nuevo ciclo

Migración interna: argentinos que eligen irse de la ciudad al campo

El campo ya no es solo un espacio de producción, se convirtió en un lugar de deseo y proyecto de vida. La búsqueda de tiempo, comunidad y naturaleza redefine el mapa demográfico argentino.

Tres pueblos pintorezcos para visitar en Buenos Aires Foto: Turismo Provincia

Durante décadas, el sueño argentino fue llegar a la ciudad. Hoy, cada vez más personas eligen el camino inverso: dejar el ruido, el tránsito y la velocidad para empezar una nueva vida en pueblos o zonas rurales. Un fenómeno que podría redefinir el mapa demográfico del país. Durante buena parte del siglo XX, el movimiento era uno solo: del campo hacia la ciudad.

Las grandes urbes concentraban las oportunidades, las universidades, los hospitales y el movimiento. Pero algo cambió. En los últimos años, cada vez más argentinos están dejando las metrópolis para irse a vivir al campo o a pequeños pueblos. Ya no se trata solo de jubilados que regresan a sus raíces, sino de una nueva generación que busca otra forma de vivir: más tiempo, más silencio y una relación más directa con el entorno.

El RENAPER elaboró un mapa, a partir de los cambios de domicilio entre 2012 y 2022, que muestra con claridad esta tendencia. El dato más llamativo es que la Ciudad de Buenos Aires y el Área Metropolitana, históricamente el centro de atracción del país, son hoy los lugares que menos migrantes internos reciben. En otras palabras, la dirección del movimiento cambió. Ahora muchos quieren irse de la ciudad

El investigador del CONICET, Marcelo Sili, estudia este fenómeno desde hace años. Lo llama “renacimiento rural”, un proceso que ya atravesaron Europa y Estados Unidos, y que comienza a consolidarse también en la Argentina. Según Sili, los motivos son múltiples:

La búsqueda de tranquilidad y contacto con la naturaleza. La posibilidad de vivir mejor con menos. Acceder a una vivienda propia, servicios básicos y escuelas cercanas. Pertenecer a una comunidad más chica y más humana.

La conectividad digital también fue clave: hoy es posible trabajar desde cualquier punto del país. “La pandemia no generó este cambio pero lo aceleró notablemente”, menciona Sili. Sin embargo, esta migración interna también genera choques culturales.

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En muchos pueblos, los habitantes de toda la vida buscan progreso y modernidad: asfalto, alumbrado, cloacas, internet, viviendas nuevas. En cambio, los nuevos pobladores, llegados desde las grandes ciudades, valoran justamente lo opuesto: las calles de tierra, el silencio, la oscuridad sin luces LED, la falta de semáforos. Llegan buscando una vida más sencilla, más natural, y sin los signos del desarrollo urbano que dejaron atrás.

Sili plantea que este contraste está redefiniendo la relación entre campo y ciudad. Por primera vez, el campo aparece como un lugar de deseo, no solo de producción.

Para ampliar la mirada, conversé con Matías Araujo, director de la Fundación Tejido Urbano, que analiza este fenómeno desde la perspectiva territorial.

Araujo confirma que el movimiento se da principalmente desde CABA y el AMBA, y que los nuevos migrantes eligen ciudades intermedias o rurales con buena conectividad y servicios.

Entre los destinos más elegidos aparecen:

  • La Costa Atlántica, Gualeguaychú, Bariloche, y los valles cordobeses de Punilla, Calamuchita y Colón.
  • El interior bonaerense con ciudades como San Pedro, Tandil o Exaltación de la Cruz.
  • Regiones productivas como Neuquén, General Roca o Comodoro Rivadavia, donde el atractivo principal es el trabajo.

Esta migración no solo cambia el mapa demográfico, también transforma la vida cotidiana de los pueblos. El aumento de población permitió reabrir escuelas, consultorios y comercios. Los nuevos vecinos trajeron emprendimientos, ideas culturales y una mirada diferente sobre la vida local. Sin embargo, también aparecen tensiones en torno al crecimiento, la identidad y el uso del suelo.

¿Hacia un cambio demográfico?

“Argentina vive una transformación demográfica silenciosa”, resume Sili. Por primera vez en décadas, el Área Metropolitana de Buenos Aires comienza a perder población. La gran ciudad deja de ser el gran atractor. Y el interior se reanima, lentamente, con nuevos habitantes, formas de trabajo y búsquedas.

El investigador advierte que este proceso podría ser una gran oportunidad de conseguir el equilibrio demográfico, siempre que haya políticas públicas que acompañen el movimiento: infraestructura local, conectividad, servicios y distribución equitativa de las oportunidades
 

LT