Economía digital

Guillermo Oliveto: "Esto es como los 90 pero con internet, China y las redes sociales"

El experto en consumo advirtió que la Argentina atraviesa una transformación estructural comparable a la de los años noventa, pero potenciada por la tecnología: "Eso te obliga a cambiar muy rápido tu cabeza y tu modelo de negocios".

Guillermo Oliveto Foto: CEDOC

Guillermo Oliveto comparó el escenario económico con el de los años noventa, aunque señaló que la aceleración tecnológica desafía a las empresas a cambiar rápido su modelo de negocios y dijo: “Estamos conectados a un cable que baja desde Silicon Valley y mezcla realpolitik con algoritmos”. El analista también observó que el consumo continúa en caída y aseguró que el 70% de la población pertenece a la clase media baja. “Estamos viendo una sociedad muy dual”, dijo en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3).

Guillermo Oliveto es especialista en tendencias sociales y de consumo. Es fundador de W, una empresa focalizada en consultoría estratégica basada en evidencias. Contribuye con empresas del sector privado, organizaciones e instituciones del sector público en el proceso del pensamiento estratégico, la visualización de escenarios futuros y la toma de decisiones. Su último libro publicado es “Clase media: mito, realidad o nostalgia”.

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El nuevo informe de Empiria, la consultora cercana al PRO, marca que el 19% del total de gasto de las personas es pagar créditos, y que, en el último año, el crecimiento del endeudamiento con tarjetas y de créditos personales de los individuos aumentó geométricamente. Es muy parecido al máximo que se producía en 2017 y 2018. La consultora Orlando Ferreres también marca que el consumo no despega. ¿Cuál es tu visión actualizada de cómo está la situación del consumo, desde la perspectiva de lo que era la gran clase media argentina, como percepción del 80% del país, que no sé hoy en qué porcentaje está?

Estamos viendo una sociedad muy dual, coagulándose cada vez más en esa estructuración, y esto naturalmente genera un consumo dual. Y todo lo que es dual tiene la impronta de la paradoja y de la complejidad. Cuesta entenderlo, explicarlo, y hay miradas a veces sesgadas. Depende de qué porción uno tome de esa realidad, hay que leerla lo más integralmente posible. Una parte importante de la población está pudiendo aprovechar todo el rédito del nuevo paradigma económico de la Argentina, que cambió muy rápido, en un giro de 180 en meses. Ahora ya está mucho más decodificado por parte de la población. 

¿Quiénes son los que pudieron tomar ventaja? Para empezar, los que tienen un empleo privado en blanco, en una empresa, porque tuvieron paritarias que el año pasado le ganaron a la inflación y que este año están más cerca de empatar. Tienen un ingreso que, dado que el dólar se mantuvo prácticamente congelado o estable, se duplicó o más en dólares. Aparte, como el Gobierno tiene hoy superávit fiscal y le dice a los bancos que vuelvan a trabajar de bancos y los bancos cada vez le prestan más al sector privado y menos al sector público, este perfil de la sociedad, que es la que tiene más previsibilidad y estabilidad laboral, es sujeto de crédito y pasa el scoring. 

Por eso aparece todo esto que muestra Empiria. Pudieron tomar créditos, pudieron darse el gusto de cosas que no había o de volver a viajar. Algunos sectores del consumo que están volando, como la venta de autos creciendo 80% en los primeros 5 meses de este año con respecto al año anterior, turismo al exterior creciendo 66%, y otras tres que en el orden del 50% interanual: escrituras en la Ciudad de Buenos Aires, electrodomésticos y motos.  

Ahora, hay otro 70% de la población, donde está fundamentalmente gran parte de la clase media baja, mucha de ella informal, la clase baja trabajadora, donde también hay mucha informalidad, y obviamente la pobreza, que es un mundo aparte. Pero tomemos la clase media baja y la clase baja. Lo que te dicen hoy es que el mes termina el 20 y lo otro que te señalan es que están viviendo una cultura del “no”. No hay primeras marcas, no hay premio, no hay vacaciones, no hay salidas. Hay mucho esfuerzo, hay pluriempleo, todos a trabajar en la casa y todos a trabajar de todos los trabajos que puedan. Es decir: el trabajo que tengas más tres horitas de Uber o de algo similar, o vender por Instagram, o vender productos puerta a puerta de cosmética. Lo que sea. Es un consumo mucho más a la defensiva.

