tan referente en la región.

En líneas generales, las mujeres jóvenes votan progresismo y los hombres no. ¿Son conscientes de que son raras, para decirlo de alguna manera?  

MV: Para ellas no era tan raro como para nosotras. Nosotras empezamos el libro retomando encuestas donde se mostraba un poco cómo votaban distintas generaciones, varones y mujeres. Por ahí el foco se puso en los varones jóvenes de cierta franja de edad, menos de 30. Pero si mirábamos otras franjas de edad, había algunas, por ejemplo, las mayores de 71, que mostraban un voto muy favorable a Milei, mucho más que a Sergio Massa. Y lo que nosotras tratábamos eran mayores de 71, las jubiladas. Entonces aparecían esas paradojas que, de alguna manera, permitían poner en tensión y mostraban que había muchos grupos de edad de mujeres que también votaban, sobre todo en el balotaje, por Milei. Fue volver a hacernos las preguntas con los mismos cuadros con los que se habían hecho otras afirmaciones.

Y para ellas, votar a Milei tiene que ver con una sensibilidad muy de su época, sobre todo para las más jovencitas. Milei supo cultivar una adhesión militante hablando de economía, teniendo una estética contracultural, movilizando culturas juveniles, y ellas no quedaron por fuera de eso. Inclusive algunos grupos nacieron como grupos nombrados en masculino, como Pibes libertarios, y ellas armaron Pibas libertarias, crearon grupos propios y pensaron qué significa ser mujeres haciendo política.

Además, dicen: “Las zurdas ya dieron este debate, las peronistas ya dieron este debate. Este debate sobre el rol de las mujeres en la política todavía está pendiente para el liberalismo”. Por eso, a pesar de que ellas cuestionan el armado de grupos de mujeres, el colectivismo, que es algo a lo que el propio Milei se ha manifestado muchas veces en contra, se reúnen y construyen una pedagogía de la transmisión de cómo hacer política.

Los grupos de mujeres que estudiamos también tienen representación en muchas provincias de nuestro país. Hay una sensibilidad feminista asociada a la idea de ver la política muy fuertemente vinculada con varones, caciques, y la idea de que en toda su vida conocieron gobernadores, intendentes, y que las mujeres que estaban era porque eran esposas, amantes o hijas. También, la idea de poder construir una noción de mérito, que es algo en lo que ellas creen muy fuertemente, igual que esa sensibilidad libertaria más amplia para decir: “Nosotras tenemos que ganarnos el lugar en la política”.

También son muy críticas de las figuras más públicas del mileísmo. Lilia Lemoine aparece tal vez como el blanco más importante, porque cuestionan la idea de que las mujeres lleguen por la afiliación con los varones o por posiciones subordinadas a ellos y, en todo caso, buscan construirse con el mérito suficiente para poder alcanzar esos lugares.

Patricia Bullrich justificó de alguna manera el aumento de los femicidios, al decir que si a los varones se los maltrataba, era lógico esperar una respuesta. Si se tuvieran que enfrentar hoy a esas mismas mujeres libertarias, ¿qué tomarían de lo que dijo Patricia Bullrich?

CS: Es interesante, porque muchas de ellas militan en torno a la figura de Patricia Bullrich. Bullrich también fue cambiando su posición. En el libro, por ejemplo, compartimos una foto del primer Ni Una Menos, en donde Bullrich está levantando el cartel, invitando a la convocatoria. Entonces, lo cierto es que también las figuras públicas del mileísmo, Bullrich dentro, se fueron radicalizando en su posición antifeminista o antiwoke en el último tiempo.

Muchas de ellas incluso militaron con Agustín Laje en la JAL, que era Jóvenes Argentinos Liberales. Dicen que él no era así, que no representaba necesariamente una figura antifeminista, ni tampoco Patricia Bullrich. No hablamos con ellas sobre este último suceso, pero tal vez presenten alguna sorpresa y digan que en esta línea no la acompañan. De hecho, los discursos del primer Davos generaron mucha perplejidad porque no apoyan esa línea. Es más, ellas están dentro del movimiento liberal libertario a pesar de esas declaraciones. 

Esas declaraciones probablemente puedan ser un argumento de algunos varones de la totalidad que militan el antifeminismo, pero estas mujeres no lo hacen. Ni siquiera aquellas que no se definen feministas. Algunas de las más grandes dicen que son de tendencia feminista, pero no se sienten representadas por ese movimiento. En ningún caso levantan la bandera antiwoke de manera liviana o general. Probablemente este comentario de Bullrich les genere más preguntas que comodidad.

