Herramientas obsoletas

Roberto Gargarella comparó los cambios de autoridades en un sistema parlamentario con nuestro sistema presidencialista

Según el académico, “las herramientas que nos han quedado son muy toscas, pero eso no es una responsabilidad de los ciudadanos, es la responsabilidad de autoridades que no han querido cambiar este régimen de gobierno”.

Roberto Gargarella Foto: Captura de YouTube

Roberto Gargarella relfexionó sobre la situación institucional argentina: “Hay que inscribir lo que está ocurriendo dentro de algo que está sucediendo en América Latina y es un momento de regresión democrática”. En Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190), el abogado comparó los cambios de autoridades en un sistema parlamentario con nuestro sistema presidencialista: “En un sistema parlamentario, es muy habitual, y no es un drama de nadie, cambiar un primer ministro. Forma parte de la naturalidad del gobierno. Que nosotros no podamos hacer eso tiene que ver con la tosquedad de las herramientas que tenemos”. Según el académico, “las herramientas que nos han quedado son muy toscas, el dolor que se genera es peor, pero eso no es una responsabilidad de los ciudadanos, es la responsabilidad de autoridades que no han querido cambiar este régimen de gobierno”.

Roberto Gargarella es abogado, jurista, sociólogo, escritor y académico argentino. Es especialista en derechos humanos, democracia, filosofía, política, derecho constitucional e igualdad y desarrollo, y también es profesor de la Universidad Torcuato Di Tella y de la Universidad Nacional de Buenos Aires. 

Algo que está en ciernes y que es un problema que me parece que todavía está pasando debajo del radar: es el comienzo de un conflicto de poderes entre el Ejecutivo y el Legislativo, cuando nos encontramos que una ley queda promulgada después de haber logrado dar marcha atrás el veto del presidente con dos tercios de los integrantes de las dos cámaras. Eel Congreso le ordena al Ejecutivo que la promulgue y el Ejecutivo no la promulga, y que el jefe de gabinete dice que no puede promulgarla porque no encuentra las partidas para poder financiarla. Es como una especie de prueba de acero, que si esto funcionase así, en el futuro ninguna de las leyes que contradigan al Ejecutivo las promulgarían y quedarían como hechos abstractos.

Me parece importante, y diría esto: creo que hay que inscribir lo que está ocurriendo y lo que viene ocurriendo dentro de algo que está sucediendo en América Latina, y es un momento de regresión democrática. Así que yo creo que hubo dos grandes momentos institucionales en la región. Uno fue a comienzos del siglo, la Revolución Mexicana, derechos sociales, cosas que se empezaron a expandir por toda la región, digamos, regímenes autoritarios en lo político. Vargas, Perón, etcétera. Hubo la sucesión de golpes de estado que conocemos. Hubo, digamos, en los 80, 90, un momento de rebrote democrático con un tinte, lo que se llamaba la oleada rosa y constituciones que yo criticaría por distintas razones, pero aparece Colombia 91, Argentina 94, Bolivia 2009, Ecuador 2008, Venezuela 1999.

Y yo creo que hoy lo que hay es, en toda la región, movimientos de hostilidad al orden constitucional, ejecutivos que toman control sobre los organismos de fiscalización de sus acciones, quiebre del sistema de contrapesos de distinto modo. Hay que estar alerta a cada uno de estos movimientos porque es lo que ocurrió: El Salvador, quiebra constitucional, Bukele y reelección indefinida. México, abrumadora, vergonzosa reforma judicial, tomando control de todo. Guatemala, persecución de fiscales y persecución de jueces. Venezuela, lo que ya sabemos: control del Tribunal Electoral. Nicaragua, ruptura completa de los organismos de control. Ecuador, en estos momentos está en marcha una reforma constitucional destinada a tirar abajo la Constitución de 2008, que era, en su retórica y en parte de su práctica, establecida, garantista; ahora se va a pasar a una Constitución en donde el eje, va a ser insólitamente la cuestión de la seguridad.

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Entonces, es una oleada seria que marca una etapa compartida sobre la cual hay que mostrar atención y exige nuestra preocupación. Estamos en un momento difícil, y Argentina está sumada a esa oleada. Mucho de lo que viene haciendo el gobierno de Milei que son gestos de desafío, de burla y de puesta en riesgo, desde el decreto, el megadecreto 70, el intento de copar la Corte a través de nombramientos completamente inconstitucionales; más allá de lo que es la práctica promovida por sus alfiles, en los medios de celebración de la vieja Roma autoritaria, de los deberes imperiales y del golpe de estado de ellos, y el bombardeo al Congreso que yo no veo por qué hay que tomar en chiste.

Entonces, eso es consistente con todo lo que han hecho, sobre todo en estos momentos en donde aparecía que, políticamente, el humor social estaba sonriendo. Entonces, yo tomaría muy en serio todos los gestos: han sido gestos de atentado contra el derecho, compatibles, consistentes con todo lo que está pasando en la región.

¿Por qué crees que en Argentina la sola posibilidad de una moción de censura al jefe de gabinete o un posible juicio político a las autoridades del Ejecutivo genera un escoracado inmediatamente desinstitucionalizante y antidemocrático?

