El cristinismo cruje y se tambalea por el triple salto mortal que está obligado a hacer en su viraje a la derecha. El ajuste económico avanza a paso redoblado y tambor batiente, la inquietud ideológica amanece que no es poco y la autocrítica ética, no sabe no contesta.
Axel Kicillof está tripulando un volantazo económico ortodoxo y antipopular que ni el Fondo Monetario se lo hubiera pedido. El GPS revolucionario de los intelectuales a la carta y los muchachos camporistas está recalculando su ruta emancipadora. Es cada vez más complejo transitar por la izquierda después de una devaluación feroz que golpea a los que menos tienen (en un año, el peso perdió 60% de su valor), de subir las tasas de interés al estilo bicicleta financiera noventista, de quebrar una historia salarial de aumentos paritarios por encima de la inflación y encima con pedidos considerados reaccionarios por los propios dirigentes docentes aliados del Gobierno como “el presentismo”. Si Mauricio Macri lo hubiera intentado siquiera, los Hugo Yasky ya hubieran tomado la casa de gobierno de la Ciudad. Pero, como es “su” gobierno, callan y otorgan. La obediencia debida no es sólo un valor del verticalismo justicialista o militar. Lo peor de todo es que ya preparan una represión ejemplificadora para los primeros conflictos sociales, como pasó el jueves en la Panamericana, con heridos y detenidos. Nos llevan derechito a una recesión absolutamente evitable. Ni qué hablar de las genuflexiones hacia Repsol, el club de París o los fondos buitre, que podrían terminar con una prueba de fuego: ¿Aceptarán acatar el artículo 4 de la carta del FMI o la seguirán considerando violatoria de nuestra soberanía? ¿Llegarán a tanto? No hay que desesperar ni ponerse ansiosos. El 11 de abril en Washington conoceremos hasta qué nivel el gobierno nacional y popular resolvió bajarse los pantalones para permitir que los sabuesos del Fondo husmeen en nuestros libros contables.
A semejante cantidad de sapos tragados se debe la fragilidad que hoy tiene el cristinismo.
Pero, además del ajuste económico y del idelógico, hay un tercero en el que no están dispuestos a ceder: el ajuste ético. Sería positivo para el Gobierno que entregaran a los pesos pesados de la corrupción. Que largaran el lastre de los que más dedos dejaron pegados, como Amado Boudou, Ricardo Jaime y Lázaro Báez. Son los más emblemáticos. Pero tiene razón Elisa Carrió: nunca les van a soltar la mano porque los tres tienen una marca en el orillo que dice: Néstor. Nadie está obligado a declarar contra sí mismo ni a cortarse su propia cabeza para subsistir.
Pero, sorpresas te da la vida, cada día hay rumores más fuertes de que Báez, deprimido y acosado por la Justicia, podría quebrar la omertá y sacarse un peso (o millones de dólares, mejor dicho) de encima. Quiere volver a ser un corderito patagónico y no un chivo expiatorio. Lo dicen algunos candidatos a gobernador y/ o a presidentes del kirchnerismo y, por eso, tal vez, sólo estén expresando un deseo.
Si hay algún subproducto positivo del espejo de Venezuela en el que muchos oficialistas se miran es que incita a un debate que la izquierda jurásica se niega a dar. Reconocer que Nicolás Maduro es una versión estalinista y degradada les parte el espinazo de sus convicciones. Porque eso los llevaría a cuestionar también al “Faraón” cubano, como llama Marcelo Birmajer a Fidel Castro, que fue el faro que iluminó las insurrecciones de los 60 y 70.
Pero la verdad es que hay que ser muy necio o muy fanático para no reconocer que, a esta altura de la historia, el que viola los derechos humanos encarcelando opositores o utilizando la grupos paramilitares para matar estudiantes que se movilizan por multitudes o el que censura ferozmente al periodismo representa algo muy distinto a los sueños del socialismo y la democracia. Es una puñalada en la espalda de toda una generación, pero es cierto que Cuba es una gerontocracia que no permite al pueblo votar y que se quedó en lo más reaccionario y conservador de la cultura cotidiana, como expresa, por ejemplo, su persecución a los homosexuales.
Es triste que muchos artistas e intelectuales argentinos defiendan la libertad absoluta en todos lados menos en Venezuela y en Cuba. Como si fueran territorios sagrados en donde se puede ser progresista con las Fuerzas Armadas cogobernando y sosteniendo la incapacidad de sus funcionarios. Hace muchos años que quedó absolutamente claro que sin libertad no hay justicia social que valga. Que nada justifica ordenarle al ciudadano qué es lo que tiene que pensar. Porque la caía de la Unión Soviética y sus satélites burocráticos demuestra que tampoco hubo nunca igualdad de oportunidades. Lo que hubo fue la prohibición de protestar ante las injusticias bajo amenaza de muerte o de Siberia.
Rubén Blades, el texto de un familiar que Jorge Drexler retuiteó, Luis Brandoni o el Residente de Calle 13, por nombrar algunos, no son fascistas embaucados por la CIA, como ellos mismos dicen. Son verdaderos defensores de la vida y la libertad. ¿Cómo es posible que el cristinismo no haya salido en bloque a repudiar la exigencia de fusilamientos en Venezuela de Luis D’Elía? ¿Están de acuerdo con la pena de muerte también en Argentina o sólo en Venezuela y Cuba? ¿Hay libertad en el kirchnerismo para expresar aunque sea alguna disidencia? ¿La fortuna de Báez es un invento de Lanata y Magnetto? ¿O ahora robar para la corona está bien? ¿Hacen saludo uno, saludos dos al trabajo conjunto entre los militares del general César Milani y las madres de Hebe de Bonafini en un barrio de Florencio Varela supervisados por el Cuervo Larroque? ¿Qué imaginan que puede salir de ese concubinato atroz? ¿Un nuevo Schoklender de borceguíes o la degradación del Operativo Dorrego?
Y, como si esto fuera poco, los remezones la encuentran a Cristina debajo de sus posibilidades físicas y anímicas. Pese a todo, acusan de cipayos y golpistas a más de medio país. Igual que en Venezuela.