Alberto Fernández asume el cargo de presidente de Argentina el martes con la esperanza de reforzar las exportaciones para estimular el crecimiento y pagar deudas. Pero apenas las ruedas comiencen a girar en su mandato de cuatro años, enfrentará un duro obstáculo de la industria de los cultivos, que representa más de un tercio de los envíos.
La sequía ha devastado la cosecha de trigo y cebada en el cinturón de cultivos de la provincia de La Pampa que genera ingresos clave por exportaciones durante el periodo de Año Nuevo. El trigo se vende principalmente a molineros brasileños. La cebada se destina a Arabia Saudita para la alimentación de camellos. Y la mayor parte de lo que queda por cosechar en campos resecos ya ha sido negociada por agricultores expertos, lo que implica que el plan de Fernández para obtener ingresos a través de un alza en los impuestos a la exportación será en gran medida inútil.
Tomemos como ejemplo a Claudio Sánchez, un agricultor de Frapal, provincia de Buenos Aires. Se espera que sus plantas de trigo, repartidas en 4.000 hectáreas (aproximadamente 10.000 acres), rindan un 40% menos que el año pasado y ya ha vendido alrededor del 70% del grano aún en tierra a los exportadores en contratos a plazo. Esto significa que paga el impuesto a la exportación actual de casi el 7% en lugar de la tasa más alta prevista bajo el mandato de Fernández.
La sequía afectó las estimaciones de analistas que esperaban una cosecha récord de trigo. En la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, el pronóstico ha disminuido un 12% desde el comienzo de la temporada a 18,5 millones de toneladas métricas.
Esta sigue siendo una buena cosecha que, incluso, ha colocado a Argentina por delante del rival del hemisferio sur Australia. Pero si hubiera más grande habría sido mejor para Fernández, que necesita toda la ayuda que pueda para sacar al país de la recesión y cumplir con los pagos de bonos. Las exportaciones de trigo y cebada generarán solo US$2.900 millones esta temporada, según Agustín Tejeda, economista jefe de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires. La temporada pasada se aproximaron a los US$4.000 millones.
El clima seco también representa una amenaza para los cultivos comerciales más grandes de Argentina: la soja y el maíz que se siembran en La Pampa. Las recientes lluvias han restaurado parte de la humedad del suelo, lo que permite a los agricultores sembrar. Sin embargo, las preocupaciones por los próximos meses, cuando las plantas crecen, persisten.
El campo vende todo lo que puede antes de que asuma Alberto Fernández
Sánchez, quien ha plantado maíz, dice que Frapal está sufriendo uno de sus cinco años más secos desde que se iniciaron los registros en 1967. “Todavía es muy, muy temprano, pero tendremos que vigilar de cerca el pronóstico de lluvia en Argentina”, dijo Jacob Christy, un comerciante de cultivos de Andersons Inc., en un video publicado en línea.
Actualmente, no solo se comercializa trigo para evitar un probable aumento de los impuestos a la exportación. Sánchez se ha unido a multitudes de agricultores que han vendido maíz recién plantado en contratos a plazo y existencias a precio del grano de la temporada pasada.
Como resultado, 14,7 millones de toneladas de maíz que ni siquiera se han recolectado ya figuran en el registro de exportaciones de cultivos de Argentina, tres veces y media más que en el mismo periodo del año pasado. Las tres cuartas partes de la cosecha pasada también figuran en la lista, en comparación con solo el 58% de hace un año.
La Rural le pide a Basterra una definición sobre retenciones
La prisa por fijar el precio de la soja sobrante en las últimas semanas está presionando a los comerciantes, con Vicentín SAIC, el mayor exportador argentino de aceite y harina de soja, anotando pérdidas de US$350 millones en pagos a los agricultores.
Mirando hacia el futuro, los productores advierten que, si Fernández avanza de manera demasiado agresiva en los impuestos a la exportación para aumentar los ingresos fiscales, arruinará su plan para impulsar los envíos.
Asimismo, se teme que las estrategias intervencionistas utilizadas para controlar la inflación bajo la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, ahora vicepresidenta electa, regresen y prevalezcan sobre la necesidad de exportar dólares. Estas estrategias incluyeron frenar las ventas de alimentos en el extranjero y regular los precios a nivel local.“No hay que matar a la gallina de los huevos de oro”, dijo Ignacio Philipp, un agricultor de Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires. “Hay que alimentarla”.