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Defensor de los Lectores

Expresiones de un ministro que remiten a un ominoso pasado

08_12_2024_mariano_cuneo_libarona_na_g
Vuelta atrás. Mariano Cúneo Libarona propone relativizar las denuncias por violencia de género. | NA

Entre los (demasiados) funcionarios con los que cuenta el presidente Javier Milei para desmantelar buena parte de las instituciones, derechos protegidos por leyes dictadas durante años de estudio y elaboración y la defensa de los menos favorecidos por el sistema y las políticas oficiales, el ministro de Justicia viene sumando posturas que remiten a un pasado ominoso. Si fuese un funcionario de la Iglesia Católica, diría que es preconciliar… de Trento. Un retrógrado.

Acaba de exponer argumentos cuasi-absurdos para relativizar los actos de violencia contra mujeres y niños, en el supuesto de que deben ser revisadas las denuncias formuladas por las víctimas, a quienes subordina a los derechos de los victimarios. Su exposición e intenciones están alineadas claramente en la ideología mileísta: nada de defensa de la mujer y los niños (el Gobierno negó la presencia de Argentina en un foro internacional), nada de respaldo a las acciones contra el cambio climático (Milei y los suyos niegan su influencia en la supervivencia de la Tierra). Poco menos que terraplanismo. Ni hablar del desprecio por jubilados, educadores y educandos, trabajadores en blanco o negro. E infinidad de etcéteras.

No alcanzarían todas las páginas de este diario para revisar las políticas de este gobierno. Por ello, quiero quedarme en el caso del ministro Mariano Cúneo Libarona sobre la violencia contra mujeres y niños.

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Rescato un estudio muy interesante que desembocó en una “Guía para la cobertura periodística de femicidios y violencia basada en género”, manual realizado con la colaboración de ONU Mujeres, Centro de Archivos y Acceso a la Información Pública (Cainfo) y la Universidad Católica del Uruguay, con la financiación de la Embajada de Suiza en el país hermano.

“La violencia basada en género contra mujeres es una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre géneros. Es uno de los mecanismos sociales mediante los cuales se obliga a las mujeres a permanecer en una situación de subordinación con respecto de los hombres”, expone la Guía. De tal modo, “es igualmente importante que se eviten informaciones o valoraciones que puedan percibirse como justificaciones de la violencia, porque ninguna circunstancia puede mitigar la responsabilidad de un femicida”. Para Cúneo Libarona, esto es poco menos que una herejía antiliberal.

En diciembre de 2018, una columna de este ombudsman señalaba la existencia de “un torbellino de información, opiniones múltiples, hitos fundamentales en el proceso de transformación de una sociedad que parecía adormilada ante hechos graves que afectan a mujeres víctimas de abusos, acoso, violación y pérdida de la vida a manos de hombres sin escrúpulos, emergentes de miles de años de sociedades patriarcales”. Me refería a la denuncia formulada por una actriz contra un actor que abusó de ella cuando era menor de edad, punto de partida de una reacción colectiva multitudinaria contra la violencia de género.

“Para quienes ejercemos este oficio, es deber ineludible poner énfasis en el cuidado con el que deben ser tratados hechos y palabras –escribí entonces–. Por cierto, posicionarse en cercanía de las víctimas no debe ser una actitud oportunista o acomodaticia, sino la decisión más sabia y más justa. Tratar de manera rigurosa, sin concesiones, los dichos y actitudes de victimarios, presuntos o no, resulta una misión sin dobles interpretaciones”.

Al parecer, para Cúneo Libarona no alcanza con la denuncia de una víctima. Los periodistas debemos seguir por el mismo camino: defenderla.