En el último estudio que hicimos apareció una cita textual y un concepto muy duro, que es: “Hoy comprar duele”. Hay una percepción creciente de la restricción, que se refleja en los sectores de consumo más cotidianos. Los supermercados siguen cayendo 5% medidos en unidades, en los productos de alimento, los mayoristas cayeron un 5%, los autoservicios chinos de barrio cayeron un 5%, mientras que los almacenes son lo único que crece, porque es la compra con lo que tenés en la mano. Todo eso mezclado da +0,5, cuando el año pasado cayó 14. Hay un problema hoy en la parte central de la cotidianeidad de las familias de clase media baja. La clase baja te dice que no llega a comprar el café”, no es que no llegan a cambiar el lavarropas. Es otra agenda. Las dos Argentinas son verdad. 

Me gustaría cerrar la idea con algo que también hace que cada vez sea más complejo entender esto. Si solamente consume el 30% de la población, que está en una situación más relajada, y el otro está más difícil, y hay una correlación entre el consumo, el humor social y el humor social y la política, me podrías preguntar cómo puede ser que el presidente mida 52 o 53 puntos de aprobación. Por la esperanza y la ilusión

El 70% y 30% es más o menos lo que se daba en los países de América Latina. Hay un 10% de clase muy alta —generalmente, propietarios—, un 20% de clase media alta —que son los administradores de esas propiedades, los gerentes, los directivos—, y el 70% que vive en distintos grados de escasez. Eso es Brasil, donde viví algunos años. También es un calco de lo que es Colombia o Perú. Argentina se destacaba porque nuestra clase media era inversa: era del 70%. En tu libro expresaste que “la clase media en un sentido es un mito”. ¿Lo que nos quedó simplemente es un 20% de clase media sobre el total de la población, más un 10% de clase alta?

Yo planteo ahí que es mito, realidad o nostalgia. Es mito, pero es un mito originado en una verdad de ese país del 75%, que lo hubo. Lo hubo. Eso generó esa idea de “todos somos clase media”. Es realidad, todavía la sociología define el 43% de la población técnicamente como de clase media, porque en Argentina las clases sociales se definen por acervo cultural. Eso es la ocupación y la educación del principal sostén del hogar. Y la educación no la perdés, aunque después no te vaya tan bien en la diaria, dependiendo el momento del país. Igual perdiste 30 puntos en el camino, de 75 a 43.

Hace 20 años por ejemplo, se publicaba en Estados Unidos que un egresado de MIT, un egresado de Columbia o un egresado de Harvard, inmediatamente que salía de la universidad, tenía un sueldo de 250.000 dólares por año. Eso, que era así hace 25 años, ya no es más. No hay en la puerta de la universidad personas esperando para contratarte con un puesto. ¿La educación sigue siendo el mismo activo en términos materiales? Es un activo simbólico fundamental, para nada quiero con esto bajarle el precio a la educación. Me pregunto si, desde el punto de vista de la colocación de clase, sigue siendo hoy la educación una garantía de poder acceder a una clase social ascendente como lo era hace 20 o 30 años.

Yo te diría que es un camino que tiene bastantes chances de llegar a la movilidad ascendente, pero ya no es más una garantía, como lo era. Ese es el gran cambio entre lo que era la estructuración de aquel país de clase media y el que nos quedó, y por eso la nostalgia. Porque en ese 43% de realidad que es la clase media hay cada vez más heterogeneidad hacia el interior. Antes era mucho más homogénea. Ahora ese 43% tiene una clase media alta, que es lo único que más o menos machea con lo que era aquel imaginario del 75%. Ahí tenés los tres componentes. 

Lo que pasó es que están cumpliendo 50 años. El Rodrigazo, en 1975, fue la primera piña al mentón de la identidad nacional. Después vino la hiperinflación de Alfonsín en 1989, después la gran crisis de 2001 y 2002, y si faltaba algo, la pandemia más la extensísima cuarentena en 2020 y 2021. Listo, le tiraste con cuatro misiles a la identidad nacional. Eso hace que hoy hayamos pasado de “todos somos clase media” —que lo decía incluso la gente de clase baja—, a que haya gente de clase media baja que técnicamente pertenece a ese estrato y te diga que ya no es más clase media, sino de clase trabajadora, que es un significante de la clase obrera. O dicen que son de pobreza intermitente dependiendo del mes. Ese es un concepto nuevo de clases sociales móviles que también está mucho en Latinoamérica.

