el mensaje de Cristina Kirchner

"Formas" y política en el relato

Aclaración. El que gobierna es el presidente advierte a sus seguidores. Foto: cedoc

Cuando dejó la presidencia, Cristina Kirchner valoró los hitos comunicacionales: intervenciones “performativas” en el sentido de generar las reacciones deseadas en los actores relevantes. Así, operó el video del 18 de mayo de 2019 en el que anunció la fórmula presidencial. 

La carta publicada el 27 de octubre es un evento de comunicación política de primer orden. Rompe el silencio la figura más gravitante en la política argentina de las últimas décadas, que fue vocera única de su propio gobierno y ahora nos fue acostumbrando al silencio público, aunque sigue instalando las agendas, fundamentalmente en el ámbito judicial, ante un presidente atónito. Cristina sabe que las palabras son acciones y que las acciones son palabras. 

Ante todo, ¿quién es la Cristina que enuncia? No es la Vicepresidenta, co-equiper de Alberto Fernández y co-responsable de la crisis. Si así fuera no le dirigiría mensajes al Presidente. Aún más, quiere dejar expresa constancia de que ella no gobierna. Su “nosotros” no es el del gobierno si no el del espacio que lidera  y que, en todo caso, construyó una alternativa electoral exitosa al “derrumbe” del gobierno de Macri. 

Desde ese lugar que se ubica por arriba del Poder Ejecutivo observa críticamente la situación, sin ambigüedades: ¿cómo se puede interpretar si no el hablar de un “freno a la economía” “agobiante”, de “funcionarios y funcionarias que no funcionan”, de “desaciertos”? Sin nombrarlos, se alude claramente a funcionarios que pidieron la cárcel para ella o escribieron contra ella. Más crípticamente hay críticas también a la dependencia del FMI o al intento de acercamiento a los empresarios representados en el coloquio de Idea. 

¿Y a quién se dirige desde allí arriba? El destinatario explícito es el de su espacio. Para él vuelve a defender su gestión (como lo empezó a hacer al final de su gobierno y, sobre todo, con el libro Sinceramente), a criticar implacablemente al gobierno de Macri , “negativo” del suyo, y  a repasar los motivos para desistir de postularse como candidata y para elegir a Alberto para presidente. 

En la carta hay un eje destacable para la comunicación política. Insiste en que sus opositores y los propios peronistas criticaron sus formas pero que el verdadero problema con ella tenía que ver con sus políticas. Aún así, dado que “en política no solamente es lo que uno cree, ino lo que ve e interpreta el conjunto”, eligió un líder con otras formas. Tres comentarios. Primero, se plantea implícitamente la ecuación malas formas- buena gestión (su gobierno) vs. buenas formas- mala gestión (gobierno actual). Segundo, hay una implícita ironía en el repaso de las virtudes de Alberto: capacidad de diálogo, de generar consensos, contacto con los medios, buena relación con todo el peronismo, ya que serían competencia que no tienen que ver con los desafíos reales de la política. El tercer comentario es que ella sí considera importante la forma (aunque no “las buenas formas”), y una prueba es esta carta, que tiene que sewr interpretada palabra por palabra y que busca afectar a los destinatarios desde el discurso. 

Al gobierno se le destinan actos de habla de reconvención y de advertencia. Por ejemplo, que no le endilguen políticas improcedentes, quien gobierna es el Presidente. “Que nadie te quiera convencer de lo contrario”: la frase es una alerta para los propios. Esta conversación se escenifica para los demás actores de la política: el macrismo, los empresarios, los medios de comunicación, también destinatarios de la carta. 

La pieza encaja perfectamente en el relato cristinista de su gobierno. “¿Y vos que creías? ¿Qué lo de las AFJP, las retenciones, YPF, paritarias libres y juicios de lesa humanidad eran gratis?”, le preguntó a Máximo, único protagonista del gobierno que nombra. Es nuevo el énfasis en el carácter estructural del problema del bimonetarismo, aunque en la interpretación del origen y posible solución difiera con el gobierno. 

Hay también un supuesto que comparte con Alberto: sus causas judiciales son el resultado de una persecución, explicable por el Lawfare –sufrido por otros líderes populista, como Evo-, que enlaza con la interpretación cristinista de la función del poder judicial en el Estado de Derecho, acuerdo que el Presidente respeta más discursiva que operativamente, según Cristina. También hay aquí una advertencia.

La pandemia sólo aparece como contexto. Nada de lo que ha sucedido este año puede prescindir de ella, sin embargo. Seguramente las cosas cambien tanto en el país después del Covid-19, que incluso las certezas del relato de Cristina sean arrasadas por la crisis. 

*Director de la Escuela de Posgrados en Comunicación de la Universidad Austral.