John C. Maxwell: “La ética está por encima de la ley”
Uno de los más importantes referentes de liderazgo a nivel global presentó su programa de formación de líderes para América Latina. “El éxito puede ser individual; el liderazgo siempre es colectivo”, destacó.
En un auditorio colmado de Buenos Aires, John C. Maxwell, considerado uno de los referentes más influyentes en liderazgo a nivel global, presentó su programa de formación de líderes para América Latina. Autor de más de 80 libros traducidos a decenas de idiomas y mentor de presidentes, empresarios y dirigentes sociales, llegó con un mensaje claro: el liderazgo no se trata de cargos ni títulos, sino de valores y capacidad de inspirar.
John C. Maxwell nació en 1947 en Estados Unidos. Pastor, conferencista y escritor, es reconocido mundialmente como el principal experto en liderazgo. Fundó la organización Maxwell Leadership y el John Maxwell Team, con los que ha entrenado a millones de personas en más de 160 países. Ha vendido más de 35 millones de libros, entre ellos Las 21 leyes irrefutables del liderazgo y Desarrolle el líder que está en usted. En diálogo con PERFIL, el conferencista y formador reflexionó sobre ética, generaciones y legado.
“Somos lo que defendemos”
—Hace poco entrevisté a Dan Brown, autor de El Código Da Vinci, y me dijo: “somos lo que defendemos”, ¿qué debe defender un empresario para pasar a ser un líder?
—Esa frase me encanta, porque coloca el acento en la acción. Un empresario puede defender su cuenta bancaria, su prestigio o sus privilegios. Pero un líder defiende a las personas, defiende principios que trascienden el corto plazo. Defiende la integridad incluso cuando nadie lo está mirando.
El éxito puede ser individual; el liderazgo siempre es colectivo. La verdadera medida de lo que defendés no está en lo que decís, sino en cómo se sienten los que te siguen. Defender la verdad, la justicia, la dignidad humana: eso convierte a un empresario en un líder.
—En otra entrevista, tuve la oportunidad de conversar con Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz. Ella insistía en que la violencia solo se supera con diálogo, incluso en medio del dolor más profundo, ¿qué le diría a los líderes que enfrentan la disyuntiva de tomar medidas impopulares en sociedades fracturadas?
—La gente puede aceptar el sacrificio si entiende la razón. Si percibe que la carga se reparte con justicia. Lo que no puede tolerar es la arbitrariedad. Liderar no es complacer, es inspirar. Y la inspiración solo llega cuando quienes te siguen sienten que los ves, que los respetás, que los incluís en la conversación. Aunque no estén de acuerdo con vos.
—¿Por qué eligió América Latina para sus programas de liderazgo?
—Porque aquí hay hambre de transformación. En Asia y en Europa tenemos proyectos, pero lo que sentimos en América Latina es una urgencia. Vemos jóvenes que quieren aprender, comunidades que claman por líderes íntegros, gobiernos que necesitan referentes éticos. Y elegimos Argentina porque es un país con una tradición de pensamiento, de debate, de pasión. Si logramos inspirar aquí, podemos irradiar esperanza en toda la región.
—¿Qué es el prestigio?
— El prestigio no se busca; se recibe. Es como la sombra de un árbol: no aparece porque la reclames, sino porque cuidaste las raíces y el tronco. Si tu motivación es el prestigio, vas a terminar vacío. Si tu motivación es servir, el prestigio llega solo, como consecuencia.
Liderar generaciones distintas
“La Generación Z no respeta la autoridad por el título, sino por la coherencia. Para ellos, un diploma en la pared no significa nada si no hay consistencia entre lo que decís y lo que hacés. Y eso nos obliga a ser más auténticos, más transparentes”, reflexionó Maxwell y continuó: “Con los jóvenes, el propósito pesa más que el sueldo. Eso cambia todo. Un líder ya no puede conformarse con pagar bien: debe ofrecer sentido. Y cuando lográs alinear propósito y talento, florece la innovación”.
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“Hay algo por encima de la ley y es la ética, la ética es lo que sostiene la confianza, y sin confianza no existe liderazgo”, agregó el formador de líderes. También se refirió a cómo incluir límites a la hora de liderar: “Amar no significa dar todo lo que la gente quiere. Amar es dar lo que necesita. Y muchas veces lo que necesita es un límite, una corrección. El amor verdadero no es permisivo, es formativo. Y esa formación, con cariño y firmeza, construye líderes sólidos”.
“Yo también me equivoqué muchas veces. Y descubrí que el error no destruye al líder; lo destruye la soberbia de no admitirlo. Cuando un líder dice ‘me equivoqué’, abre la puerta a la confianza. Cuando dice ‘no me importa’, la cierra para siempre”, destacó.
“Hacer la diferencia comienza conmigo, pero madura cuando lo hago con otros. Puedo crecer individualmente, pero si quiero transformar la sociedad, necesito equipo. El Everest no se sube solo: cuanto más grande es el desafío, más grande debe ser el equipo", compartió.
Claves para un liderazgo empático y exitoso
-“El nivel de liderazgo de una persona establece el tope de su efectividad. Si mi capacidad de liderazgo es 5, no importa que mi talento sea 8: mi empresa nunca pasará de 5. Si quiero crecer, debo elevar ese tope. Y la buena noticia es que el liderazgo se aprende, se entrena, se desarrolla. No es innato, es una disciplina”.
-“Trabajamos con bancos que medían solo por rentabilidad. Les propusimos instalar programas de valores: honestidad, responsabilidad, respeto. Al principio lo vieron como algo simbólico. Pero en pocos años descubrieron que un equipo con valores sólidos es más rentable y más sostenible que un equipo brillante sin ética. El talento gana partidos; los valores ganan campeonatos”.
-“Éxito es sobre mí; una vida significativa es sobre otros. El éxito es individual: cuánto gano, qué logros tengo. Pero el verdadero liderazgo es ayudar a otros a ser exitosos. Una vida significativa no se mide en trofeos, sino en personas transformadas”.
-“La educación abre puertas que la violencia siempre cierra. Un líder debe invertir en educación, no solo como política pública, sino como acto personal: enseñar, acompañar, formar. La paz no se decreta: se educa”.
-“El liderazgo requiere una brújula interna. Podés llamarla espiritualidad, conciencia o valores trascendentes. Pero sin esa brújula, todo se convierte en cálculo. Y un liderazgo sin brújula es peligroso”.
-“Quiero que cuando yo no esté, la gente que formé siga formando a otros. Que el círculo no se cierre conmigo. El verdadero legado no es un libro ni una frase inspiradora, sino una cadena de personas que se convierten en líderes porque alguien creyó en ellas”.