El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, tiene un mensaje claro y directo para aliados y críticos por igual tras una serie de comentarios incendiarios: no voy a cambiar. En las últimas semanas, Bolsonaro amenazó con cárcel a un periodista, se burló del fallecido padre del presidente de la Orden de Abogados de Brasil (OAB) y canceló una reunión con el canciller francés para cortarse el pelo y transmitirlo por Facebook Live.
Sigue siendo una interrogante si esta ruptura brutal con el decoro presidencial estándar tendrá consecuencias políticas. Las encuestas muestran que ha perdido respaldo cuidadano más rápido que cualquier otro presidente desde el regreso a la democracia, pero por el momento los inversionistas ignoran cualquier inquietud mientras su gobierno avanza con reformas económicas.
Al igual que el presidente Donald Trump, Bolsonaro tiene una base de apoyo sólida que votó por él con plena conciencia de su estilo sin filtro. Sin embargo, a diferencia de su homólogo estadounidense, Bolsonaro no controla una parte importante del Congreso. Como los presidentes se eligen mediante votación popular, necesitará algunos moderados si quiere la reelección. En algún momento, su flujo interminable de críticas contra casi todas las instituciones del país puede comenzar a costarle apoyo político real.
"El presidente debe tener cuidado porque si la economía no mejora, las cosas podrían salir rápidamente de control", advirtió André de Paula, líder del partido centrista PSD. El PSD es uno de los pocos grupos políticos centristas en los que Bolsonaro confía a fin de reunir el apoyo necesario para su agenda de reformas en el Congreso. "El juicio político es siempre un riesgo para un gobierno manchado en un mal escenario económico".
Bolsonaro, no obstante, afirma que no cambiará. En una entrevista de esta semana con el periódico O Globo, afirmó que sus comentarios provocativos no son parte de una gran estrategia. "Soy así", expresó. Una encuesta publicada el jueves arrojó que la aprobación de Bolsonaro llega a 31%, casi 2 puntos porcentuales menos que en junio. Un poco más del 39% de los encuestados considera que su gobierno es malo o terrible.
Declaraciones incendiarias
El presidente ha cuestionado reiteradamente el discurso oficial sobre la dictadura militar de Brasil y hace poco afirmó falsamente que una de las periodistas más destacados del país mintió sobre las torturas de las cuales fue víctima en esos años. Habló en duros términos sobre los habitantes del empobrecido nordeste del país, rechazó afirmaciones de que el hambre sigue siendo un desafío político y acusó al Instituto Nacional de Investigación Espacial de manipular datos sobre la deforestación.
En una conferencia de prensa celebrada el jueves, Bolsonaro denunció que las cifras "falsas" dañan su reputación. "La imagen de Brasil y mi imagen personal en el extranjero son terribles debido a los calificativos usados en mi contra", acusó el presidente. Esta semana, aseveraciones de que sabía lo que "realmente le sucedió" al padre del presidente de la OAB, asesinado por el Estado en 1974, provocaron indignación pública incluso de aliados incondicionales, como los gobernadores de Río de Janeiro y Sao Paulo.
Por el momento, sin embargo, es poco probable que eso motive un cambio de rumbo. A juicio de Renato Nobile, presidente de Genial Advisory, que administra alrededor de 30.000 millones de reales (US$7.800 millones) en activos, el avance del gobierno en su agenda de reformas pronto comenzará a tener efecto en la economía real. "El momento es tan bueno que incluso con la basura que habla el presidente el impacto es cero", expuso.
Para los miembros del partido PSL de Bolsonaro en el Congreso, lo del presidente es solo una falta de consistencia. "Nadie se sorprende con el estilo de Bolsonaro", indicó Junior Bozzella, diputado del partido. “Es el mismo Bolsonaro de la campaña. A nadie le vendaron los ojos”. Los analistas políticos están confundidos, sin saber si los arrebatos son parte de una estrategia sofisticada para desviar la atención de temas incómodos o simplemente una inclinación natural del mandatario.
"El presidente no ha sentido objetivamente el efecto de ninguna de sus declaraciones explosivas", planteó Lara Mesquita, politóloga del centro de estudios y escuela de negocios FGV. Aún así, el gobierno brasileño dio pie atrás al traslado de su embajada israelí a Jerusalén debido a la presión de los exportadores de carne, que expresaron su preocupación por las ventas a Medio Oriente. "Si se materializa algún costo económico, tal vez eso tendrá un impacto".
La política exterior es quizás el área en donde Bolsonaro arriesga más. Es poco probable que el desaire al ministro de Exteriores de Francia, Jean-Yves Le Drian, en su reciente visita a Brasilia frene por sí solo la ratificación del acuerdo comercial suscrito recientemente entre la Unión Europea y Mercosur, pero da peso a las voces proteccionistas dentro de la UE que destacan la indiferencia de Bolsonaro ante las inquietudes ambientales como razón para rechazar el acuerdo.
Para José Nelto, líder de Podemos, otro partido centrista cuyo apoyo es clave para la agenda económica de Bolsonaro, los comentarios del presidente pueden estropear sus objetivos políticos. "Estoy preocupado porque la ideología no debe influir en los acuerdos comerciales y las relaciones exteriores", sostuvo. "El comercio no tiene ideología".