Fueron 400 los años de subyugación y esclavitud a los que se vieron sometidos los hebreos en el antiguo Egipto. El éxodo, del latín exodus, implicó una salida de tamaña labor para su líder. Moisés llevaba sobre sus espaldas un desafío doble: tener una visión y poder transmitirla al pueblo en su conjunto. La visión tiene la virtud de permitir ver el escenario en una perspectiva mucho más alejada de la foto actual. Es más, la visión nos proyecta.
Ahora bien, ¿qué sucede cuando el líder carece de visión? “Donde no hay visión, el pueblo se desenfrena” (Proverbios 29:18).
El filósofo y sociólogo alemán Habermas aborda los efectos de acción en la comunicación: aquellos de carácter locucionario (cuando una persona expresa algo), ilocucionario (se expresa con el afán de ser comprendido) y perlocucionario (busca lograr algo). El discurso del presidente Macri se vale de herramientas perlocucionarias toda vez que apela a la ciudadanía en la construcción de un horizonte al día de hoy de tinte imaginario.
Así como para el iuspositivista austríaco Hans Kelsen la validez de una norma jurídica se basa en otra anterior que también lo sea; para el ciudadano, la exigencia sobre un gobierno descansa en la credibilidad sustento de legitimidad.
En una campaña política, las promesas están “a la venta”. Una vez que resultan creíbles “son compradas” por los ciudadanos-consumidores. Ya en sus manos se convierten en productos exigibles. Quien detenta en su poder esa promesa de campaña cuenta ahora con una legitimación activa para demandar al candidato que resultó ganador.
La ausencia de credibilidad produce desencanto. Esa ruptura que opera en el fuero íntimo del ciudadano es lo suficientemente profunda como para desgarrar el pacta sunt servanda. El ahora gobernante quebró el pacto firmado con la ciudadanía que rezaba: guardar la palabra empeñada. Algo tan preciado como la esencia misma del acuerdo repercute en el resto de los sistemas: económico, político, social.
La reacción del mercado económico argentino no se hizo esperar como fiel reflejo de un mal endémico que nació primeramente en una credibilidad política viciada.
¿Se puede pedir a los argentinos confianza? ¿Se puede construir la esperanza? Una cosa es salir de Egipto físicamente. Otra muy distinta, espiritualmente. Los hebreos habían dejado tras de sí a todo el ejército egipcio y tenían delante el Mar Rojo. El pueblo persistía tenazmente en no abandonar su mentalidad de esclavo. Descreían de su líder. Descreían de ellos mismos. No practicaban la fe. Su líder inmovilizado ante la imposibilidad fáctica de atravesar el Mar Rojo esperó hasta el último momento para avanzar.
Moisés tenía una misión: sacar al pueblo de Egipto. En tanto que la visión se vincula a esa lente de la fe que nos permite ver más allá del aquí y ahora. Fe, del latín, fides, es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve.
¿El Presidente cree en el país? ¿Los argentinos creemos en los argentinos? ¿O estamos intentando salir de Egipto en pos de la libertad aferrándonos a una mente de esclavitud? Endeudándonos para los próximos años. Anunciando candidaturas para “tranquilizar a los mercados”. Ausentándonos de nosotros mismos frente al autoboicoteo permanente por carecer de visión estratégica.
No se trata de buscar el apoyo social frente a un conjunto de medidas inconsultas. Se trata de tener claridad a la hora de definir qué país queremos.
*Analista política (@GretelLedo).