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Melina, mencionaste que estudiabas juventud. José Natanson presentó un libro sobre la juventud, y tenía una tesis que me gustaría confirmarla con vos. Él dijo que hay una explicación por la cual hay más hombres jóvenes votando por candidatos disruptivos o antisistema. Señala que la crisis que hace que cada generación viva peor que la anterior, y les toca a ambos géneros. Pero como las mujeres en el pasado tenían mucha menos participación laboral y universitaria, sufren menos porque están mejor que sus madres, o menos peor de lo que están los varones respecto de sus padres. Los varones, que además todavía continúan con el mandato del hombre proveedor, se enfrentan a una sociedad con escasez. Hay una especie de amortiguador en el caso de las mujeres respecto de la bronca con el presente, porque cuando se ven con sus madres, han mejorado. Al mismo tiempo, los hombres se plantean que, para tener éxito, necesitan también ser exitosos como proveedores. Entonces, la falta de éxito laboral mina su autoestima en su masculinidad. ¿Encontrás plausible algo así?

MV: Aparece algo de esto, de poner en tensión el rol histórico de ese varón macho, proveedor, que todo lo puede. Pero este problema también aparece entre las jóvenes que nosotras estudiamos. De hecho, las tres generaciones que identificamos no solo son tres generaciones que entraron a la política en momentos diferentes, sino que hablan de la transformación de la estructura social en Argentina. Mientras las señoras liberales son señoras de clase alta, con un capital de relaciones, de vínculos y que viven del campo, las de la generación intermedia y las jovencitas tienen un perfil sociológico muy diferente. Muchas de ellas, y algunas referentes importantes de estos grupos, son telemarketers.

Entonces, ellas también están atravesadas por esas transformaciones y el hilo con tal vez sea esa creencia en poner en tensión el rol del Estado como aquel que puede acompañar la movilidad social ascendente. Están atravesadas por esta creencia en el mérito y en el esfuerzo, esta narrativa meritocrática de “depende de vos salvarte”. Tanto varones como mujeres suscriben a ese punto de vista, a pesar de que, sin duda, se pone muy en crisis este rol del varón proveedor. Pero tampoco me parece que estas chicas más jovencitas de 20 crean en eso. 

Hay una imagen que ha circulado mucho, con la que también en el libro discutimos, que es la de las tradwives, que tienen un efecto muy importante en redes. Pero ninguna de estas chicas quiere ser madre y que la mantenga un marido. Un poco se ríen de esa imagen y, todo lo contrario, piensan que será sobre la base de su propio esfuerzo que podrán eventualmente alcanzar una movilidad social. Muchas veces a nosotras nos cuesta pensar en esa posibilidad y en la manera en que ellas creen en el sujeto, pero también forman parte de una subjetividad neoliberal, de un clima de época, de un momento del capitalismo que no es propio ni exclusivo del mileísmo.

Esa sensibilidad, generacionalmente, la encontramos también en otras mujeres que siguen influencers como Luli Invierte, que les dicen qué hacer con el dinero. Pero no porque hagan grandes inversiones, sino porque quieren ver cómo cuidar su salario para que no se deprecie, sobre todo en tiempos de inflación, pensando un poco en el momento de expansión del mileísmo. Esa precariedad de la vida también la vemos en estas chicas que adhieren al mileísmo. Pensaría que es más un hilo generacional que algo que permita distinguir necesariamente entre varones y mujeres.

¿Y ser madre sola? Porque una cosa es la pareja y otra cosa es la maternidad. ¿Cómo funciona?

MV: La maternidad no aparece como un tema de su conversación. Algunas expresan deseo, pero no es la razón por la cual se juntan, ni creen que haya una transmisión sobre la educación de los hijos que forme parte del quehacer político. Ellas se juntan para empoderarse en la política, en el mercado, para educarse y convertirse en las mujeres formadas que creen que tienen que ser, de acuerdo con los valores liberales, y esta es la narrativa que usan. 

Me queda allí una reflexión del orden poblacional. Tenemos un Presidente que no tiene hijos y que tiene hijos de cuatro patas. Elon Musk, representante de la derecha más radical en Estados Unidos, que considera que hay que tener muchos hijos porque hay que poblar al mundo de blancos caucásicos. ¿Cuál es la relación con la maternidad, la natalidad, el mandato? ¿Hay alguna obligación? ¿Se diferencian en algo las chicas libertarias respecto de la idea de la responsabilidad o no de procrear?

CS: En las mujeres con las que nosotras trabajamos no hay un discurso sobre la maternidad, la natalidad, sobre la obligación o la responsabilidad del cuidado del hogar. Ni militan por eso, ni militan la castidad, ni llegar vírgenes al matrimonio, ni mucho menos, que a veces es un estereotipo que se construye en torno a mujeres que militan en la derecha, como si fueran todas iguales. 

Nosotras decimos que el libro está repleto de matices. De hecho, nos costó en el primer capítulo, en donde las presentamos, mostrar por qué mujeres tan diferentes, de distintas generaciones, posiciones de clase y regiones del país están todas en el mismo espacio político. Pero hay un elemento común, que es que no hablan de eso, no tienen esa preocupación.

