Cómo la COP30 puede reenergizar la acción climática
La próxima Cumbre Climática de la ONU (COP30) se celebrará en la ciudad amazónica de Belém, Brasil, y enfrenta el desafío de cerrar la brecha entre los compromisos actuales y las medidas urgentes necesarias para evitar un calentamiento superior a 1,5 °C.
Es difícil imaginar un escenario más apropiado para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30) que el de este año. Delegaciones de todo el mundo se reunirán en Belém, la ciudad ecuatorial brasileña situada al borde del Amazonas, uno de los principales frentes de vulnerabilidad climática. Cerca del 40% de la población vive por debajo del nivel del mar y alrededor del 82% de los residentes transitan por calles sin sombra. El calor y la humedad definen su vida diaria, y la naturaleza sostiene directamente su existencia.
Pero a medida que avanza la COP30, no tiene sentido fingir que los gobiernos están a la altura del desafío. El último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) deja en claro que, sin una acción gubernamental más fuerte, veremos temperaturas a las que los cultivos fallan, las ciudades se recalientan, las economías tambalean y el costo humano se dispara. Ésta es la realidad que los responsables de políticas enfrentarán en Belém, y deberían asumir una responsabilidad colectiva para abordar la alarmante distancia entre lo prometido y lo necesario.
Alcanzar la seguridad climática no será fácil, pero reconocer lo avanzado debería inspirar esperanza. Entre 2005 y 2015, el petróleo, el gas y el carbón cubrieron el 68% del aumento de la demanda eléctrica global. Entre 2015 y 2025, las energías renovables cubrieron el 67% de ese crecimiento.
En China, el presidente Xi Jinping busca que el próximo Decimocuarto Plan Quinquenal acelere la construcción de un nuevo sistema energético y promueva la sustitución ordenada de los combustibles fósiles. En India, las renovables cubrieron el 51,5% de la demanda total de electricidad en julio de este año. Y en la Unión Europea, el PBI creció un 68% entre 1990 y 2023, mientras las emisiones netas de gases de efecto invernadero cayeron alrededor del 37%, según datos preliminares.
La caída de los costos de la energía renovable, los vehículos eléctricos y el almacenamiento en baterías abre el camino para que gobiernos y comunidades enfrenten el reto de garantizar un futuro seguro. La apatía y la resignación no son opciones.
Primero, los gobiernos deben reafirmar el Acuerdo de París y su meta de mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los 2 °C —y, de ser posible, 1,5 °C— respecto de los niveles preindustriales. Con la administración Trump intentando frenar la eliminación de los combustibles fósiles, reafirmar este objetivo enviaría una señal importante a inversores y planificadores de todo el mundo.
Segundo, deben acelerar la implementación de lo ya acordado. El Balance Global de 2023, realizado en Dubái, instó a los países a triplicar la capacidad de energías renovables, duplicar la eficiencia energética, promover una transición justa lejos de los combustibles fósiles y detener —y luego revertir— la deforestación antes de 2030. Lograr ese consenso fue difícil; ahora hay que aplicarlo con la velocidad y escala necesarias.
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El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva propuso en la apertura de la COP30 elaborar una hoja de ruta hacia una transición justa, acompañada de compromisos para invertir en redes eléctricas y almacenamiento energético. De forma similar, se podría establecer un plan concreto para alcanzar la deforestación cero en 2030.
Como anfitrión, Brasil ya convocó a “acelerar la implementación del Balance Global”. Pero debemos traducir esa consigna en resultados reales: un plan de acción con políticas, medidas de apoyo y caminos concretos que cierren la brecha hacia el objetivo de 1,5 °C del Acuerdo de París.
Reforzar los esfuerzos no significa solo recuperar terreno perdido, sino también aprovechar la velocidad de la transformación ya en marcha, que está generando empleo y crecimiento. Desde 2015, la energía eólica y solar se triplicaron, y los vehículos eléctricos pasaron de menos del 1% a más del 20% del mercado.
Tercero, los países deben mostrar cómo alinearán sus políticas actuales con el objetivo de cero emisiones netas. Varios compromisos recientes no alcanzan a cumplir con las metas de neutralidad de carbono fijadas para 2050 o más adelante.
El acceso al financiamiento climático y la inversión es crucial para que los países en desarrollo puedan descarbonizarse y adaptarse. La COP30 puede lograr avances concretos si obtiene compromisos para movilizar más recursos hacia los países vulnerables frente al aumento del nivel del mar, las tormentas, las olas de calor y otros impactos del cambio climático.
La agenda brasileña es ambiciosa, pero la verdadera prueba será si el mundo logra acercarse al límite de 1,5 °C. Para Lula, alcanzar ese objetivo consolidaría su legado como defensor de los pueblos más afectados por el fracaso climático.
*Jennifer Morgan fue secretaria de Estado y enviada especial de Alemania para la acción climática internacional, y directora ejecutiva de Greenpeace International.
Project Syndicate.