Justo cuando se esperaba un panorama despejado que, ahora sí, permitiera una discusión salarial dura pero coherente, la puñalada trapera del índice de precios de la Ciudad sembró dudas, cristalizó las sospechas de los sindicatos más duros y alimentó las protestas contra las pautas paritarias alineadas con el deseo oficial, en el 18%. El dato de los precios del IPC Ciudad, de 1,9%, mató la buena nueva que un par de días antes surgía del IPC del Indec, que había dado un aumento de los precios al consumidor en la Capital y el GBA del 1,3% en enero.
La difrerencia podría ser muy pequeña, incluso irrelevante en términos técnicos. De hecho, los analistas coinciden en que se trató del cómputo diferente de un mismo dato: el impacto de un tramo de las paritarias de los encargados de edificios, que el Indec computó en diciembre y que el organismo estadístico de la Ciudad registró en enero. El efecto “expensa”, por otra parte, pega más en el bolsillo del porteño que en el del bonaerense o en el del habitante de otras locaciones del país, para tranquilidad de los despachos oficiales.
Pero la base está. La base para que en febrero vuelva a sentirse una disparada en los precios: estarán en marcha los nuevos aumentos pautados en las boletas de energía y los que se vienen en la previa del inicio de las clases. El Banco Central, que daba la cuestión prácticamente por domada, insiste en que así será, pero pocos análisis están respaldando las metas del 12% al 17% anual. Pero por si acaso, no se baja de la tasa monetaria del 24,75%. Por alguna razón, el mercado sigue apostando a una inflación superior al 20% este año.
Desde el punto de vista monetario, el economista Jorge Vasconcelos le da un crédito a Federico Sturzenegger y asegura que queda abierta la incertidumbre sobre lo que puede llegar a hacer este Banco Central para dar un volantazo en el marco de la defensa de las metas de inflación, por falta de experiencia local. Para la autoridad monetaria, se trata ahora de que los índices de inflación no superen el ritmo de 1% mensual, una dura tarea.
Por ahora, no ayudó la puesta en marcha de los precios transparentes. En un primer momento, hubo más mareo que eficacia en la aplicación. Y a río revuelto, hay ganancia de financiadores e intermediarios. La nueva generación de precios al contado cristalizó la fantasía previa de los que incluían la tasa de financiamiento en 12 cuotas. En un primer remezón, antes que bajar, los valores de productos a los cuales las familias acudían a tarjetear subieron.
Como se informa en esta edición, no obstante, el mercado corregirá por el lado del realismo: compras desdobladas y mayores de contado, para eludir el sinceramiento hacia arriba de las cuotas. Y probablemente, en los sectores más “zarpados”, la caída de ventas seguirá arreciando.
Tal desbarajuste no condice con las necesidades del Gobierno en el arranque del año electoral, para lo cual vuelve sobre seguro y apunta al correctivo del consumo. El mareo de la falta de cuotas lo compensó con la política “testigo” de la financiación a cincuenta meses a través de los bancos oficiales.
Esperanza testaruda. Para alivio de la ecuación inflacionaria, el tipo de cambio volvió a apreciarse en los últimos días, y por un tiempo se supone que persistirá la tendencia. Los ingresos de dólares de las colocaciones oficiales presionan a la baja el precio del dólar. Como contrapartida, se erige un motivo de desesperación para los exportadores.
Para satisfacción de los analistas, como contraparte, los precios contenidos de los insumos importados permiten controlar una variable de los costos.
El sector de la construcción, en tanto, protagoniza un nuevo brote verde. Está atado a la presión de “gestión electoral” del Gobierno. El intento de poner en marcha cuanto antes las obras de la autopista del Bajo en la Ciudad, por citar la mayor obra pública que encarará el distrito capitalino, pero también los plazos que el gobierno nacional impone ahora para la ejecución de nuevas licitaciones, son muestra del intento de alimentar la demanda laboral.
Con la velocidad que tomó el enfrenamiento sindicatos-Gobierno, todo lo que pueda verse en materia de logros en los próximos veinte días será esencial. Para la primera semana de marzo está pautada la movilización de los gremios industriales para exigir que se detengan los despidos. Y para semanas después está convocado un paro de la CGT. Sólo la aparición de indicadores concretos y palpables de recuperación le permitirán al Gobierno encaminar negociaciones voluntariosas. Y acaso mejorar las chances de una buena performance en las urnas y de una recuperación económica que derrame en el resto de la economía. Todo dependerá del grado de tolerancia y esperanza de los electores, esos consumidores que definen en la política.