Un llamado a ocupar los bares y a generar encuentros sin algoritmos
La semana pasada la Legislatura de la Ciudad reconoció a Bar de Viejes como un proyecto de interés cultural. Se trata de una iniciativa que propone recuperar el hábito de ocupar esos espacios tan identificados con la porteñidad. Martina Alfuso, su impulsora, sostiene que en estos momentos limitados por las pantallas y la productividad, habitar bares sin estar pendientes de la agenda, de los resultados ni de los beneficios es un plan revolucionario.

En un bar de viejes no hace falta que vayas acompañado: siempre está la posibilidad de conversar con el mozo o con el tipo de la mesa de al lado, aunque sean hinchas de otros equipos o hayan votado distinto a vos.
En un bar de viejes tenés tu mesa: es cierto que en algún momento y por extrañas circunstancias podría estar ocupada por algún forastero, pero de todos modos seguirá siendo tu mesa.
En un bar de viejes te informás con diarios de papel: circulan de mesa en mesa, por lo general Clarín o Crónica, nunca La Nación.
En un bar de viejes no es necesario explicarle al mozo que el cortado te gusta liviano y en pocillo: entrás, saludás y en minutos lo vas a tener sobre la mesa sin necesidad de pedirlo.
En un bar de viejes podés instalar tu oficina: la existencia de las notebooks se justifican solo porque se pueden trasladar a un bar para trabajar mientras sumergís una medialuna en el café con leche. Es el ninguneado bar office, una tradición que funciona aun desde antes de la pandemia.
En un bar de viejes te fían: nadie va a dudar de que ese tostado y esa gaseosa que acabás de almorzar los vas a pagar cuando estés en condiciones de hacerlo.
En un bar de viejes, en definitiva, sos mucho más que tu nombre escrito en un vaso de plástico.
La resistencia. Martina Alfuso tiene 36 años y hace seis lanzó Bar de Viejes, un proyecto que propone recuperar el hábito de ocupar bares, notables o no tan notables. No se trata de una propuesta que se regodea en la nostalgia discepoliana ni en la melancolía por aquellos buenos viejos tiempos, tampoco una guía gastronómica ni una hoja de ruta para turistas. Apuesta, en cambio, a movilizar desde una actitud contracultural.
Martina lo explica así: “En una sociedad que exige que todo debe ser inmediato y por algo, el bar representa un espacio y un momento donde no hay productividad, resultados, ni nadie busca ganar nada. Algo antagónico al take away. Una lógica anticapitalista”.
El bar para hablar con una amiga, para hacer tiempo, para conocer a alguien, para picar algo y seguir, para pensar, para desahogarse con un compañero de oficina, para proponer una cita. Sin agenda ni algoritmo. El bar como ámbito analógico.
Sigue Martina: “Los bares tienen un valor democrático, son como una escuela pública. Son formadores y alojan diversidades. Somos todos diferentes pero convivimos en el mismo espacio y con la misma jerarquía. Es una cualidad esencial de los bares que habría que rescatar”.
Proyecto. Bar de Viejes es una cuenta en Instagram con 50 mil seguidores, es un newsletter quincenal, es una página web y es también una serie de encuentros mensuales llamados Bar Abierto en distintos bares porteños.
La página web (bardeviejes.com.ar) ofrece un mapa interactivo con información útil de 67 bares. El newsletter llega cada dos semanas con mucho contenido: la historia de un bar y de sus dueños, sugerencias de lecturas y música para la ocasión. Y cada Bar Abierto es la síntesis de todo: la comunidad bardeviejera se encuentra para conocerse, escuchar algún músico en vivo o un recital de poesía, tomar un trago, admirar una muestra de fotos y pasarla lindo.
La cuenta de Bar de Viejes tiene una mayoría de seguidoras mujeres, y el 70 por ciento tiene entre 25 y 35 años. Puede resultar curioso si nos quedamos con la idea de que durante décadas los viejos bares fueron reductos prácticamente exclusivos para hombres. Que el proyecto haya sido impulsado por una mujer joven explica algo. Martina ensaya alguna explicación: “Creo que comunico otra cosa de esos lugares, tengo otra sensibilidad para narrar eso que está atravesado por mi historia, la de una mujer que habita bares desde los 20 años”.
Otra función. Entrar a un bar es entregarse a un ritual. La misma mesa, el mismo mozo, el cortado de siempre. Ese momento, define Martina, es como una especie de obra de teatro que se repite: “Se abre el telón, se enciende la luz y todos hacemos lo mismo de siempre. Eso tranquiliza, da paz. Saber que hay un lugar donde las cosas funcionan siempre igual te resguarda del caos”.
Es interesante esa idea: el bar como un escenario al que se suben los actores de una rutina que se repite cada función. Una escena en la que el vértigo se queda en la vereda, las pantallas se relegan a un segundo plano y solo se escucha un murmullo apenas interrumpido por un alarido que llega desde una mesa del fondo:
—Mozo, otra vuelta, invita Bar de Viejes.
Próxima cita
◆ El viernes 30 de agosto habrá una nueva edición del ciclo Bar Abierto. Será en Los Laureles, Iriarte 2290, Barracas.
◆ Primero habrá una caminata por el barrio. Arranca a las 17 en la esquina de Vélez Sarsfield e Iriarte.
◆ La programación sigue a las 19 con una clase de tango y cierra a las 22 con un show de Omar Garre y El Cimbronazo.
◆ Todas las actividades son gratuitas.
De interés cultural
Los diputados de la Ciudad de Buenos Aires declararon de Interés Cultural al proyecto Bar de Viejes. El acto se llevó a cabo la semana pasada en el Salón Montevideo y contó con la presencia del legislador y autor de la declaración, Matías Barroetaveña; la creadora de la iniciativa, Martina Sofía Alfuso; la poeta Belén Nahuz; el licenciado en Diseño del Paisaje Fabio Márquez, y el artista plástico Patricio Larrambebere.
Luego de explicar el trámite legislativo del proyecto de declaración, Barroetaveña declaró: “Lo que nosotros buscamos es enviar mensajes, poder señalar lo que el pueblo de la Ciudad de Buenos Aires valora, en relación con el tipo de comunidad y sociedad que queremos construir”. Y señaló la importancia de los bares en la configuración de la Ciudad.
Alfuso definió a los bares como el “espacio de la justa banalidad, de generalidades compartidas” y el lugar de las “personas sin plan, sin agenda y que repiten sistemáticamente la misma ceremonia”.
El proyecto brinda nuevas maneras de habitar los espacios de café a través del arte y se convirtió en salvaguarda de parte de la historia de nuestra Ciudad.
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