Y un día el pibe que lucha por la liberación le reprochará al padre que luchó por la liberación por qué justificó “en nombre del proyecto” a Scioli como candidato. Liberado del pasado, el abuelo saldrá de la siesta para pedirle a su nieto que no sea injusto, como su padre lo fue con él, porque justificó a Montoneros que mandaban pibes a la muerte mientras se reunían con el almirante Massera en París.
La abuela llega con las bolsas del mercado. Recalentados en la discusión, la ignoran. La abuela interviene para recordarles a su hijo y a su marido que a ellos les “cabió” el verso del peronismo en su momento y justificaron todo. Sorprendidos, los tres callan y se vuelven hacia ella: “¿Dijiste ‘cabió’, abuela?”, pregunta el nieto.
La abuela deja las bolsas sobre la mesa, se eleva sobre sus tacos, recoge una onda del pelo detrás de la oreja y observa con curiosidad las caras de asombro que la miran. “La vida es lo que pasa, nene”. El abuelo se acerca y la abraza. El hijo se hace una selfie con sus padres de fondo. El nieto canta: “Abuela, abuela, acá tenés a tu nieto para la liberación...”
La abuela mira al techo y murmura como si rogara, o insultara. Cuando los tiene nuevamente de frente, a los tres, se dirige al nieto: “Si de algo tenés que liberarte, nene, es de la historia de estos dos”. El padre del pibe se vuelve contra su madre: “Es el heredero de nuestros sueños”. La abuela mira a su hijo, le señala al nieto: “Pero no de tus pesadillas, por una vez pensá en él”.
La abuela lleva las bolsas a la cocina. Los tres la siguen. Mientras acomoda los cartones de leche y las verduras en la heladera, le habla a su nieto como si hiciera una lista de asuntos pendientes: “Eramos chicos como vos cuando vi a tu abuelo votar a Isabel y explicar a López Rega, y justificar a Perón porque estaba viejo. Después lo tuve que bancar cuando justificó a Montoneros, otra vez cuando justificó a los patrones feudales de las provincias, a Saadi, a Juárez, a Insfrán, a Romero, y cuando justificó a Manzano, a Spadone, a Vicco, y a los Kirchner, que apoyaron la venta de YPF, y justificó votar nuevamente a Menem y a Cavallo, y la liquidación final, y después vi a tu padre, a la edad que vos tenés ahora, fanático y ciego, defender y justificar la fortuna de los Kirchner, y encubrir y justificar a Boudou, a De Vido, a cómplices de la dictadura, y justificar otra vez la mentira, el robo desalmado, los candidatos ‘testimoniales’, hasta lo vi votar a Recalde, que fundía Aerolíneas, y a Scioli, que dejaba una provincia devastada, y todo eso hace ¿qué? ¿cuánto?, nada”.
El abuelo calla, da unos pasos hacia atrás y se aleja. El padre balbucea un par de frases confusas, se le entiende algo así como “...bueno, hay avances, retrocesos, pero lo importante es el proyecto”. La abuela cierra la heladera. “¿Sesenta años de proyecto? ¿Para cuándo la obra?”. Le pregunta al nieto si quiere que le haga algo de comer. El nieto dice que prefiere esperar a que llegue su madre del trabajo para cenar con ella.
La abuela le toma la cara entre las manos: “Me voy a tirar un rato, estoy cansada de esta historia, pero vos seguí despierto, alerta. Ustedes tienen que ser mejores que todo esto que les dejamos, millones de personas condenadas a la pobreza, sometidas al abuso, a la indignidad del plan, de la limosna, con chicos desnutridos en Chaco, Formosa, Jujuy, en el Conurbano, narcos, violencia. No transes, no les creas, son caníbales corruptos, se alimentan de dinero público y de jóvenes idealistas y nobles como vos para sobrevivir en el poder, se reciclan en ‘ismos’ pero son siempre versiones del mismo PJ, el Partido de la Justificación del fracaso continuo, que reescriben la historia para ser los ‘héroes’ del relato y se van tragando a las generaciones, una tras otra. A todos nos cabió, nene, pero vos no te dejes comer el tiempo que te toca. Mirá con tus ojos lo que se ve”.
*Periodista.