Una lección aprendida debería conducir a cambios significativos por parte de individuos e instituciones. Así ha sido en gran medida la década transcurrida desde que la crisis financiera casi llevó a la economía mundial a una depresión prolongada que habría devastado los medios de subsistencia durante al menos una generación. Pero también hay lecciones considerables que no han sido suficientemente internalizadas; y algunas que no fueron previstas en el momento de la crisis, pero ahora son urgentes e importantes.
Aquí hay una evaluación resumida de los logros posteriores a la crisis, asuntos pendientes y consecuencias no deseadas.
Logros:
Un sistema bancario más seguro. Gracias a un fortalecimiento de las reservas de capital, enfoques más responsables a los balances y una mejor gestión de liquidez, los bancos ya no presentan un riesgo sistémico importante en la mayoría de los países avanzados, especialmente en Estados Unidos. Eso no significa que todos los países y bancos estén seguros; pero el sistema como un todo ya no es el talón de Aquiles de las economías basadas en el mercado.
Los bancos ya no presentan un riesgo sistémico importante en la mayoría de los países avanzados.
Un sistema de pagos y liquidación más robusto. El fortalecimiento del sistema bancario ha sido parte de un esfuerzo muy exitoso y más amplio para minimizar el riesgo de "paradas repentinas" en los mecanismos de pagos y liquidación en el núcleo de la economía global, es decir, una pérdida de confianza en las contrapartes que congela incluso las transacciones financieras más básicas, paralizando las interacciones económicas.
Cooperación internacional más inteligente. La crisis puso de relieve la importancia de mejores estrategias, no solo para la gestión de crisis, sino que también para la prevención. Al principio de la "lista de cosas pendientes" hay medidas como una mejor armonización de regulaciones y supervisión fortalecidas, un intercambio de información más oportuno y amplio, y un mayor enfoque en los desafíos de monitorear bancos internacionalmente activos. Los países han podido aprovechar un conjunto más amplio de conocimientos para reforzar sus esfuerzos macro y microcautelares.
Fracasos:
Un crecimiento inclusivo aún elusivo. Los legisladores de los países avanzados tardaron demasiado en darse cuenta de que la gran recesión causada por la crisis financiera tenía importantes componentes estructurales y seculares. Una mentalidad excesivamente cíclica inicialmente impidió el diseño e implementación de las medidas necesarias para generar un crecimiento importante e inclusivo. Cuando la mentalidad evolucionó, la ventana política se había reducido. Incluso hoy en día, la mayoría de los países avanzados aún no han adoptado medidas para impulsar de manera duradera el crecimiento real y detener la presión a la baja sobre la expansión potencial.
Los legisladores de los países avanzados tardaron demasiado en darse cuenta de que la gran recesión causada por la crisis financiera tenía importantes componentes estructurales y seculares.
Incentivos internos mal alineados. A juzgar por los incidentes que han llamado la atención de los titulares sobre conductas y procedimientos inadecuados en los últimos años, se requiere trabajar más en las políticas de “garrote y zanahoria” que existen en algunas instituciones financieras. Estas instituciones aún tienen focos de riesgos inapropiados y otras conductas inadecuadas, así como un excesivo corto plazo en los pagos de compensaciones y tolerancia gerencial de acciones que están demasiado en el límite que separa las actividades permisibles de las que no lo son.
Una escasez de balances "pacientes". Poner los valores en dificultades o dañados en balances protegidos bajo condiciones fiscales fue clave para contener las enormes perturbaciones financieras. Esto implicó la dependencia en grandes balances públicos, aunque su uso se encontró cada vez más con retrocesos sociales y políticos. Las preocupaciones sobre los efectos distributivos, que incluyen favorecer las ganancias corporativas a expensas de los salarios, Wall Street a expensas de la economía en general, y los ricos a expensas de los pobres, se han sumado a lo que ahora es una disponibilidad reducida de estas herramientas para usar en una crisis futura.
Se requiere trabajar más en las políticas de “garrote y zanahoria” que existen en algunas instituciones financieras.
Consecuencias involuntarias:
El grande se hizo más grande y el pequeño se volvió más complejo. Aunque se ha avanzado más en lo que se debe hacer cuando un banco quiebra, especialmente cuando es grande, la estructura del mercado que surgió de la crisis financiera involucra a instituciones significativamente más grandes, especialmente a las con sede en EE.UU.
El mismo fenómeno de lo grande que se hizo más grande se puede ver en la gestión de activos. Se ha producido a expensas de un deterioro gradual de las firmas de tamaño medio. Mientras tanto, el otro extremo de la distribución de tamaños, que consiste en instituciones pequeñas que se han visto cada vez más pobladas por la proliferación de actividades de tecnología financiera, que en su mayor parte no han sido sometidas a prueba en un ciclo descendente.
El riesgo se ha transformado y ha migrado a áreas poco reguladas. Este cambio en la estructura del mercado está conectado con otro fenómeno: la transformación y la migración del riesgo a instituciones no bancarias. Esta dinámica es particularmente digna de atención en la medida en que, beneficiándose de años de abundante liquidez global e inusualmente baja volatilidad financiera, ha habido una provisión de liquidez demasiado prometedora y una excesiva venta por volatilidad, en sus múltiples formas. Y parte de esto se ha integrado a la estructura del sistema a través de la proliferación de productos, incluido el creciente número de fondos negociados en bolsa que implícitamente prometen liquidez instantánea en segmentos de mercado que están estructuralmente sujetos a repetidos focos de iliquidez.
Este cambio en la estructura del mercado está conectado con otro fenómeno: la transformación y la migración del riesgo a instituciones no bancarias.
Reducción de la flexibilidad política. Existen reservas de efectivo limitadas a las que recurrir en caso de crisis, porque las tasas de interés todavía se mantienen en cero, o en menos de cero, en gran parte del mundo avanzado fuera de EE.UU., los balances de los bancos centrales ya son abultados y los niveles de deuda son significativamente más altos que antes de la crisis financiera mundial. Esto sugiere que, incluso si hay voluntad política suficiente, la capacidad de manejar y salir de una crisis puede verse disminuida en comparación con hace 10 años.
Aquellos de nosotros que navegamos por la crisis financiera global en primera persona, gestionando activos y pasivos en el sector privado durante una agitación del mercado excepcional, vimos una imprevisibilidad sin precedentes que convirtió lo que antes era impensable en realidad, con una regularidad inquietante. Reconocemos fácilmente cuánto se hizo para evitar que una situación terrible dañara gravemente a las generaciones actuales y futuras, y también los pasos importantes que se tomaron para reducir la probabilidad y la gravedad de otra crisis mundial.
Pero eso no significa que todo esté bien. Es necesario renovar los esfuerzos de los sectores público y privado para hacer frente a los desafíos de larga data que recibieron atención inadecuada después de la crisis, y para comprender y abordar algunas de las principales consecuencias imprevistas de 10 años de gestión y prevención de crisis. Afortunadamente, sabemos mucho más sobre ambos. El mayor desafío es conseguir que el proceso político aborde su importancia cuando no existe una crisis real o inminente en el mundo avanzado para enfocar las mentes.
Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.
CP