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Ejecuciones

Al pie de la letra

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Adrián me pasa un libro de John Harrison. Se llama El curso del corazón. Los personajes –un trío de amigos que en algún momento hicieron un pacto mágico y ahora no saben cómo desarmarlo– me recuerdan, vagamente, a Los niños terribles de Jean Cocteau. Busco esa novelita que compré antes de la última glaciación, y la encuentro. Es una edición de bolsillo de Bruguera Libro Amigo. Está despedazado por la mala encuadernación.

Lo releo. No me acordaba de que era tan genial. No me acordaba de que tenía un prólogo de Mauricio Wacquez. Un prólogo hermoso. En este libro, Cocteau trata de drenar el dolor por la pérdida de su amigo y mentor Raymond Radiguet, un escritor francés maldito (francés y maldito parecen ya tautológicos) que es un adolescente cuando lo conoce y que va a escribir El diablo en el cuerpo, una novela que fascinará al autor de La voz humana. No sabía cuando lo leí que Wacquez era un escritor chileno extraordinario –recomiendo Toda la luz del mediodía–.

En esa época había un montón de cosas que no sabía, y ahora tampoco. Releo el libro y me fijo en la figura del alumno Dargelos, el niño terrible, el intratable, el que se rehúsa a aceptar las formas sociales y trata de emanciparse en el infierno. Pienso en mi amigo Adrián, que leyó este libro cuando empezaba su adolescencia. La ficción es algo serio, es una forma de encontrar un mapa para dirigir nuestra vida cuando el piso se inunda. Adrián la ejecutó al pie de la letra. Dargelos ahora no es su nombre artístico, no es una máscara para subirse al escenario, es su verdadero nombre.

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