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Defensor de los Lectores

Al-Kassar sigue siendo noticia

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Desde hace ya un tiempo, se ha intensificado y sofisticado el debate acerca de los límites éticos, legales y prácticos para separar lo que puede entenderse como fuente inspiradora de aquello que debe ser definido lisa y llanamente como plagio. La palabra “intertextualidad” se ha erigido en una suerte de representación simbólica de esto, y es aplicable tanto para la literatura como para el cine, la televisión, las artes plásticas y también los medios, aunque no siempre de manera afortunada. En este último caso, creo necesario aportar algo a tal polémica: cuándo es lícito reproducir en un medio lo que otro ha publicado, de qué manera hacerlo y cuál es la frontera entre lo correcto y lo espurio.

El sábado 29 de noviembre, este diario ofreció un buen ejemplo para ensayar algunos comentarios: sus páginas 54 a 56 fueron ocupadas por el registro de una entrevista publicada en septiembre último por la edición española de la revista Vanity Fair. Fue un diálogo epistolar mantenido vía correo electrónico entre David López, periodista especializado en personajes (de la política, la realeza, la farándula), y el traficante de armas sirio Monzer al-Kassar, preso en el penal de Terre Haute, Indiana, un territorio de agricultores en el medio oeste de los Estados Unidos. Allí Al-Kassar cumple la condena a treinta años de cárcel que le impusiera un tribunal de Nueva York por “conspiración para matar a ciudadanos, agentes y funcionarios” norteamericanos, según describió López. El sirio, ahora de pelo y barba blancos de canas, tiene mucho que ver con la Argentina y por eso es –para este país– todavía noticia: durante el gobierno de Carlos Menem logró –para él y toda su familia– cartas de ciudadanía otorgadas en tiempo récord y tardíamente revocadas. Por entonces, década del 90, Al-Kassar –oriundo de Yabrud, la misma población siria de los ancestros de Menem– era considerado uno de los más activos traficantes de armas, explosivos y mercenarios para quien mejor pagara (gobiernos, guerrilleros, narcotraficantes, conspiradores), y sospechado con fuerza de vinculaciones con el comercio ilegal de drogas.
¿Fue correcta la edición de este artículo en PERFIL? ¿Respondió al buen ejercicio de las prácticas periodísticas? ¿Violó derechos de propiedad intelectual?

Tres preguntas que merecen respuestas concretas:
La edición, tal cual fue realizada por la sección El Observador, se ajustó a las leyes locales y españolas (en la Argentina, Ley 11.723 de Propiedad Intelectual) y al buen oficio profesional. No se trató de una reproducción literal (por el contrario, apenas fueron utilizados breves tramos de la entrevista), se adjudicó con claridad el origen a Vanity Fair y las ilustraciones empleadas no dejan lugar a dudas de ello: la tapa con la marca de la revista, la apertura fotográfica de la nota con el título “El señor de las armas” y la reproducción de la primera página de texto, con una foto de Al Kassar en su encierro norteamericano. El título empleado por PERFIL también es claro: “Al-Kassar, del poder a la cárcel y a Vanity Fair” (digresión necesaria: Vanity Fair debió ir encomillada en el título).

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En el artículo también se entiende el porqué de la publicación en PERFIL. Al-Kassar sigue siendo hoy un personaje periodístico, y la autora lo destaca desarrollando la turbia historia del sirio y su familia en la Argentina, sus vínculos con el menemismo y también el tratamiento que le diera esta editorial al caso en los 90.
Por lo tanto: nada que objetar.

‘La Patota’. Encabeza las cartas en esta edición el breve correo enviado por el lector Pedro Oyos, quien detectó un error por duplicado en la contratapa de Espéctáculos del sábado 29 de noviembre. En una columna con su firma, el presidente del Festival de Cine de Mar del Plata, José Martínez Suárez, se adjudicaba la autoría del film La Patota, estrenado en 1960 y repuesto en esta edición del encuentro en el marco de un homenaje a Daniel Tinayre. Es correcto lo que dice Oyos: La Patota fue dirigida por el fallecido Tinayre, marido de la protagonista Mirtha Legrand y cuñado de Martínez Suárez. Tal vez éste sufrió desmemoria, pero quienes editan la sección no debieron haber caído en el mismo error al escribir en un epígrafe que “Martínez Suárez dirigió La Patota, con su hermana Mirtha Legrand”. En homenaje al lector, a Tinayre y a la verdad histórica, vale esta fe de erratas.