Sí saben que para las mujeres es más difícil hacer política en todos los espacios, porque entienden que la rosca política se hace en la reunión después de la reunión, en donde muchas mujeres no pueden participar porque tienen que cuidar familiares, tienen otras responsabilidades. Y también porque saben que en sus espacios políticos, como en otros, hay situaciones de acoso sexual. Tienen una narrativa común con mujeres que hacen política en otros lugares, pero no tienen una preocupación por poblar el país ni militan en torno a eso. Ahí hay una gran diferencia respecto de algunos varones públicos de las derechas, en Argentina o en otros países.

Ellas tienen una preocupación más vinculada a su propia experiencia generalizada: ser mujer es difícil. Ser mujer es difícil para salir de noche, para andar en la calle, para hacer política, para crecer profesionalmente. Entonces, ellas quieren formarse porque quieren tener el mérito suficiente para ocupar los lugares de poder y no estar como “mujeres de” o “esposas de”, ni siquiera levantando esta bandera de “hay que poblar el país y es nuestra responsabilidad”.

En el caso de la primera oleada de diputadas por parte de La Libertad Avanza, había un elemento en común de personas que tenían atributos que llamaban la atención respecto a lo que era habitual en la Cámara de Diputados. ¿Cómo ven las mujeres libertarias a las representantes libertarias que tienen de la generación más joven en la Cámara de Diputados?

MV: Ellas lo viven con mucha incomodidad porque no se sienten representadas. De hecho, hay una idea que construye una de ellas, que tiene un rol legislativo, y que es Rebeca Fleitas. Ellas hablan de un feminismo por representar, que es la idea del feminismo liberal en torno del que se sienten parte como algo para construir, y no creen que esas mujeres las representen. Lilia Lemoine por su histrionismo, pero también Celeste Ponce, que sí abraza la agenda provida. Ha ido a la Derecha Fest con un jean que decía “antifeminista”. Todas esas gestualidades a ellas las incomodan. Sin embargo, en estas redes que están presentes en distintas partes del país, acompañan a distintos partidos donde ellas sí intentan tener un lugar dentro de las listas electorales. Pero sin duda, esa primera camada más visible de mujeres dentro del mileísmo a ellas no las representa.

Inclusive, aunque se sienten muy distantes de la agenda de Victoria Villarruel, porque la ven como una mujer conservadora, la valoran en su quehacer político, en su manera, en sus modos. Y a Bullrich también, porque la ven como una mujer que se la banca. Hay una posición ahí también de una mujer ocupando un ministerio típicamente masculino. Y también ellas tienen una posición: son punitivistas. Muchas de ellas están a favor de la tenencia de armas y construyen una gestualidad muy contracultural que dice: “El Estado no te cuida, defendete sola”. Y donde ellas sostienen, incluso llevan adelante a veces clases de tiro, en una gestualidad que muestra una relación favorable con el uso de las armas.

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Hay cierto equívoco en asociar feminismo con kirchnerismo, como una especie de metonimia. Al kirchnerismo le vale ser significante prácticamente de casi todo, pero también de feminismo. La paradoja es que la líder más importante del kirchnerismo se autodefine como no feminista. Inclusive, inicialmente estuvo en contra de la despenalización del embarazo no deseado y, al mismo tiempo, luego fue neutral. Tampoco nunca militó que la ley se aprobase. ¿Cómo aparecen las figuras de personas de otro campo político, como Cristina Kirchner o como Lilita Carrió?  

CS: Ellas tienen otro hilo común, que es que son profundamente antikirchneristas, antiperonistas, antiprogresistas y antizurdas también.  

¿Por qué?

CS: Ellas creen que, por ejemplo, respecto del feminismo, que hubo una partidización. Ellas se sintieron interpeladas por el Ni Una Menos y fueron a las primeras marchas. Cuando escuchaban “Macri basura, vos sos la dictadura”, se sentían incómodas, porque decían que iban para militar a favor de las mujeres, en contra del femicidio, para que las mujeres tengan la posibilidad de tener las mismas expectativas y horizontes de vida que los varones, y no entendían por qué era una marcha antimacrista. Incluso una chica que hizo la secundaria en el 2008 en el Colegio Nacional Buenos Aires, muy politizado, participaba de las marchas, discutía con sus compañeras y les decía: “Pero bueno, Macri habilitó el debate en el Parlamento. ¿Por qué tanta discusión respecto de esta figura”.

