Mario Santucho: “El ciclo del ‘Nunca Más’ se está clausurando por el auge de la ultraderecha”
El sociólogo y director de la revista Crisis analizó el cierre del ciclo de gobiernos progresistas y advirtió que la gestión de Javier Milei "repone la lógica del enemigo como lógica de la política".
Mario Santucho sostuvo que la Argentina atraviesa una nueva etapa política marcada por la consolidación de "poderes no democráticos" y sostuvo que afirmó que “el ciclo del ‘Nunca Más’ se está clausurando por el auge de la ultraderecha”. El director de la revista Crisis señaló que este proceso forma parte de una dinámica global en la que el neoliberalismo económico se mantiene mientras la democracia es sacrificada como forma de gobierno. “Se está rompiendo el matrimonio entre capitalismo y democracia”, planteó en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190).
Mario Santucho es sociólogo, egresado de la Universidad de Buenos Aires. Vivió hasta los 18 años en Cuba. Es hijo de Mario Roberto Santucho, líder del Partido Revolucionario de los Trabajadores y del ERP ) Ejército Revolucionario del Pueblo). Es editor, es investigador político, actualmente reconocido por ser el director del colectivo editorial de la revista Crisis. Fue integrante del colectivo Situaciones, un grupo de investigación y pensamiento crítico que analizó profundamente los movimientos sociales tras la crisis del año 2001. Ha participado en la escritura y edición de diversos libros que abordan la política y la transformación social y es autor de Bombo, el reaparecido, del año 2019.
Un texto de la revista Crisis fue titulado "Cinco hipótesis sobre la democracia". Me gustaría que hicieras una síntesis de cada una. ¿Por qué estamos en la posdemocracia y, al mismo tiempo, a cuál le asignás más probabilidades?
El texto fue publicado en el nuevo número de la revista Crisis, que acaba de salir hace muy poco, y es el número 70. Es una especie de editorial, o nosotros le llamamos manifiesto, y tratamos de dar cuenta un poco de la etapa política que vivimos, y particularmente a partir de lo sucedido en la elección de octubre, que supongo que, como a vos también y como a la mayoría de los analistas y de quienes veníamos siguiendo el proceso político en Argentina, nos sorprendió mucho. Nuestra sensación es que esa sorpresa ante un evento que se sale un poco del tipo de elecciones que veníamos viendo hasta ahora tiene que ver, precisamente, con que estamos ante una etapa nueva de nuestra democracia de nuestro proceso político, que tiene que ver con la consolidación de poderes no democráticos que de alguna manera condicionan el campo de lo posible en la democracia.
El principal, que para nosotros tuvo un efecto muy fuerte, fue la intromisión del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en plena campaña electoral, garantizando un poco el esquema económico a través de una intervención inédita. Prácticamente se convirtió el presidente Trump en un arbolito, cambiando dólares para que el esquema macroeconómico se mantuviera, y luego con declaraciones muy fuertes en pleno proceso político, amenazando de alguna manera al pueblo argentino, a la ciudadanía argentina, de que si no votaban al candidato que él apoyaba, que es precisamente el presidente, iba a haber una catástrofe económica. Esta especie de amenaza de Trump tenía bastante consistencia, era bastante probable.
Por lo tanto, la mayoría de la población, o un sector importante de la población, hizo un cálculo y de alguna manera apoyó al oficialismo. Este elemento para nosotros confirma una serie de condicionamientos más complejos que hoy están condicionando al proceso político. Son poderes no democráticos que de alguna manera intervienen sobre la decisión soberana de la población. En este caso, el presidente de una potencia extranjera, quizás la potencia global.
Ahí vos planteabas varias hipótesis: el triunfo de fuerzas ultraderechistas y la debilidad de los movimientos populares; un capitalismo sin democracia a nivel mundial; el voto extorsionado; decisiones electorales influidas por condiciones o presiones externas, económicas o geopolíticas; la reducción del campo de lo posible y la clausura del espacio institucional. Todas las hipótesis son pesimistas respecto del futuro de la democracia. ¿No le asignás ninguna posibilidad a que estemos al fin de un siglo que se inició no con Trump, sino con Ronald Reagan, con la Escuela Económica de Chicago, con Margaret Thatcher, con Augusto Pinochet y la escuela austríaca, y que en realidad no es que esté comenzando ahora, y que estamos llegando al paroxismo de lo mismo, con una señal de fin de algo?
Sí. Más que un fin, creo que es una consolidación. Creo que finalmente se concreta algo que en algún momento un teórico italiano como Toni Negri había dicho, que es una especie de golpe de Estado dentro del imperio. Negri planteaba la hipótesis de un imperio que era superador del imperialismo y planteaba la idea de que esta especie de globalización neoliberal, de este ciclo del capitalismo que empieza con la caída del Muro de Berlín, que se anticipa, a los proyectos de Margaret Thatcher, que tenían como horizonte la destrucción del Estado de bienestar de ese capitalismo que se había construido durante el siglo XX. Un poco en espejo, como respuesta a la emergencia del socialismo como una amenaza al sistema capitalista.