La conclusión es que con este póker dramático, traumático y de degradación que vivió la Argentina en los últimos 50 años, estamos en una fisonomía que se parece cada vez más a la históricamente latinoamericana. Además, hay un agravante. Latinoamérica, viene de menos a más. Perú ha mejorado, Chile ha mejorado, Brasil ha mejorado. Argentina viene de más a menos. Y eso siempre es mucho más doloroso.

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Alejandro Gomel: El Presidente dice que lo que pasa es que ahora la gente no compra en el supermercado, compra a través de las plataformas, o van a los lugares específicos, y que por eso en los supermercados hay una baja de consumo. ¿Incide? ¿Tiene algo que ver esto o son excusas?

En algunas cosas sí tiene que ver, en otras no. ¿En qué bienes pesa mucho la compra digital? En electrodomésticos. El 40% de lo que se vende en electrodomésticos, más o menos, se vende a través de plataformas digitales. En indumentaria es muy errático, porque muchos lo aprendieron a hacer solo después de la pandemia. Diría que entre el 10 y el 20% se vende a través de plataformas digitales. En lo que más se parezca a un bien durable chico, tiene un peso lo digital. Ahora, en la comida no. En el e-commerce se vende solo el 5%, y con suerte. Por más que le esté explotando la venta a las plataformas de e-commerce, de lo que antes vendían, que sería el 2 del total, y ahora venden el 3. Para ellos es un montón, pero para entender el mercado, no es relevante lo que se vende por digital de alimentos, bebidas, cosmética y limpieza.

Y los lugares específicos también están medidos. En los supermercados pesan, más o menos, el 30% de las ventas de ese mundo. Autoservicios pesan otro 20 o 25%, y almacenes pesan otro 20%. A eso se suma algo que venden en las farmacias o algo que venden los mayoristas a consumidor final, y todo eso también está medido. Lo que te podría quedar que no está medido, como ventas informales, no te cambia el número. La mejor manera es hablar con las compañías. Pregúntenle a las empresas cómo andan, que son las que finalmente le venden a cualquiera de todos esos canales de comercialización.

Diego Giacomini decía el otro día que las estadísticas en Argentina tienen serias carencias. Y esto viene a partir de que el argumento del Presidente, respecto del consumo, es que ahora la gente compra en Mercado Libre. Pero un argumento de macroeconomía clásico es que no puede aumentar la producción si no aumenta el consumo. Porque si se fabrica más, el stock llega un momento que tiene un costo y no se podría fabricar más y que no se consuma más. Y toda la experiencia empírica del consumo masivo da que está a la baja. Entonces, algo de nuestras estadísticas, evidentemente, no está bien. Y hay un punto en el cual el Presidente, reconociéndole honestidad intelectual, tiene cierta lógica. Es decir: si aumenta la producción, a alguien se lo venden. ¿Qué te dice tu experiencia trabajando con estadísticas nacionales? ¿Tenemos un problema con las formas de mediciones?

Puede ser que haya algo. Pero te diría que lo que más hay es que hay cosas que tardan mucho en salir. Tardan tiempo, porque lleva tiempo relevar las estadísticas y demás, aunque hay rectores que brindan la información rápido. Por ejemplo, la venta de autos sale al otro día que termina el mes. El índice Construya, de la construcción, sale al día 10. La de alimentos, que la publica Scentia, sale entre el 15 y el 20. Entonces, estás muy cerca de lo que sentís, o lo que ves, o lo que escuchás, versus la estadística. Hay otras que aparecen tres meses después. Cuando aparece tres meses después, depende cómo se estén moviendo las cosas, estás hablando casi de otro momento. 

Pero además hay otro punto que siempre hay que tener en cuenta: las bases de comparación. El año pasado lo que se planteaba es que no podemos comparar contra el 2023 porque está el plan latita de Massa, lo cual era cierto. Ahora, alguna comparación tenés que hacer. Si vos comparás intermensual, los últimos meses están dando para atrás, no para adelante. El consumo toda la vida se midió interanual porque hay estacionalidad. Lo cierto es que Argentina viene de una mutación tan potente en toda su estructura de vida cotidiana, incluso de cambio de precios relativos, de baja abrupta de la inflación, de una estabilidad muy clara del tipo de cambio y de apertura comercial. Yo decía que los barcos están saliendo en septiembre. Ya hay unos cuantos que llegaron con bienes importados. Los datos de los primeros 5 meses del año del INDEC dan +67%. Entonces, a las empresas les aparecieron nuevos competidores, como esto que está ahora de moda de los adolescentes comprando por Shein. Shein es China directo. Chau, se acabó. 