Entonces, cuando el feminismo se partidizó, o el Ni Una Menos se partidizó, ellas se empezaron a tomar distancia porque observaron que había una especie de equivalente: si sos feminista, sos kirchnerista, y ellas no lo son. Ellas estuvieron siempre votando al espectro político más a la derecha de nuestro país. Entonces, eso les generó una gran distancia, y como que el punto cúlmine de esa partidización también fue la creación del Ministerio de Mujeres. También les generó una distancia la figura de Alberto Fernández ahí, en torno a aquel político que en un momento apoya este “volvimos mejores, volvimos mujeres” y después termina con una denuncia por violencia de género. Eso vendría a ser como el punto máximo de esta crítica que hacen a la partidización de un movimiento político que ellas consideran plural, heterogéneo, y donde buscan profundizar esa pluralidad para que no quede asociado a un partido político en particular.

¿Y con mujeres fuertes, como por ejemplo Margaret Thatcher o Lilita Carrió, qué les pasa?

MV: Hay que aclarar que hay como dos grandes trayectorias ideológicas, por decirlo de alguna manera. Están las que vienen del liberalismo, que estuvieron siempre ahí. Sus relaciones tienen que ver con esos mundos también, muy articulados con una pertenencia de clase. Y están las que vienen de otros espectros progresistas. Cuando presentamos el libro, que lo presentó Diana Maffía junto con Alexandra Cohan y Pablo Semán, nos dijo: “Ay, mándenle saludos a Diana porque yo militaba con ella”. Hay mujeres que vienen de militar con Lilita Carrió y hay mujeres que estuvieron más cerca del progresismo. Por ejemplo, una economista muy importante, amiga personal de Milei, militaba en economía feminista con Mercedes D’Alessandro.

Es decir, están las que nunca iban a estar en otro lado y están las que estuvieron dentro del progresismo y se fueron alejando por esta concatenación de agendas. Una de ellas nos decía que fue a la marcha del orgullo gay en 2023, y sintió que estaba en un spot de campaña de Massa. ¿Por qué votar a Massa y participar de la marcha del orgullo gay tienen que ir de la mano? ¿Por qué la posición sobre el conflicto en Medio Oriente a favor de Palestina tiene que ir de la mano con la posición que tenemos sobre la agenda LGBTIQ+? Eso se preguntan. Entonces, ellas un poco desarman algunas cadenas equivalenciales que el progresismo fue articulando entre sí, y que va un poco a la cuestión que vos mencionabas antes respecto de este momento progresista del peronismo, que no va de suyo.

E inclusive nosotras pudimos reconstruir textos y libros de activistas que decían: “El peronismo será feminista o no será nada. Se puede ser feminista y peronista porque esa relación no caía de maduro, hubo que pensar una articulación posible”. Y hubo una etapa que tuvo mucho más que ver con el kirchnerismo, donde este peronismo y el progresismo encontraron una articulación. Pero también es una pregunta hoy, y es interesante, porque algunas de estas mujeres, sobre todo las liberales, dicen que hay que tener cuidado con este tiempo, porque se está revitalizando el peronismo, sobre todo el peronismo de derecha. Inclusive en espacios peronistas hoy se discute si valió la pena la apuesta por esta deriva más progresista asociada al feminismo. Hoy se está discutiendo qué lugar tiene el feminismo en muchos lados. Estas mujeres, con las derivas no progresistas, están dentro del mileísmo, dicen: “Esto no sirve para nada, hay que tirarlo”. Y otros lugares están profundizando la lucha por los derechos civiles de las mujeres y las disidencias.

Diana marcaba también otra metonimia, que era la de los derechos humanos y kirchnerismo. Finalmente el planteo sería exactamente el mismo. Por ejemplo, la Coalición Cívica, los radicales dicen: “Los kirchneristas robaron las banderas de los derechos humanos”. Y las mujeres libertarias dicen: “El kirchnerismo nos robó las banderas del feminismo”. Lo que hay es una especie de secuestro semántico, por decirlo de alguna manera: un término que se apropió directamente el kirchnerismo y que les produce rechazo.

MV: Inclusive, cuando yo empecé a hacer trabajo de campo en los actos de Milei en 2020 y 2021, algo que me llamó la atención era ver chicos de 18, 19 años en la interacción, por ahí con Carlon Maslatón, que en ese momento aparecía como un influencer muy cercano a Milei y después tomó distancia, que gritaban todo el tiempo “¡Montoneros!, ¡Montoneros!”. Y yo me preguntaba qué quería decir “montoneros” en esa escena, de la mano de chicos tan jóvenes, chicos que a veces al lado mío decían “Googleá 1973”. No tenían una reconstrucción de la historia, no eran estudiantes de historia, y sin embargo apelaban al uso de esta categoría. Un poco, con el paso del tiempo y con el trabajo de campo, pude entender que cuando ellos decían “montoneros” estaban hablando del kirchnerismo. Era como una suerte de articulación semántica, y la manera de impugnar al kirchnerismo era evocarlos como montoneros, como guerrilleros.

TV / EM