Primero, lo que yo haría es distinguir entre, digamos, sistema de gobierno y régimen político. Entonces, el hecho de que se quiebre la democracia como los golpes de estado habla de una ruptura en el régimen político. Ahora está completamente dentro de nuestro sistema de gobierno utilizar las herramientas que son parte del entramado constitucional, de las herramientas de juego de la democracia constitucional que tenemos nosotros. Todo lo que hagamos con ese instrumental es estar dentro del sistema de la democracia constitucional sin ningún problema.

Entonces, no hay una ruptura de régimen. Entonces, es un error y es una provocación y es una extorsión moral estar insistiendo permanentemente con que cualquier modo de utilizar herramientas como la de censura al jefe de gabinete o juicio político al gobierno, eso es algo destituyente. Eso tiene que ver con una práctica que el propio kirchnerismo, que le interesó promover en su momento, que era tenernos a todos extorsionados, inhibidos: "ah, están criticando a Cristina, esto implica golpe de estado". No hay ningún golpe de estado.

El régimen político está completamente preservado y estamos actuando dentro de las herramientas de nuestra democracia constitucional. Entonces, tenemos un sistema de gobierno que nos da estas herramientas. Dicho eso, no hay nada de lo que es aceptar esa extorsión. Estamos con las herramientas que nos da la democracia constitucional y son todas herramientas permisibles. Señalaría algunas cosas. Una es que tenemos una situación que es distinta de la que aparece en los regímenes parlamentaristas y semiparlamentarios o semipresidenciales.

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El 75% de los sistemas en el mundo son parlamentarios o semiparlamentarios. Nosotros tenemos, no solamente, que estamos dentro de los países occidentales en el 25% minoritario, que son básicamente todos los países de América Latina, sino que estamos en la facción más pequeña de sistemas presidencialistas duros.  Entonces, nuestro sistema es el responsable de darnos herramientas muy toscas. Por supuesto que el uso de estas herramientas puede ser doloroso, puede ser traumático también, pero digamos, como un divorcio es traumático, preservar una situación de crisis matrimonial es malo, como puede ser malo un divorcio, o podría ser peor.

Dentro de las herramientas que tenemos, que son herramientas constitucionales, lo que sí es cierto es que tenemos herramientas muy toscas. Entonces, digamos, el dolor que se genera es peor. Porque tenemos un sistema hiperpresidencialista, que nos da herramientas muy toscas, es un sistema muy rígido. Entonces, lo que eso ha generado es esta incomodidad de que haya que utilizar herramientas extremas dentro del sistema completamente permisibles, pero que son duras por la tosquedad propia del sistema. Pero eso no es una responsabilidad de los ciudadanos, es la responsabilidad de autoridades que no han querido cambiar este régimen de gobierno. Entonces, nos dan herramientas de no flexibilidad.

En un sistema parlamentario, cambia permanentemente, y no es un drama de nadie cambiar un primer ministro forma parte de la naturalidad del gobierno. Que nosotros no podamos hacer eso tiene que ver, otra vez, con la tosquedad de las herramientas que tenemos. Nadie dice cuándo se cambia el primer ministro en Inglaterra, en Francia, en Alemania, que ocurre más o menos permanentemente. Forma parte de la lógica del sistema.

Nosotros tenemos un sistema mucho más rígido y, en ese sentido, las herramientas que nos han quedado son muy toscas. Pero, ¿qué es lo que ha pasado entonces en América Latina? Se llama la nueva inestabilidad política, que es: los gobiernos, dentro de las herramientas constitucionales que tienen, hacen lo que pueden. Toda la región está recurriendo a estas herramientas que son dolorosas, pero completamente constitucionales.

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Por supuesto, pueden ser usadas mejor o peor, pero digamos son las pocas herramientas que nos da un sistema muy rígido que nos obliga a recurrir a medidas que son particularmente dolorosas y traumáticas porque se ha optado por un sistema no flexible. Eso, en un sistema parlamentario, forma parte de la vida normal. Nadie se queja de nada, y eso es la vida plena de la democracia constitucional. Aquí aparece acusado de destituyente.

No pasamos de un régimen democrático a un régimen dictatorial autoritario. Usamos herramientas que tenemos, que disponemos. Y, en todo caso, lo que lamentamos es que lo que ha hecho el presidencialismo latinoamericano, el hiperpresidencialismo, es dejarnos con herramientas en un sistema muy rígido, muy difícil de cambiar.

Entonces, eso hace que lo que resulta natural y completamente convencional y moderado, en un contexto de parlamentarismo, en el contexto de presidencialismo, aparece como particularmente traumático. Pero digo: es la práctica que hemos estado obligados los latinoamericanos para preservar al sistema y, al mismo tiempo, ser sensibles a los cambios dramáticos que tienen los consensos políticos, que son difíciles de generar en la región y que obligan a repensar.

El sistema presidencialista siempre fue criticado, por todas las ciencias políticas en los años 80 por esto, porque no ayudaban a la democracia. Todos los que estudiaban estos regímenes decían: "Una parte central de la explicación de los golpes de estado en América Latina no tiene que ver solamente con la cultura, política, la economía, sino con un sistema que es muy malo porque no nos está dando herramientas".

Entonces, lo que estamos haciendo en estos tiempos es recurrir a las herramientas constitucionales que tenemos para hacer algo que se convierte en traumático porque no nos han dado herramientas más sensibles a los cambios naturales de opinión que hay en una democracia. Entonces, es el sistema que está viendo obstáculos y estamos jugando dentro del sistema,.