Confirmado el escenario de balotaje, es probable que la economía, y en particular los mercados reaccionen con cierta euforia. No sólo por la probabilidad de que Macri pueda ser presidente, sino porque aun cuando el Presidente, finalmente, resulte Scioli, el Scioli de segunda vuelta, seguramente será menos kirchnerista, que el de la primera vuelta.
Sin embargo, como especulaba en mi columna de ayer, no es lo mismo una transición ya definida entre Cristina y Scioli, que 28 días más de indefinición.
En efecto, un triunfo de Scioli en primera vuelta, le hubiera permitido al gobierno encarar algunas medidas, en particular en el mercado de cambios, para moderar la pérdida de reservas del Banco Central. Quizás se hubiera podido profundizar el cepo, limitando, aún más, la venta de dólares ahorro, o de dólares turismo o acelerar la devaluación.
Lo mismo podría haber pasado con alguna reducción de subsidios a los precios de la energía, retomando el proceso que se había iniciado durante el 2013-2014.
En cambio, hoy luce improbable que Scioli pida que se empiece a reconocer que la fiesta populista se acaba.
Por lo tanto, estamos ante un escenario que prolonga la agonía del modelo, con lo que ello implica para la herencia, aunque, insisto, sobrevuele cierto aire de optimismo en los inversores.
A menos que, definido el Congreso y las gobernaciones y las intendencias, el kirchnerismo insista en “gobernar hasta el último minuto” y nos tenga reservada alguna sorpresa.