Durante décadas, la tradición oral le atribuyó propiedades antiinflamatorias al extracto de jarilla, un arbusto silvestre que crece en Argentina. Un grupo de investigadores del Conicet comprobó que el mito era real y, tras una larga investigación científica, la obtención de patentes y el desarrollo de un proceso industrial, un laboratorio argentino ya está produciendo y exportando lociones a base de esa planta que permiten tratar la pérdida del cabello (alopecia).
“En 2006, estábamos caracterizando varias plantas medicinales para hacer estudios farmacológicos. En el caso de la jarilla –cuyo nombre científico es Larrea divaricata–, le buscábamos efectos antitumorales. Pero tras escuchar anécdotas lugareñas sobre otros usos, comenzamos a estudiar sus propiedades antiinflamatorias y encontramos que servía para detener y revertir la caída del cabello”, explicó a PERFIL la doctora Claudia Anesini, investigadora del Instituto de Química y Metabolismo del Fármaco (UBA- Conicet).
El extracto de jarilla fue sometido en el laboratorio a diversas pruebas que se convirtieron en papers publicados en revistas científicas. “Hicimos estudios in vitro y en modelos animales. Incluso pruebas informales entre el personal del laboratorio. Finalmente, armamos un estudio controlado con 52 pacientes y determinamos la tasa de eficiencia: tuvimos buenos resultados en el 84% de los casos de personas afectadas por diversas clases de alopecias”, detalló Anesini.
Según datos epidemiológicos, alrededor de un tercio de los hombres de treinta años padece algún grado de calvicie, y el porcentaje se eleva a la mitad entre los que pisan las cinco décadas, una situación de la que no están exentas las mujeres. Aunque suene como un problema estético, es un tema lo suficientemente importante como para que existan en el mercado al menos dos moléculas de “síntesis” para tratar la caída del pelo.
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“Las personas con alopecia pueden recurrir al finasteride o al minoxidil, medicamentos que originalmente se usaban con otros fines pero que tienen el efecto secundario de frenar la caída del cabello”, dijo a PERFIL Sergio Garré, director del laboratorio especializado en fitocosmética Garré-Guevara. Y agregó: “Pero son fármacos, y a veces causan efectos secundarios. Incluso alguno está contraindicado para mujeres que están amamantando”.
Lo más interesante del producto desarrollado por el Conicet es que, al ser un fitocosmético y no causar efectos secundarios, puede ser utilizado por todas las personas. “Aunque los estudios demostraron que logra su mayor eficacia durante los dos primeros grados de la escala de Hamilton-Norwood, que clasifica la evolución de la alopecia”, acotó Garré. Según el trabajo publicado en Skin Pharmacology and Physiology, los mejores resultados constataron una disminución de la caída del pelo en el grupo etario comprendido entre 31 y 45 años, cuando el tratamiento se emplea en la etapa inicial.
Tras la comprobación de los resultados, se acordó patentar el hallazgo y transferirlo a la industria para que desarrollara el mercado. “Hicimos una inversión de US$ 100 mil, licenciamos la patente del Conicet y arrancamos en 2011 enfocados en productos fitocosméticos respaldados por estudios científicos con buenos resultados”, recordó Garré. A fines de 2012 llegó al mercado la primera loción, “que luego se amplió a shampoo y acondicionador”, relató Iramis Lugones Portal, responsable de I&D del laboratorio.
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El año 2018 llegó con sorpresa: “Por medio del Ministerio de Ciencia nos conectamos con un laboratorio inglés y concretamos la primera exportación del producto: es por US$ 140 mil, pero sin dudas es un mercado muy prometedor, ya que en Europa hay una fuerte demanda para reemplazar productos de ‘síntesis’ química tradicional por extractos naturales”.
En esa línea, y basados en la misma materia prima, acaban de presentar una crema con propiedades antioxidantes y cicatrizantes, también desarrollada por investigadores del Conicet. “Descubrimos que hay un nicho global con una enorme demanda insatisfecha”, dijo Garré. “Porque en el mundo no hay oferta de productos naturales, probados en forma científica, con buenos resultados. Y que, además, su producción sea sustentable y no causen efectos secundarios”, concluyó.n