Como respuesta a eso, como intento de convencimiento de las clases trabajadoras, de las clases obreras del capitalismo occidental, se había constituido ese Estado de bienestar. Y tanto Thatcher como Ronald Reagan venían a plantear el fin de ese esquema y la emergencia de un modelo neoliberal que tuvo su principal auge a partir de la caída del Muro de Berlín en el año 89 y de la Unión Soviética en el año 91, con la aparición y el despliegue del proyecto de la globalización neoliberal.
En ese momento, la globalización neoliberal tenía dos grandes ejes: uno era la liberalización económica, la apertura de las fronteras nacionales, el paroxismo del comercio internacional, el comercio mundial, y muy íntimamente relacionado, el modelo democrático occidental expandido a todo el mundo. Este matrimonio entre capitalismo en la fase económica y democracia occidental en la fase política es la que hoy está llegando a su fin. Lo que está llegando a su fin es esa especie de matrimonio. Se mantiene el neoliberalismo en la instancia económica. Lo que se sacrifica, precisamente para que ese neoliberalismo siga vigente, es la democracia. Lo que hoy se consolida es un capitalismo que sacrifica la democracia para sostenerse.
Entonces, esa alianza entre capitalismo y democracia hoy está rota, sobre todo a partir de la emergencia de esta fuerza ultraderechista, que bien vos llamabas esta internacional reaccionaria a nivel global, que básicamente plantea, con bastante lógica desde su punto de vista, que Occidente está perdiendo la batalla dentro de la globalización con China, entre otras cosas porque China no tiene un modelo democrático como el de Occidente, que implica alternancia, idas y venidas, con la organización de las fuerzas productivas de la sociedad. Entonces está dispuesto a sacrificar la democracia occidental para competir, plantean ellos, en igualdad de condiciones con China, yendo hacia modelos más bien imperiales. Por eso hay una especie de recuperación ideológica, mítica, por parte de esta ultraderecha, de los modelos romanos imperiales, la idea del emperador, que ellos tienen como una fantasía política, pero que a su vez tienden a concretar bastante en su práctica política.
Esto es un poco lo que para nosotros está sucediendo. Entonces, más que el fin de esa etapa, yo te diría que es la consolidación, es como la realización del programa de esa ultraderecha en esta fase. Y eso implica, yendo más hacia la Argentina o hacia la región, el cierre del ciclo de gobiernos progresistas e incluso, y esta es la pregunta que nosotros planteamos, la posibilidad de que no estemos ante el cierre del propio ciclo democrático que se inició en el año 83, con la ruptura de consensos democráticos básicos por parte de gobiernos de ultraderecha.
Norcorea amplía la producción de misiles para proveer a Rusia
Vos mencionás China, pero no Rusia. Un especialista ucraniano planteaba que el tema no era Putin y que, por lo tanto, 15 años de protección de Ucrania no le garantizaban nada, porque el pueblo ruso estaba acostumbrado, con zares primero, con comunismo después y con Putin luego, a que nunca hubiera democracia y, por lo tanto, iba a ser una amenaza. El arsenal nuclear de Rusia es muy superior al de China y, desde el punto de vista militar, es la segunda mayor potencia armamentística del mundo. ¿Cómo entra el sistema autocrático en el caso de Rusia, que es poderosa militarmente y no desde el punto de vista económico?
Rusia es una de las potencias que quizás mejor entendió este cambio de etapa en los últimos tiempos. Y efectivamente, después de un intento de occidentalizar su sistema político, con la caída del socialismo, con la emergencia de Putin, que fue un gran aliado de Estados Unidos en su momento, después de (Boris) Yeltsin, y que tuvo como horizonte político posible un acuerdo efectivo con Occidente que, según sus propios términos, no fue respetado, eligió este camino.
En este caso Putin se dio cuenta de que las reglas internacionales estaban cambiando, que ya no regía la lógica de posguerra de la Segunda Guerra Mundial, la lógica de la ONU, la constitución efectiva de un orden internacional sujeto a reglas, sujeto a derecho. Y llevó adelante una guerra en plena Europa contra todo pronóstico. Recordamos muy bien que, al inicio de esa guerra, todos pensábamos que era una especie de apuesta de pérdida segura por parte de Rusia, que había pisado un poco el palito y que estaba a punto de sufrir una derrota fenomenal. Sin embargo, no fue así.
