La frecuentación de bares me convirtió, sin que hasta ahora lo advirtiera, en un lector de videographs. Casi no hay bar que hoy en día no ofrezca a los parroquianos un televisor encendido en lo alto (encendido pero silenciado o, como empieza a decirse ahora, muteado. Al revés de los que en sus casas lo usan a manera de radio: no lo miran pero lo escuchan). De ese modo, al paso o sentados a una mesa, vemos pero no escuchamos. Y por efecto del videograph, más que mirar televisión, lo que hacemos es leerla. Leer las frases que aparecen escritas en ese borde inferior de pantalla al que da en llamarse zócalo.
Cada frase escrita al pie (hay que hablar de un pie de pantalla, así como se habla de un pie de página), cuando se ofrece entrecomillada, reproduce lo que alguien está diciendo o ha dicho. Ocurre con cierta frecuencia que la transcripción es inexacta, que falsea la información. Pero incluso cuando la transposición es fiel y se apega a la textualidad, la doble operación de extrapolar y de aislar cambia por necesidad la modulación, el registro y el tono, y por ende, muy a menudo, aun manteniendo las palabras, cambia también el sentido.
La frase suelta tiende a sonar rotunda, asertiva, concluyente, taxativa. Claro que en esos rasgos puede haber una potencia, y de hecho todo un género, el de los aforismos, encuentra en esa condición su fundamento. Pero, ¿qué pasa si se les imprime un énfasis aforístico a frases que no se pronunciaron para nada en esa clave? El efecto sentencioso, aplicado a lo que no fue una sentencia, falsea o ridiculiza. Lo que fue en verdad respuesta aparece como afirmación categórica; lo que sirvió como ilación en la secuencia de un argumento aparece como pronunciamiento absoluto. No es igual que cuando subrayamos y extraemos las ideas principales de un texto, no es igual que cuando tomamos apuntes en una clase o en una conferencia. Aquí lo dicho no se realza para su mejor comprensión, aquí lo dicho se deforma propiciando el malentendido. El subrayado deja así de ser subrayado para pasar a ser tachadura: el texto queda eliminado.
Sobre la oposición del enunciado a la oración como unidad de objeto, nada tengo para agregar a lo que, desde el marxismo, plantearon Bajtin o Voloshinov frente a la lingüística saussureana. Pero el imperio de la frase aislada responde hoy a otro motivo: responde a un afán de impacto, a la urgencia por llamar la atención. En estos días, vi en la televisión dos entrevistas que me interesaron mucho: una a Sarlo, por Pablo Sirvén, en LN+; otra a Tomás Abraham, por Nicolás Wiñazki, en TN. Vi y escuché. Y leí los videographs. No hubo frases de impacto; hubo, en cambio, y en abundancia, elaboración de conceptos, análisis. Las frases al pie (títulos o subtítulos) fracasaron una tras otra. Se trataba de otra cosa.