Todas las mañanas a eso de las nueve, ventanas abiertas al jardín del frente, oigo pasar a alguien que grita. No grita nada definido, no vende churros ni helados ni se pelea con la novia o con la vida. Sólo grita un grito que le sale de muy hondo, no del diafragma sino de más abajo, del estómago, de las tripas, no sé de dónde pero de un lugar en el que se cuecen las pasiones a fuego lento, en el que destilan sus jugos las ansias y las fiebres, en el que los nervios se juntan en una estrella que duele cuando hay eclipse de sol o cuando del otro lado del mundo los cascos de los cérvidos hieren la tierra mojada. Es un grito que parece un oooooo sin inflexiones y sin intervalos. Sale y se mantiene hasta que el que lo exhaló ha pasado y va por la otra cuadra.
Cansada de oírlo, dolida porque no me gusta que la gente grite de dolor y este grito parece de dolor, lo comenté con una vecina y ella me dijo “Ah, sí, es el loquito”. Parece que a ella mucho no le impresiona, qué suerte: decidió que el grito no es el de Munch sino el del loquito y con eso se quedó piola y no se preocupó más.
Dichosa de ella. A mí me quedó un resabio fulero de cosa no resuelta, de rasguño en carne viva. ¿Por qué grita el loquito? Es más: ¿está verdaderamente loco? ¿No será que ve lo que yo no veo? Porque por ejemplo los gatos: los gatos ven cosas que nosotros no vemos. ¿No se fijó usted en la gata de su tía Ermelinda cuando se detiene frente a una pared y mira fijamente un punto con atención como si allí hubiera algo interesantísimo, una página de La Ilíada gatuna que ella tuviera que aprender de memoria por ejemplo? Y nosotros aquí, ignorantes que no la leemos. Bueno, pues yo pienso que en una de ésas el loquito ve algo que yo no veo, que usted no ve, y ese algo le causa dolor y espanto y entonces grita para ver si eso se va, se diluye en el aire, desaparece. Y no. Al día siguiente pasa gritando otra vez y a mí las tostadas con manteca se me quedan en el gañote.
Tal vez el loquito no esté loco y lo que pasa es que ve del mundo más de lo que yo veo. Y si eso que yo veo es ya lo suficientemente terrible y amenazador (además de espléndido y maravilloso), cómo será de horrendo lo que ve el loquito que ve más que yo.
¿Y si a mayor abundamiento el loquito vive realmente en otro universo distinto de éste? Debo confesar que a mí la teoría del multiverso me da vuelta la cabeza. Y bien, en ese otro universo el grito del loquito es un grito de terror o de amor o de, de, no me animo a pensar de qué.