Lo que nosotros tenemos que entender acá es que esto tiene tiene componentes del uno a uno de los 90 —porque 1.200 para los argentinos es uno a uno—, más cinco mil quinientos millones de personas en internet, más China, más la globalización, más las redes sociales. Esto es como los 90 pero con internet, China y las redes sociales. Lo que yo estoy contando en las compañías es que esto va muy rápido. El concepto es aceleración. El concepto es la filosofía de Silicon Valley bajada a la realpolitik y a Trump, junto con Elon Musk. Nosotros estamos conectados con ese cable, y eso está alterando el partido que se estaba jugando hasta hace no demasiado tiempo. Eso te obliga a cambiar muy rápido tu cabeza y tu modelo de negocios.

¿Encontrás algún punto similar con 2017?

En la estructura de cómo se está moviendo el consumo, sí. En el 2017 le habían bajado el arancelero a las computadoras, y las computadoras crecían 50% en el 2017. Venta de camiones crecía 30%, venta de autos 20%, como las motos. Era muy parecido a lo que yo te decía recién. De hecho, se colocaron ese año 100.000 créditos hipotecarios. Ahora, una de cada cuatro propiedades que se vendieron en la Ciudad en mayo se vendieron con crédito hipotecario. Para mí es una gran noticia el crédito hipotecario, porque te cambia la cabeza de la gente. En vez de pensar a 10 días, pensás a 10 años. En el medio, le resta plata de consumo cotidiano, aunque después vas a vender colchones, televisores y todo lo que hay que poner en una casa.

Ahora, el argentino estuvo sin crédito y sin producto. No te olvides que en la Argentina no había nada. Estaba todo cerrado, las empresas no tenían insumo y los consumidores no podían comprar cosas. Si de pronto dicen que compren lo que queira, hay una etapa de acomodamiento y de pasarse de largo como consumidor. También había una idea de que  las últimas cuotas las paga la inflación. Eso terminó. Porque como la inflación se licuaba todo, decías que las últimas se pagan solas. Ahora, las últimas tenés que pagar. 

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Te quería preguntar respecto de otro dato estadístico, que es el Gini. Cierta lógica indica que en un país donde la distribución de la renta va hacia el tope de la pirámide, el consumo tiende a bajar. Porque los ricos no pueden comer más de dos chocolates por día. Hay un límite humano que tienen las personas, por más dinero que tengan. Entonces, si la distribución de renta no está en la base de la pirámide, naturalmente el consumo tiene que bajar.

Un poco lo que planteo en el ensayo es que tratemos de cuidar a la clase media. ¿Por qué? Por múltiples cosas. Porque la clase media nos cuidó a nosotros. Porque la clase media fue la que le puso un límite a cualquier desvarío ideológico o político, cuando quisieron avanzar sobre lo más preciado que tiene, que es el fruto de su trabajo. Ergo, la propiedad privada. La clase media es la que hizo grande a este país, con los defectos que tiene, porque no es perfecta, pero es la que creyó en el guardapolvo blanco de Sarmiento y el “mi hijo el doctor”. Desde ahí construyó un país que se destacaba en la región, y que tenía la París de Sudamérica.

Vamos a la pregunta del millón de lo que viene. Dante Sica calcula que se pueden generar 80.000 millones de dólares extra ingresos en el 2033 en los cuatro motores que están disparados en la Argentina: Vaca Muerta, minería, el agro expandido y la industria del conocimiento. Ecolatina lo calcula en 60.000 millones. Tomemos la proyección que vos quieras, pero es otro país.

La pregunta es, con ese dinero, ¿cómo llega el petróleo de Neuquén o el litio de Catamarca al conurbano? Con ese dinero, podés ser Noruega, que cuando encontró el petróleo de ultramar hizo un fondo contracíclico y es uno de los países de mejor calidad de vida del mundo, o podés ser Angola, que tiene mucho petróleo y es un desastre. También podés ser Perú, donde el 25% de la población vive mejor que lo que vivía y el resto vive como vivía antes, o podés recuperar una parte, aunque sea, de lo que supo ser la Argentina, que me parece que sería nuestra mejor hipótesis. Para eso hay que empezar a prestarle un poco de atención a sectores que son muy multiplicadores, muy generadores de mano de obra, muy dinamizadores de la economía real y cotidiana. Entre ellos, fundamentalmente, la construcción.

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