Uno de los mayores tembladerales del periodismo es la sección de “asuntos personales”, esa región de historias privadas que muchas veces los involucrados quieren que sean públicas, pero simulan, a la vez, que no quieren la cobertura. Es una sección controvertida porque necesariamente debe nutrirse de rumores, chismes, verdades a medias, insinuaciones, delaciones y traiciones. Si no fuera así, no sería de interés para quienes consumen este tipo de información y tampoco para quienes aspiran a ser mencionados/as en ella.
Hasta que uno se topa con un colega, a la vez figura pública con mucha presencia en la televisión, como es el periodista y conductor Santo Biasatti. Como colega es admirable –al margen del éxito de su carrera– por el hermetismo que ha mantenido como pocos logran hacerlo; otro a nivel similar sería, quizás, el colega Nelson Castro. Santo Biasatti es un ente público muy privado que en los medios despierta curiosidad especialmente cuando, a edad madura, entra en su entorno una nueva y valiosa presencia como es la de un heredero adicional. No vamos a entrar aquí en el debate de por qué despierta tanta curiosidad la vida de los famosos que, por lo general, cuando no están frente a una cámara o en un escenario, hacen lo mismo que el resto de la humanidad y no tienen influencia alguna sobre nuestras vidas; a diferencia de los políticos y de jueces mediáticos. Pero sí, despiertan curiosidad porque “llegaron” a la cima antes que el resto de nosotros.
La semana pasada (domingo, 20 de febrero) en la sección Protagonistas, PERFIL publicó una nota dando cuenta del nacimiento de la hija de Santo Biasatti y la actriz y estudiante de medicina Carolina Fal. La información se basaba en una respuesta dada por Canal 13 (donde trabaja Biasatti) y por información de gente del canal, fuentes que suponían que el alumbramiento había ocurrido por las felicitaciones escuchadas, pero sin confirmación porque periodista y actriz jamás hablaron de su relación ni de su vida privada. Es decir, los cronistas lograron las dos o tres fuentes necesarias para sentirse seguros de la noticia, aún cuando el padre de la criatura no estaba accesible. Fue un error, cometido por otros medios, escritos y orales, y tuvieron que pedir disculpas por adelantarse al hecho. Sumamos a esto nuestro pedido de disculpas a los lectores, por habernos adelantado al hecho, pero no puede considerarse un error excesivo porque de cualquier manera el hecho estaba condenado a ocurrir.
*Ombudsman del diario PERFIL.