Tres cuartas partes de la selva amazónica podrían estar acercándose rápidamente a un “punto de inflexión” que, de superarlo, convertiría en una pocas décadas al bioma tropical más importante del mundo en una sabana relativamente seca, según una nueva investigación publicada hoy en la revista Nature Climate Change.
Durante años, los investigadores han utilizado complicados modelos para proyectar si la región podría cruzar ese umbral y, de ser así, cuándo. Lo nuevo de esta investigación es el uso de los datos satelitales para medir los cambios en la rapidez con la que los bosques se recuperan después de una sequía, incendio o actividad humana. La Amazonia juega un papel crítico en los sistemas climáticos mundiales y regionales, redistribuye el agua alrededor de Sudamérica, influye en la circulación atmosférica global, protege la biodiversidad y almacena miles de millones de toneladas de dióxido de carbono que, de lo contrario, aumentarían el calentamiento global.
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Los autores del nuevo artículo, de la Universidad de Exeter y la Universidad Técnica de Múnich, examinaron la tasa de recuperación del ecosistema ante eventos perturbadores, principalmente sequía y actividad humana, un factor que ellos llaman “resiliencia”. Analizaron dos tipos de datos, uno que estima el contenido de agua de los árboles al detectar los niveles de biomasa y otro que registra qué tan verde es la vegetación. Veinte años de datos satelitales fueron suficientes para concluir que en tan solo dos décadas, la tasa de respuesta de los bosques ha disminuido de manera preocupante, pero no fueron lo suficiente útiles para decir con precisión cuándo la Amazonía podría cruzar el punto de inflexión.
El “sistema está perdiendo estabilidad”, dijo Timothy Lenton, director del Instituto de Sistemas Globales de la Universidad de Exeter y coautor. “Lo importante es que puede estar perdiendo estabilidad y podemos captar esa señal, sin que necesariamente se muestre como un cambio realmente masivo en la biomasa o la cubierta de árboles”.
Los desafíos más allá del análisis en sí dificultan las proyecciones de la línea de tiempo. “Dependerá de qué definamos como catástrofe”, dijo. Eso podría significar identificar un porcentaje de pérdida de bosque. Por ejemplo, señaló, si se producen enormes conflagraciones llamadas informalmente “megaincendios”, “podría perder una parte significativa en el espacio de una década o dos”.
En los últimos años, Lenton y otros investigadores han identificado lo que creen que es un espectro de puntos de inflexión, más allá del cual los principales sistemas de la Tierra podrían cambiar por completo la forma en que operan. Estos incluyen el derretimiento del hielo polar y otros glaciares, el deshielo del permafrost y los cambios en ecosistemas, como bosques o la extinción de corales.
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La selva tropical tiene millones de años de antigüedad. Glaciaciones causadas por las variaciones orbitales de la Tierra han ido y venido, la lluvia ha aumentado y disminuido, y sus límites han cambiado con el tiempo. “Siempre ha sobrevivido a esto”, dijo Niklas Boers, profesor de modelado del sistema terrestre en la Universidad Técnica de Múnich y coautor del estudio. Pero nunca en ese tiempo una sola especie ha destruido activamente grandes extensiones de bosque y ha hecho que el clima global sea más susceptible a la sequía. “No hay ningún punto atrás en el tiempo en el que podamos decir que la situación es así”.
La deforestación es en sí misma una de las principales causas del cambio climático. La investigación sugiere que detener la deforestación no solo mantendría saludables los parches locales de la Amazonia, sino que también contribuiría a la salud del sistema.
Las amenazas a los bosques tropicales se ganaron su propio capítulo en un informe científico de la ONU de 3.675 páginas publicado la semana pasada. Con 4,2 millones de kilómetros cuadrados de bosques perdidos desde 1990, el 90% de ellos en los trópicos, los científicos concluyeron que “la complejidad de abordar los impulsores de la pérdida y degradación de los bosques está aumentando, a medida que aumentan los impactos climáticos en los bosques y los ecosistemas”.
Boers señaló que todavía hay tiempo para trabajar con urgencia para frenar o detener el daño. “Aún no hemos cruzado ese punto de inflexión”, dijo. “Así que todavía hay esperanza”.
ED