COLUMNISTAS
convulsiones políticas

Toc, toc, carta de Cristina

A pocos días del llamado de la vice a un acuerdo de todos los sectores, nadie se ve muy interesado. Ni siquiera Alberto F.

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MISIVA. Cristina Fernández. | pablo temes

Qué cazador derribó aquellas cartas 

que nunca me mandaste

Qué fuego las quemó,

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 o en qué río se ahogaron?

Jorge Boccanera, poeta argentino.

 

El intercambio de cartas fue un género literario relevante hasta bien entrado el siglo XX.

Carta abierta. Con el formato de novela epistolar fue escrita Boquitas pintadas, del gran Manuel Puig, o La caja negra, de Amoz Oz. También en el mundo intelectual esta particular forma de comunicación fue de preeminencia. Ejemplo de esto fueron las acaloradas discusiones epistolares entre Marx y Engels con motivo de la Guerra de Secesión norteamericana (incluso en una carta, Marx trata de tonto a Engels por valorar mejor a los generales del sur esclavista y no ver la enorme capacidad productiva del norte) o como las que  intercambiaba Sigmund Freud con su hija Anna y con colegas como Wilhelm Fliess, hoy fuentes de investigación. 

Otro modelo de carta, más acorde con el formato de los muros de las redes sociales, es lo que se podría llamar “carta abierta”. El atributo principal es que no tiene un destinatario predefinido, por lo cual la primera discusión es a quién le habla el o la firmante. En esta modalidad se debe ubicar la carta “enviada” el lunes 26 de octubre por Cristina Kirchner. 

El primer objetivo de la carta fue “avisar” que no concurriria al acto organizado por el décimo aniversario de la muerte de Néstor Kirchner. Para esto basta un tuit, sin embargo tras el título “27 de octubre. A diez años sin él y a uno del triunfo electoral: sentimientos y certezas” transcurren unas 3 mil palabras. 

Un acuerdo entre propios y ajenos, cristinistas y anticristinistas es que la carta es una pieza política ejemplar. Una característica central es que cada lector podrá encontrar entre sus líneas el mensaje que desee leer, es decir, una estructura polisémica. Así se puede interpretar tanto un apoyo a Alberto Fernández como una crítica feroz a su gobierno. 

En la introducción Cristina plantea que el problema nunca fue ella misma, su personalidad, o sus modos comunicacionales, sino sus políticas: “¿Y vos qué creías? ¿Que lo de las AFJP, las retenciones, YPF, paritarias libres y juicios de lesa humanidad eran gratis?”, dice la ex presidenta. Irremediablemente se puede leer la frase pensando en su voz y en sus particulares inflexiones. El primer problema en su perspectiva es que muchos peronistas acordaban con esa mirada, que el principal inconveniente eran sus formas, y su poca vocación de diálogo. En esa lista de detractores incluye al propio Fernández, reconociendo implícitamente que ante la perspectiva de una hegemonía macrista (cuando la reelección de Macri parecía casi una obviedad) Cristina plantea que al Frente de Todos los unió más el espanto que el amor. Todo un tema para el desarrollo de un gobierno que al decir de Pablo Gerchunoff une varios peronismos. 

(In) Certezas. Frente al agobio, como define la ex presidenta a la situación actual, va a plantear sus tres certezas. En la primera el punto más notable es la definición del empresariado argentino como antiperonista, pero además no acepta que el peronismo haya vuelto al gobierno. Como ha dicho en otras oportunidades Cristina sostiene que los empresarios han ganado mucho dinero durante el kirchnerismo, siendo en todo caso un problema de “falsa conciencia de clase”. 

La segunda certeza de Cristina es la más jugosa. El título se podría reformular como No hay presidente-títere: Gobierna Alberto. “… más allá de funcionarios o funcionarias que no funcionan y más allá de aciertos o desaciertos… el sistema de decisión en el Poder Ejecutivo hace imposible que no sea el Presidente el que tome las decisiones de gobierno. Es el que saca, pone o mantiene funcionarios…”. Estas palabras dieron título a quienes vieron una crítica sobre los funcionarios, de la que se viene hablando desde el primer día, y quienes vieron que Cristina se está corriendo del camino del gobierno que vicepreside. Aquí viene uno de los párrafos más polémicos de su misiva: 

“No hay demostración más cabal (que) resignar la primera magistratura para construir un frente político con quienes no sólo criticaron duramente nuestros años de gestión sino que hasta prometieron cárcel a los kirchneristas en actos públicos o escribieron y publicaron libros en mi contra”.

Surge una pregunta ya para los historiadores: ¿resignó la primera magistratura? Si era su plan A, por qué decidió cambiarlo. Quedan puntos por dilucidar en esta historia, más allá de cierta incomodidad que le pueden generar algunos compañeros de ruta del Frente de Todos. Y luego levanta la apuesta: los epítetos de “rencorosa”, “vengativa” y que “sólo quiere solucionar sus problemas judiciales” serían para “ocultar lo que hicieron en Argentina y en la región con el Estado de Derecho: se lo llevaron puesto para proscribir a los líderes populares”. Aquí Cristina ve una conspiración del macrismo, algunos medios y agencias del Estado para llevar adelante una persecución contra su persona y su familia. 

¿Hay futuro? La tercera certeza de Cristina Kirchner es que se viene el “porrazo” que ya planteó Santiago Cafiero. En este sentido se puede decir que existe un consenso implícito en la dirigencia argentina sobre el sombrío panorama. Lo que no existe es una receta ni una propuesta unificada sobre cómo enfrentar la situación y los arduos conflictos que sobrevendrán, donde el caso de las tierras de Guernica quizás haya sido solo un tibio aviso. Aquí saltamos al problema central: la falta de dólares. 

En este punto no hay ambigüedades para Cristina: “La Argentina es el único país con una economía bimonetaria. ¿Alguien puede pensar seriamente que la economía de un país pueda funcionar con normalidad de esa manera?”. La pregunta que abre este párrafo es quién arregla esto. ¿Puede Alberto Fernández con su reconfirmado (por ahora) ministro Martín Guzmán? La respuesta de Cristina Kirchner es otra: “Es de imposible solución sin un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales de la República Argentina. Nos guste o no nos guste, esa es la realidad y con ella se puede hacer cualquier cosa menos ignorarla”. 

Tras una semana de la circulación de la carta que curiosamente incluye a los “sectores mediáticos”, no pareciera que hubiera mucho deseo de aceptar el convite, ni siquiera por parte de Alberto Fernández. ¿Cambiará esto en un futuro?

*Sociólogo (@cfdeangelis)