Entonces, Rusia lo que muestra es la caída definitiva de esta imagen de una globalización neoliberal con la promoción de los valores democráticos de Occidente y la emergencia de un mundo mucho más complejo, en el cual la guerra, por ejemplo, vuelve a ser parte de nuestra cotidianidad. Después de Rusia tenemos que fumar a Israel, que es otro régimen que hace una apuesta parecida. Viola todas las reglas del derecho internacional, comete un genocidio en un lugar como Palestina, contra toda normativa internacional, y también desarrolla prácticas bastante poco democráticas, incluso con anterioridad.
¿Y cómo te las arreglás con tanto pesimismo para levantarte todas las mañanas?
Es la famosa frase de Antonio Gramsci, que tanto repetimos y es momento de ponerla en juego realmente. Creo que el pesimismo de la razón es algo inevitable. Rigen valores muy fuertemente marcados por una inhumanidad muy grande, raíz propia del capitalismo, con esa lógica de la ganancia de la apropiación. Por lo tanto, la razón no tiene otro remedio que ser pesimista. Ser pesimista en este contexto es ser realista. Eso no implica que necesariamente la voluntad esté oprimida o deprimida. La voluntad siempre tiene que buscar, aun en los peores momentos, cómo reconstruir un horizonte de felicidad, imágenes propias de felicidad, que siempre van a estar, porque el pensamiento y la humanidad se reconstruyen aun en los peores momentos.
Los ciclos largos del economista ruso-inglés Nikolai Kondratiev dan 50 o 60 años. Se cumplieron 50 años también el 23 de diciembre de la batalla de Monte Chingolo, donde tu padre fue quien comandó, junto con otros 200 militantes del ERP, el intento de toma del Depósito de Arsenales 601 "Domingo Viejobueno". ¿Pensaste algo el 23 de diciembre? ¿Te pasó por la cabeza alguna reflexión que puedas hacer para compartir con las generaciones nuevas que ni saben lo que sucedió en los años 70?
Sí, particularmente respecto de este aniversario. El 24 de marzo próximo se cumplen 50 años del golpe militar. El 19 de julio, se van a cumplir 50 años de la caída en combate y desaparición de mi papá y de mi mamá, los dos el 19 de julio del año 76. Estas fechas que estamos atravesando ahora tienen un significado particular. Me parece que ese pasado resurge ahora con un significado distinto al que venía teniendo. En ese sentido, también creo que hay un cierre de un ciclo.
Tengo la intuición de que el ciclo del ‘Nunca Más’ se está clausurando por el auge de la ultraderecha. Esto aparece muy claramente para nosotros con la emergencia de un gobierno y de una fuerza de ultraderecha muy agresiva que básicamente ha decidido no solo romper los consensos básicos de la democracia, que era esta idea original de (Rául) Alfonsín, de que con la democracia no solo se vota, sino que también se cura, se educa y se come. El gobierno de ultraderecha libertario, al negar estos derechos básicos a la sociedad, al decir que no son derechos que deban ser garantizados por el sistema político, por los gobiernos, de alguna manera rompe estos consensos. Pero además creo que es un gobierno y una fuerza política que repone la lógica del enemigo como lógica de la política, en consonancia con la dinámica de la guerra a nivel global de la que recién hablábamos.
Allí murieron personas en ese ataque. Entonces uno podría plantearse que “hay que hacer una autocrítica de eso”. Y vos ahora nos contás que la democracia desemboca en una especie de regresión, inclusive. Encuentro ahí un paralelismo entre el reconocimiento de que la lucha armada no era el camino y ahora la democracia parecía serlo y ahora la democracia tampoco. ¿Y cuál es la solución frente a eso?
Yo no te diría ninguna de las dos cosas. No te diría ni que la lucha armada no era el camino en ese momento histórico, ni te diría que la democracia no es de por sí una solución. Te diría que lo que sí es fundamental, y creo que es algo que tenemos que repensar en serio, es la idea de que, en todo caso, la democracia y, en todo caso, la idea de un horizonte de emancipación es el sueño, uno podría decir, de las tradiciones más importantes del pensamiento crítico y de la política latinoamericana. Eso depende de la capacidad que tengamos de democratizar en serio la sociedad. En tanto existan poderes que concentren la riqueza, la información, un elemento fundamental del presente, y, obviamente, las armas, en tanto existan poderes que concentren de manera totalmente asimétrica esos elementos que configuran el poder en una sociedad, es muy difícil pensar que haya una convivencia y una comunidad de destino.
La necesidad es democratizar eso en serio, ir hacia un proceso de democratización de esos elementos que configuran el poder. Si no, la democracia termina siendo un asunto muy formal que no soluciona los problemas reales. Y también cualquier experiencia revolucionaria o de emancipación que no logre hacer eso, y que de alguna manera trabaje en espejo con los poderes constituidos, tampoco va a ser solución. Creo que tanto en esta época como ahora hemos experimentado formas de democratización que no han dado resultado. Eso no quiere decir que la aventura no siga, que la búsqueda no siga y deba ser relanzada.
TV
LT
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