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Adaptación y fascinación

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Que yo sepa, John Huston y Nancy Huston no son parientes. Nancy (1953) es una escritora canadiense casada con Tzvetan Todorov. John (1906-1987) fue un famoso director y actor en cuya carrera predominan las obras mediocres. Andrew Sarris dice con razón que Huston fue un artista sobrevalorado, “un individualista ofendido que confundía indiferencia con integridad y siempre tenía una excusa para cada mala película”.

Nancy y John están conectados por Romain Gary (1914-1980), uno de los casos más curiosos de la historia de la literatura. Nacido en Rusia como Roman Kacew, tuvo una madre absorbente que lo educó en Varsovia y en París para ser un héroe. Y lo logró: Gary fue uno de los pocos sobrevivientes de la escuadrilla de pilotos franceses que combatió a los nazis. Empezó a escribir durante la guerra y desde 1945 tuvo un gran éxito con libros como El bosque del odio, La promesa del alba y Las raíces del cielo (1956, premio Goncourt). Diplomático, hombre de mundo, mujeriego, fanfarrón, dandy, Gary parece una encarnación del macho hemingwaiano, descripción que también le cabe a John Huston. Este adaptó en 1958 Las raíces del cielo con guión del propio Gary y rodaje en varios países africanos, un bodrio rotundo en el que participaron Erroll Flynn y Orson Welles. Con el tiempo, Gary se casó con Jean Seberg, escribió más de treinta novelas de todo tipo y, cuando el éxito disminuyó, inventó a Emile Ajar, un seudónimo con el que ganó otra vez el premio Goncourt (que no se puede otorgar dos veces a la misma persona) por La vida ante sí (1975). Gary contrató incluso a un primo suyo para hacerse pasar por el falso escritor hasta que, tras aclarar la impostura en Vie et mort d’Emile Ajar, se pegó un tiro (como Hemingway).

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Pero Gary despreciaba a Hemingway (“ese alcohólico impotente”), al menos desde una de las caras de su embrollada personalidad. En cambio, su íntima debilidad fascinó a una feminista como Nancy Huston, cuyo Epitafio de Romain Gary (1995) acaba de ser traducido por la Universidad Diego Portales. El libro de Huston es una invitación a leer a este escritor desmañado, irregular y poderoso, que llevó el vitalismo literario hasta su desenlace sin salida, tal vez marcado por Próxima estación, final del trayecto, un tratado de humor negro sobre la declinación sexual masculina. Gary se lee con gran placer, en particular Las raíces del cielo, que gira alrededor de Morel, un ex resistente devenido en paladín de la lucha contra la exterminación de los elefantes, quien se enfrenta con las costumbres aborígenes, los cazadores blancos, las autoridades coloniales y los nacionalistas africanos educados en el marxismo francés y el culto por la electricidad, de quienes predice que serán los futuros Hitler, Mussolini y Stalin de sus pueblos. El liberador de elefantes es una metáfora de la situación de Gary, un gaullista que ve en las teorías del jesuita Theilhard de Chardin una posible salida para las encrucijadas de la guerra fría, la destrucción de la naturaleza y la falsa liberación del continente africano. Las raíces del cielo es una novela farragosa, repetitiva, llena de ideas anticuadas que hoy resulta apasionante. La película, dominada por un vago progresismo, es en cambio una pieza de museo actualísima por su inanidad.