COLUMNISTAS
Frente a las crisis

Acuerdo programático

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En 1983 festejamos el regreso de la democracia y pusimos todas nuestras esperanzas en ella. Sin embargo, la pobreza siguió aumentando y son muchos (aquí y en el mundo) los que van dejando de creer en las bondades de esta forma de gobierno. Ahora, la pandemia que estamos sufriendo agrava la situación socioeconómica de las mayorías, pero ofrece también la oportunidad de revisar la forma en que se ha venido comportando nuestra dirigencia.

La clase política ha privilegiado el triunfo electoral para llegar al gobierno por sobre la exigencia de enfrentar los escollos que vienen postergando nuestro crecimiento económico, única vía genuina para el descenso de la pobreza cuando se lo distribuye equitativamente. Esto se ha visto favorecido por los resquicios que ofrece la práctica democrática al poner en manos de las mayorías la decisión de elegir a sus gobernantes, pese a que esas mayorías, en lo que respecta a la política económica, no están en condiciones de evaluar qué medidas de corto plazo son enemigas de los resultados que se buscan; ni cuáles son las que permiten los cambios estructurales necesarios para el desarrollo económico a más largo plazo. Problema que plantea el funcionamiento de la democracia, y que puede y debe ser resuelto dentro de ella, en la medida en que aquellas fuerzas políticas que son conscientes de la necesidad perentoria de abandonar el facilismo económico se comprometan a un acuerdo programático que deje de lado sus apetitos de poder.

Observando el comportamiento de las diferentes fuerzas políticas en el pasado reciente, el radicalismo y el PRO calificarían para ese acuerdo, pese a que el gobierno de Cambiemos erró en su estrategia al desechar la inclusión de parte del peronismo en la mesa política de toma de decisiones. No así el kirchnerismo, que desaprovechó condiciones externas excepcionales que le hubieran permitido avanzar en la superación del estancamiento económico de no guiarse por un presunto socialismo del siglo XXI (chavismo), y que no puede esconder su pasado autoritario y su encubrimiento de la corrupción.

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En cuanto al peronismo, actor fundamental de la política argentina, debe recuperar su identidad y dejar de actuar como furgón de cola del kirchnerismo para así reconstruir su identidad programática. El momento y las circunstancias en que nace este movimiento hicieron que sus primeras consignas políticas respondieran a su necesidad de ganarse al movimiento obrero, en manos de comunistas y socialistas; y de ahí aquello de “combatir” al capital. A lo que se sumó que las favorables condiciones creadas por la Segunda Guerra Mundial le permitieron incentivar crecientes demandas económicas y sociales.

Pero consolidado su liderazgo y agotadas las condiciones económicas externas, Perón no duda en aplicar una política económica diferente, basada en: incremento de la producción; austeridad en el consumo; fomento del ahorro; disciplina laboral y baja del gasto público real. Unos meses después la economía crecía al 6%, aumentaban los salarios reales y la inflación bajaba del 40% en 1952 al 4% entre 1953 y 1954. Todo favorecido por la sanción de la Ley 14.222/52 de Inversiones Extranjeras, que permitió, entre otras, las dirigidas a la explotación del petróleo.

Esta es la identidad que debe recuperar el peronismo, que cuenta con varios líderes que van en esa dirección y que hicieron un amago de ello cuando crearon Alternativa Federal.

 

*Sociólogo. Club Político Argentino.